¿Hay algo más desagradable que sentir que te echan algo en cara? Sí, que lo hagan en medio de una discusión. Son muchas las dinámicas en las que esto puede suceder, en parejas, en familias e incluso en entornos laborales. El objetivo, sin embargo, suele ser siempre el mismo: la manipulación emocional.
Lucas Sánchez, escritor y graduado en Filosofía, ofrece en Quora su propia explicación del fenómeno. “Es una estrategia de manipulación”, afirma, y es “muy usada tanto por narcisistas como por psicópatas”. Para protegernos frente a ellos, nada más poderoso que la información.
Una táctica de manipulación
Casi todo lo que te haga sentir culpable sin sentido, tiene como fin manipularte. Es así, y así lo explica Sánchez en su post. Lo natural cuando reclamas algo a alguien, cuando lo haces con razón, es que se disculpen y lo reconozcan. En cambio, las personas manipuladoras “se limitan a echarte cosas en cara”, consiguiendo así desviar la atención y manipulándote, ya sea por malicia o por falta de autoestima.
Pero ¿por qué nos sentimos culpables cuando alguien nos echa algo en cara? La razón nos la explica la psicóloga Claudia Nicolasa en su último libro, Es manipulación y no lo sabes (Zenith), y se encuentra escrita prácticamente en nuestro ADN.
El principio de reciprocidad
Si la humanidad ha prosperado hasta convertirse en lo que es hoy en día ha sido, en gran medida, gracias al famoso principio de reciprocidad. O lo que es lo mismo, dar y recibir. “Cuando alguien nos ayuda, nuestra naturaleza humana, altruista y solidaria, nos impulsa a devolver el favor”, escribe la psicóloga, “en esencia, no tiene nada de malo, pues como especie hemos aprendido a ayudarnos los unos a los otros para aumentar nuestras propiedades de supervivencia”.
De hecho, como expone Nicolasa en su libro, es algo que vemos habitualmente en el día a día. “Hay empresas que te regalan algo para que después sientas que debes corresponder con una compra”, expone, “personal de servicio especialmente amable para ganarse una buena propina, mendigos que te abren la puerta de la iglesia para recibir una limosna”. Todos estos ejemplos no tienen por qué ser necesariamente negativos. El problema viene cuando alguien usa esta tendencia natural a la correspondencia con fines oscuros.
El control de la deuda
Nicolasa expone en su libro diversos casos de personas que han pasado por su consulta, como la de un joven que pasaba graves problemas financieros, pero se negaba a pedir ayuda a su acaudalada familia. La razón por la que lo hacía la descubrieron en terapia: sus padres eran personas muy tóxicas que usaban la deuda como principio de control y manipulación.
Las personas manipuladoras, nos explica la psicóloga, “se aprovechan de este impulso innato (el de reciprocidad) para imponer su voluntad”. Puede suceder, como el ejemplo que nos propone Sánchez, en una discusión. Pero también en otros muchos aspectos de a vida.
El problema con estas personas es que “una vez que aceptas su ayuda, jamás lo olvidan, y se encargan de hacerte sentir en deuda de por vida”, explica Nicolasa. Así que “si abres ese canal de ‘intercambio’, te lo recordarán sin cesar y tratarán, incluso, de generar más deuda, aunque sea de manera anticipada, hasta que termines sometido a su voluntad”.
Esta situación va evolucionando hasta que “los reclamos terminan surgiendo en las discusiones en forma de chantaje y recriminaciones”. Y es aquí cuando estamos perdidos, porque nos desarman en nuestro momento más vulnerable.
Salir del ciclo
Para escapar de esta horrible manipulación que se ejerce con la deuda, explica Nicolasa en su libro, debemos cortarlo de raíz. “Si detectas a manipuladores de este estilo, que sabes que te cobrarán lo que te ofrezcan con ‘intereses’, lo mejor es que no les pidas ni aceptes sus favores, ayuda y regalos”, continua, “de este modo, reducirás en gran medida las manipulaciones”.
Para poder romper este ciclo, por tanto, tendremos que desarrollar habilidades que nos permitan hacerlo, ampliar el círculo en el que nos movemos, aceptar que quizá nuestras condiciones serán más complicadas durante algún tiempo. Porque, aunque no lo podemos hacer todos solos, a veces el precio de un favor es demasiado alto. Sin embargo, quienes han comprendido que la deuda nunca queda saldada cuando se trata de manipuladores, asegura Nicolasa, “frente a los obstáculos, ahora priorizan su independencia y su paz mental”. Porque esto, al fin y al cabo, es lo más importante.
Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.