Hace dos décadas, Brené Brown se lanzó a investigar algo muy importante para los seres humanos: el propósito. Tras una década observando y estudiando las emociones humanas, dio una charla que lo cambió todo. Fue en 2010, y se tituló El poder de la vulnerabilidad. Por desgracia, quince años después, muchos seguimos sin haber entendido su mensaje. Muchos seguimos pensando que tenemos que ser perfectos para ser felices.
Actualmente, Brown trabaja como profesora en la Universidad de Houston, desde donde sigue su tarea como investigadora y divulgadora. Su mensaje sigue siendo tan contundente como el primer día. Ser imperfecto no es malo. De hecho, es un gran regalo.
El perfeccionismo
Entender bien lo que es el perfeccionismo es el primer paso indispensable para comprender lo que Brown intenta trasmitirnos con en libros como Los dones de la imperfección. En una conferencia que otorgó a la Fundación Quantum, la experta definió el perfeccionismo como “la idea o creencia de que cuando nos vemos perfectos, vivimos perfectamente o lo hacemos perfectamente, podemos evitar o minimizar los sentimientos de vergüenza, culpa o de ser juzgados”.
Ese es el profundo deseo que se oculta tras ese impulso que todos hemos sentido en algún momento de la vida, algunos con mayor fuerza que otros. El deseo de pertenecer, que creemos que solo puede ser satisfecho por medio de la perfección.
Y es que, como explica Brown, “estamos de manera cognitiva, emocional, física y hasta espiritualmente diseñados para experimentar el amor y pertenecer. Y cuando no lo experimentamos, nos hacemos trizas”. En sus palabras se esconden dos grandes verdades. La primera, que no vamos a poder deshacernos de este deseo de amor por nada del mundo. La segunda, que no es necesario. Porque lo cierto es que nacimos siendo merecedores de todo ese amor, nacimos diseñados para recibirlo. Solo tenemos que reconocer que somos válidos. Y para ello, necesitamos aprender a ser imperfectos.
Ser imperfecto es un regalo
En un mundo en el que todo fuera perfecto no habría espacio para la vulnerabilidad. Este es el principal problema que detectó Brown en su investigación al respecto del perfeccionismo. Y la vulnerabilidad juega un papel crucial en nuestra felicidad, como ha corroborado la ciencia.
La cosa va a así. Si no eres vulnerable, no te puedes mostrar auténtica. La autenticidad requiere de coraje, mostrarte tal y como eres significa deshacerte de la máscara que muestras al mundo y enfrentarte a la posibilidad del rechazo. Puede que no a todos les guste tu auténtica versión, pero es la que tienes. Y aquí llega lo importante: solo desde la autenticidad podemos construir vínculos fuertes y profundos.
Esto es muy importante, porque como ha demostrado la Universidad de Harvard en su ambicioso Estudio del Desarrollo Adulto, las relaciones interpersonales son el principal indicador de felicidad. Es decir, solo podemos ser felices si cultivamos buenas relaciones con las personas a las que queremos.
Así pues, ser imperfecto es, sencillamente, indispensable para ser feliz. Si pensabas que la felicidad se escondía tras un aluvión de logros, habilidades y talentos, te equivocabas. Basta con que te quites la máscara y conectes desde el corazón.
Los límites de la imperfección
Otro de los grandes regalos que nos da la imperfección, explica Brown, es que nos permite establecer límites. Claro, si no eres una persona perfecta, capaz de hacerlo todo en la vida y jamás tener que decir que no a nadie que te necesite, ¿por qué ibas a poner límites?
Ser imperfecto implica que en ocasiones tendrás que decir no. “No, no te puedo llevar al aeropuerto. No, no te puedo ayudar con la mudanza. No, no puedo hacer galletas para la reunión del colegio”. Y aunque suene aterrador leerlo, si te encuentras en un punto elevado de autoexigencia, descubrirás que, como plantea la profesora de la Universidad de Houston, poner límites significa elegir la incomodidad por sobre el resentimiento.
Porque sí, puedes decir que sí a todas esas peticiones y ahorrarte la incomodidad de decir que no, de reconocer que no eres perfecta. Pero entonces llevarás a tu amiga al aeropuerto con resentimiento, cargarás cajas con rencor y prepararás galletas con odio. Nada de eso te hará feliz. Y, por cierto, tampoco te ayudará a tener relaciones más saludables.
Como solución a este problema, Brown ha diseñado una sencilla estrategia. Desde su 41 cumpleaños, explica en la citada conferencia, lleva un anillo con un aro que gira. Antes de responder a cualquier petición le da tres vueltas. Así se asegura de no decir “sí” cuando quiere decir “no”, y de no decir “no” cuando quiere decir “sí”. Un consejo sencillo y fácil de aplicar que puedes poner en práctica hoy mismo si te atreves a aceptar tu propia imperfección.
Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.
Descarga gratis el eBook "El plan antiestrés: Regula tu cortisol" con los alimentos y los hábitos de vida que te ayudan a mantener unos niveles saludables de cortisol, la hormona del estrés.