Esta situación la hemos vivido todos, así que es imposible que en este artículo no te veas representado. ¿Qué haces cuando subes al ascensor? ¿Te colocas al fondo sin mirar a nadie? ¿Das los buenos días y sacas el móvil? ¿Corres a pulsar el botón de tu piso? ¿Miras al techo? ¡Qué de posibilidades!
Ahora que te has analizado y estás pensando en qué haces cuando subes al ascensor, empieza lo interesante. Porque según nos explica la psicóloga Olga Albaladejo, “el ascensor es uno de esos espacios en el que las reglas sociales no están escritas, pero todos parecemos conocerla”. Que sea un espacio “pequeño, impersonal, con contacto físico involuntario, silencio incómodo y un objetivo común”, nos explica la experta, hacen que se active “lo automático más que lo racional”.
Es por eso por lo que, si bien “no podemos diagnosticar a alguien por cómo se comporta en el ascensor”, sí que podemos “observar patrones que revelan estilos de afrontamiento, niveles de incomodidad, rasgos sociales o formas de regular la ansiedad”.
Citando a Albaladejo, que comparte con Cuerpomente su sentido del humor y experiencia como psicóloga, “dime cómo actúas en el ascensor y te diré como manejas el contacto con lo imprevisible”. ¿Preparado para descubrir lo que dicen de ti tus gestos inconscientes?
¿Dónde te colocas?
Empecemos la simulación. Se abren las puertas del ascensor, entras y… ¿Dónde te colocas? Esta es la primera señal que podemos analizar, desde la perspectiva de la psicología, para leer diferentes rasgos de la personalidad.
Por ejemplo, quedarse cerca de la puerta, nos explica la psicóloga, “suele reflejar necesidad de control o deseo de salir rápido”. Quienes prefieren este sitio puede ser “personas prácticas, algo impacientes o que no toleran bien sentirse atrapadas”.
Por otro lado, si te colocas al fondo, puede que tengas un “perfil más reservado”, continúa Olga. “A veces se socia con introversión, incomodidad social o el deseo de observar sin ser observado”.
Todo esto debemos tomarlo con ligereza, claro está, y es que como nos explica Albajedo “no existe una psicología del ascensor formalizada”, pero “las microconductas que mostramos en estos espacios intermedios dicen mucho de nuestros automatismos, niveles de ansiedad y estilo social”.
Así, vemos, por ejemplo, como el uso del espacio físico también nos dice micho. No es lo mismo que te coloques en un rinconcito intentando no molestar, que adoptes una postura abierta, reclamando más espacio de lo necesario.
En este caso, nos dice, Olga, “la postura habla incluso en silencio”. Quien ocupa más espacio, demuestra “seguridad, dominancia o baja conciencia social. A veces todo junto”. Y quien se encoge o se hace pequeño, suele ser una “persona más reservada o que siente que el ascensor es un espacio invasivo”.
Tranquilidad o estrés
La manera en la que te sientes dentro del ascensor también puede decir mucho de ti. Si te quedas tranquila y calmada, es una señal de que gozas de una buena “adaptabilidad emocional”, nos explica la psicóloga. “Estas personas no viven el ascensor como un entorno amenazante”, continua, “sino como un tramo más del día”.
El estado emocional en el que transitas este breve periodo de tiempo compartido con otros habla también de tu nivel de conciencia corporal y tu capacidad de regulación emocional.
Frente a esta imagen tranquila, serena, de una persona que cede el paso sin mostrarse incómoda, tenemos otros perfiles psicológicos. Por ejemplo, la experta nos explica que “carraspear, toser o mirar el reloj pueden ser conductas que ayudan a liberar tensión sin comprometerse socialmente”, lo que demuestra que pueda haber surgido una leve “activación fisiológica o ansiedad ligera”.
Por supuesto, si te pones nervioso cuando hay mucha gente, “puede deberse a ansiedad social, claustrofobia o baja tolerancia al contacto físico no elegido”, nos explica Olga. Aunque, continua, este “no siempre es un rasgo estable, puede activar por factores externos”
Por otro lado, si en cuanto entras en el ascensor te miras al espejo, te acomodas la ropa y te centras en ti, puede que tengas una “hiperconciencia corporal”. Estos gestos, expone Albaladeo, pueden denotar “cierta autoexigencia o necesidad de validación”, como si el ascensor fuera “tu probador emocional”.
Cómo reaccionas ante lo inesperado
Lo mejor de los ascensores es que, aunque son un espacio relativamente sencillo, están fuera de nuestro control. No podemos decidir quién entra, o qué hace cuando estamos ahí, compartiendo ese espacio tan pequeño. Por eso, el cómo te manejas en este entorno social tan breve, ambiguo y forzado, dice mucho de ti.
Albaladejo nos explica que, en este sentido, es posible que muestres “estilos de afrontamiento ante lo social” muy diferentes. Por ejemplo, si miras al móvil, te quedas en silencio, miras al techo o no respondes cuando te hablan, está claro que “prefieres desaparecer del radar. En otra época, habrías llevado un periódico abierto”, comenta divertida la psicóloga.
Y ojo, porque lo de no responder no siempre es fruto de la mala educación. El silencio revela “tendencia a la evitación o al retraimiento”, y el no responder “puede ser despiste, incomodidad social o una estrategia clara de autoprotección”, nos explica la psicóloga, “aunque en algunos casos, también refleja baja conciencia del otro”. Lo del mirar el móvil, nos comenta, “es un clásico mecanismo de evasión”.
Los más simpáticos
Frente al callado y silencioso, estamos las que hablamos con todos. Sí, me incluyo entre vosotras. Si eres de las que saludan, comentan el tiempo o preguntan a qué piso van los demás, tienes un estilo de afrontamiento ante lo social afiliativo. O lo que es lo mismo, “tu impulso es conectar, aunque sea durante 30 segundos. Y si puedes ayudar, mejor”. Si además vas directa a pulsar el botón primero, esto revela que tienes “iniciativa, eficiencia o cierto grado de impaciencia”, nos explica la psicóloga. “Las personas que dan primero al botón suelen tomar decisiones rápido o prefiere no dejar las cosas al azar”.
Otra opción es que para ti el ascensor no sea un contexto incómodo, que saques el teléfono y hables con tu amiga, que escuches audios, te pongas los auriculares, canturrees y hasta te atrevas a marcarte unos pasos de baile. Se ve de todo en los ascensores.
Si es tu caso, la experta asegura que tu estilo de afrontamiento ante lo social es desinhibido o expansivo. “No es lo más común”, asegura Albaladejo, “pero cuando sucede, no pasa desapercibido”.
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