Los pequeños gestos son los que cuentan. A lo largo del día tomamos cientos de decisiones, pero algunas de ellas, dicen más de nosotros de lo que imaginamos. Y no son grandes gestos, sino asuntos cotidianos, como dejar el carro de la compra en su sitio o ayudar al camarero a recoger la mesa.
La psicología ha analizado y estudiado todos estos pequeños gestos que, aunque parecen insignificantes, dicen mucho de tu personalidad. Y las conclusiones a las que han llegado los expertos son impresionantes: estas personas no solo tienen una mayor empatía, sino que podrían obtener mejores resultados en todas las áreas de su vida gracias a una autodisciplina bien trabajada.
Dos clases de persona
“El nivel de empatía de la gente se mide en carritos de la compra abandonados en el parking del supermercado”, se podía leer hace algunos meses en una de las stories que la psicóloga María Esclápez comparte en sus redes sociales. Tras el mensaje, llegó todo un aluvión de mensajes privados. Uno de ellos, explicaba luego la psicóloga en un video compartido en Instagram, le pilló completamente por sorpresa: era la teoría del carrito de la compra.
“Esta teoría propone que la moralidad y capacidad de las personas para autogobernarse la puede determinar algo tan sencillo como devolver el carrito de la compra al lineal designado para su almacenamiento”, explica Esclápez con su habitual tono didáctico. Este acto, aunque sencillo, cumple con dos características esenciales.
Para empezar, es una tarea fácil y cómoda. Y para seguir, “todos somos capaces de reconocer el acto como lo correcto y lo adecuado”. Es por estas dos razones por las que, “no hay ninguna justificación que nos impida dejar el carrito en su sitio”. Además, “no es ilegal abandonar el carro, pero tampoco nos van a premiar por colocarlo en el lineal”.
De esta forma, la acción se convierte en algo que depende, por completo, de nuestra propia voluntad. “No hay consecuencias”, explica Esclápez, “actuar bien o mal depende únicamente de la voluntad de la persona en sí misma”.
Esto hace que el carrito de la compra se convierta en el objeto perfecto para “ver si una persona hace lo correcto sin que ser la obligue, solo por su bondad”, concluía la psicóloga. Algo muy similar sucede con otro gesto cada vez más en desuso: el de ayudar al camarero a recoger la mesa después de comer.
No dejes las cosas en la mesa
Cada vez son más los restaurantes autoservicio. Vas a la barra (o a una pantallita), pides lo que quieres, recoges tu pedido y a la mesa. Este tipo de establecimientos suelen contar, además, con un apartado en el que los clientes pueden depositar sus bandejas y los restos después de comer. Pero, ¿cuántas bandejas te has encontrado abandonadas sobre mesas sin que nadie las reclamara? Incluso en hora punta, son muchos los que hacen amago de colaborar.
En los restaurantes al uso pasa algo similar. Aunque el camarero esté ahí, dispuesto para servirte, tampoco es un esfuerzo superior llevar un vaso a la barra. Pero pocos lo hacen. Esta es otra de esas situaciones en las que la ley no te obliga a actuar, no hay castigo por omisión ni premio por actuar. Y ahí es donde vemos la verdadera cara de la gente.
El entusiasta de la psicología y fundador de Hack Spirit, Lachlan Brown, explica lo que se esconde tras esos buenos samaritanos que sí recogen sus cosas tras comer para el medio británico Global English Editing.
Los rasgos de quienes sí ayudan
Por ahora vamos a olvidarnos de aquellos que abandonan carritos y bandejas por doquier, y centrémonos en quienes, sin obligación ninguna, deciden hacer las cosas bien. ¡O incluso mejor que bien, y echar una mano cuando nadie lo ha pedido!
“He pasado mucho tiempo observando y estudiando el comportamiento humano”, explicaba el experto en el citado medio, “pero estos clientes considerados me intrigan”. Es por eso que el periodista especializado en psicología se puso manos a la obra para investigar en profundidad qué rasgos comparten estas personas tan amables que podemos encontrarnos en el mundo.
Respetan a los demás
“Lo primero que me llamó la atención es el inmenso respeto que tienen estos individuos por el espacio de los demás”, explica Brown en su artículo. “Limpiar después de comer en un restaurante no se trata solo de orden, se trata de reconocer que ese espacio no es solo nuestro: se comparte con otros clientes, camareros y trabajadores del restaurante”.
Como expone el experto, estas personas que recogen sus cosas son conscientes de ello, y manifiestan su empatía por medio de la cortesía, demostrando comprender “que su comportamiento puede contribuir o aliviar a las cargas de quienes les rodean”.
Son conscientes de sus acciones
Este tipo de persona, que empieza a escasear, asegura Brown, son conscientes de sus acciones y, además, asumen “la responsabilidad de sus comportamientos y sus consecuencias”.
Cuando limpias ese vaso de agua que has derramado, dejas la bandeja en su sitio o llevas el carro a su lineal, estás demostrando que eres consciente de los valores que reflejan tus acciones, que actúas con conciencia y no solo por impulsos automáticos.
Tienen autodisciplina
En la línea del punto anterior, destaca Brown, “un comportamiento como este destaca constantemente la autodisciplina”. Y esta, a su vez, “es un fuerte indicador de carácter. Demuestra la disposición de asumir responsabilidades y la determinación de mantenerse firme en los principios, incluso ante los inconvenientes”.
Este punto es especialmente importante, porque como resalta el experto, “este nivel de autodisciplina puede extenderse también a otras áreas de la vida, como el trabajo, las relaciones y objetivos personales, y a menudo conduce a hábitos más productivos y resultados exitosos”.
Así que sí, si no dejas tus cosas por medio y ayudas al camarero después de comer, es muy probable que tengas más éxito en todo lo que te propongas en la vida.
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