¿Qué es el taichí y para qué sirve? El taichí es una técnica de relajación procedente de China que consiste en realizar movimientos delicados al unísono que parecen acariciar el aire, no solo con sus manos, sino con su cuerpo. Los pies descalzos –o calzados con zapatillas flexibles– se deslizan con suavidad por el suelo. Practicar taichí es casi un ritual que se repite cada mañana en muchas ciudades del planeta, tanto orientales como occidentales. La placidez que desprenden sus movimientos nos llena de tranquilidad.

Taichi significa "lo que fue primero", "lo más esencial". Chuan significa "puño" pero también"«concentración o reunión de energía". Taichi chuan significa "la reunión de la energía más esencial". Para abreviar y popularizarlo se le llama taichí.

En este artículo descubrimos cómo es el taichí para principiantes y explicamos diversos ejercicios que permiten aplicar las enseñanzas del taichí a los problemas más comunes de la vida cotidiana: contra la ansiedad y el sobreestrés, para apaciguar el dolor de espalda, para relajarse, despejar las cervicales o incluso para combatir el insomnio.

Claves del taichí para principiantes

Si siempre hemos tenido curiosidad por saber cómo se practica el taichí, aquí van algunas claves para comprender qué es lo que están haciendo realmente las personas que practican taichí. Observándolos atentamente, podremos comprenderlo.

1. Posición y disposición

Todo habitante de este planeta, sea animado o inanimado, precisa enraizarse en la tierra y tener una posición acorde con ella. Un edificio necesita sus fundamentos, un árbol sus raíces y una mesa su soporte en forma de patas.

Los seres humanos dependemos de la posición de los pies, la cadera y las piernas, que actúan como transmisoras entre pies y cadera, para recoger y reaccionar a la gravedad.

Si observamos la posición de los practicantes de taichí, vemos que sus pies delimitan una cuadrícula, que recibe la fuerza de la tierra, y a través de las piernas, que están ligeramente dobladas, conduce a la cadera, la cual la acoge en su seno circular, y circularmente va dirigiéndola por todo el espacio.

Es una posición común a todas aquellas actividades que necesitan la gravedad: cuando corremos, andamos o subimos una escalera; cuando el tenista espera la pelota, al patinar, o al practicar surf.

En esta posición el centro de gravedad situado en la pelvis está atento sin estar tenso y, al dejar pasar la energía gravitatoria en cualquier dirección, nos ayuda a relacionarnos mejor con la tierra y con el entorno.

Ganamos en equilibrio, orientación y estabilidad. Con el añadido de que una buena posición del cuerpo facilita una buena disposición en todos los sentidos.

2. El ritmo y la espiral

Lo que más caracteriza a quienes practican taichí es su ritmo: movimientos suaves, ligeros, encadenados que acarician aire en un suspiro fluido y tranquilo.

Pintan con su cuerpo el espacio, sin ningún tipo de síncopas. Fluyen como el rayo de sol que se filtra entre los árboles, y que discurre por el bosque a lo largo del día. Están siguiendo el ritmo de la tierra.

Imitando el ritmo de la tierra, se relacionan con ella, sus cambios y transformaciones, y con el sistema solar al que nuestro planeta pertenece. Pero también con la mayoría de los órganos internos del cuerpo y consigo mismos. Así se equilibran interior y exteriormente tonificándose.

Otra característica que nos sorprende es que sus evoluciones en el espacio están basadas en formas curvas: espirales, círculos y arcos.

Son los movimientos y estructuras que constituyen la base de cualquier manifestación vital.

Los fenómenos celestes (tempestades, tornados etc); los marinos (olas, mareas); los que forman parte intrínseca de la naturaleza de nuestras células (el ADN); los que permiten el crecimiento de los vegetales; los que sirven para la transmisión y recepción del sonido, y los que producen el calor y la energía de los campos magnéticos.

Cuando practicamos taichí, a través de espirales y círculos modificamos la fuerza que llega de la tierra. Vamos aumentando nuestro chi o energía vital.

3. Concentración para la expresión

Por último deberemos afinar nuestra percepción para observar una cualidad invisible, pero que acompaña a todos los practicantes de taichí. Su mirada les delata: están ahí aunque parecen no estarlo.

Tienen los párpados de sus ojos entreabiertos y ven todo lo que deja pasar esta obertura sin fijarse en nada en concreto. Miran hacia dentro y ven hacia fuera, sienten y miran al mismo tiempo.

Intentan mantener su atención en la línea que delimita el mundo interior del mundo exterior. Lo que posibilita que acompañen el peso del pie, el movimiento de la cadera y los brazos con el pensamiento, a la vez que ven lo que está sucediendo a su alrededor.

Así establecen una relación entre pensamiento y peso, entre mente y cuerpo. De esta relación que enriquece a ambos resulta una unidad: todo el ser humano, incluyendo como parte de ese todo la integración del ser humano en la Tierra.

Quien practica el taichí está con su pensamiento en el centro físico (en el centro de gravedad, en las entrañas) y sigue su respiración, se concentra, está aquí y ahora, en una palabra: medita (que quiere decir estar en el medio, estar en y con el centro). Con la consiguiente reducción de estrés, ansiedad y aumento de concentración.

Taichí: ejercicio para principiantes contra la ansiedad y el sobreestrés

  1. Colócate de pie, con las piernas separadas a una distancia como la cadera aproximadamente. Mira fijamente un punto adelante. Intenta abrir el campo de visión sin dejar de mirar el punto.
  2. Siente los pies. Traslada tu peso de un pie a otro, apreciando todas sus partes. Enraízate, doblando las rodillas (la rodilla no debe sobrepasar el dedo gordo del pie), sintiendo un camino hasta el centro de la tierra y, a la vez, su contrario hasta el cielo.
  3. Camina, desde esta posición, escuchando cómo llega y se va el peso de tus pies. Haz un movimiento fluido. Incluye tus brazos y realiza el caballo salvaje. Escucha, mira, huele, gusta, vive.

Taichí: ejercicio para principiantes para apaciguar el dolor de espalda.

  1. Empezamos como en el caso anterior, pero con los pies y la espalda pegados a la pared.
  2. Desde esos dos o tres puntos de contacto con la pared (la cadera, los omoplatos y quizá la cabeza), al enraizamos, la cadera se curva ligeramente hacia delante para acercar las lumbares a la pared y abrirlas. Realiza la obertura.

Taichí: ejercicio para principiantes para relajarse

  1. Nos tumbamos en el suelo sobre una colchoneta, boca arriba, con una almohada bajo las rodillas para arquear la cadera ligeramente. Debe ser una posición cómoda. Escuchamos la inspiración, la espiración y la pausa. Intentamos no controlar el proceso.
  2. Nos concentramos en la espiración. Con ella, comenzamos a sentir el peso de los pies, los comparamos. Cuanto más precisos seamos, mejor.
  3. A continuación, sentimos el peso de las pantorrillas y de las rodillas, hasta llegar a los muslos y a la pierna entera. Comparémoslas.
  4. Continuamos paulatinamente soltando el peso del cuerpo con la espiración. Siéntelo pulsando con la respiración, cobijado por la tierra. No te preocupes si te duermes, cinco minutos de un sueño reparador pueden valer más que toda una noche mal dormida. Después levántate, y realiza la figura Cerrando la puerta. Repítela varias veces escuchando.

Taichí: ejercicio para principiantes para despejar las cervicales

  1. Nos ponemos al borde de una silla con las piernas abiertas, con un cojín o una libreta en el suelo, al lado de las patas de la silla. Dejamos caer desde la cabeza toda la columna vertebral hacia el suelo enrollándola entre las piernas.
  2. En esta posición tomamos la punta del cojín o de la libreta y la colocamos en el espacio que hay entre el asiento y el cóccix, y recuperamos la posición vertical, desenrollando el tronco, sentados sobre el cojín y el asiento de la silla. Toda la columna se alínea y descansa.
  3. Rodeamos una pierna por debajo de las rodillas, sobre la tibia, con los dedos de la mano entrelazados echamos los omoplatos hacia atrás y abajo y los abrimos; estiramos el pecho y el vientre y respiramos. La respiración se manifiesta en la pelvis. Seguidamente realizamos la figura Las manos como nubes.

Taichí: ejercicio para principiantes contra el insomnio

  1. Cuando algún problema no nos permite dormir, notarás que tu respiración no es muy profunda y además es fatigosa y corta e incluso puede ser sonora. Podemos devolverle sus cualidades presionando los talones de los pies contra el suelo.
  2. Después disfruta de la respiración plena, de sentirte vivo: escoge un movimiento cualquiera de la secuencia y realízalo.

Una secuencia de ejercicios de taichí

No importa que no sigas la secuencia, ya la aprenderás. Lo más importante es, primero, la lentitud y la fluidez, y éstas se consiguen visualizando el cambio paulatino del peso en los pies.

Toma conciencia de todo tu entorno. A lo largo del día, mira al cielo y los cambios de luz que se proyectan sobre la tierra, ellos poseen el secreto del taichí y la esencia de la vida.

El caballo salvaje sacude la crin

  1. Colócate de pie, con el peso sostenido sobre la pierna derecha, la rodilla ligeramente flexionada y los dedos del pie derecho descansando en el suelo. Coloca frente a ti los brazos como si aguantaran una "bola de aire". Gira el tronco sobre el pie y la pierna izquierdos unos 45 grados, hasta situar el tronco, la cabeza y la mirada en esta dirección.
  2. Da un paso con el pie derecho en la misma dirección, comenzando con el talón. La anchura del paso será la de tu cadera. Desplaza el peso a esa pierna y deshaz la "bola de aire", abriendo los brazos.

Apartar la rodilla con una mano y empujar

  1. Partiendo de la misma posición inicial del ejercicio anterior, coloca la palma del brazo derecho frente a ti, a la altura del techo, mirando al suelo. Flexiona el codo izquierdo y coloca la palma de la mano mirando hacia la derecha, a la altura de tu cabeza.
  2. Gira entonces el tronco 45 grados a la derecha, apoya el talón derecho y luego el pie, desplazando el peso del cuerpo hacia la pierna derecha. A la vez, el brazo y la mano derechas descienden realizando un círculo amplio en torno a la rodilla derecha, deteniéndose junto a la cadera; mientras que el brazo izquierdo baja, colocando la mano a la derecha del cuerpo a la altura de la cabeza, con la palma aún mirando hacia el suelo. El movimiento debe fluir.
  3. Para hacerlo al otro lado, pasa el peso atrás y gira el tronco 45 grados volviendo a la posición inicial pero pero invirtiendo derecha e izquierda.

Cerrando la puerta

  1. Abre las piernas a la anchura de la cadera. Con el peso del cuerpo apoyado sobre el pie izquierdo, levanta los dedos del pie derecho, apoyando el talón en el suelo. Coloca tus dos palmas a ambos lados de las caderas, mirando hacia abajo.
  2. Lleva el peso adelante y, simultáneamente, empuja el aire con las manos hacia delante, arriba, a la altura de los hombros.
  3. Desde ahí, desplaza el peso atrás, al pie izquierdo, y al mismo tiempo cambia el sentido de las manos, que estarán con las palmas mirando al cielo, y déjalas caer suavemente, junto con los brazos, a la altura de las caderas.
  4. Repite el movimiento desde el principio. Para cambiar de pie, al dejar caer los brazos, recoge el pie posterior al lado del anterior y cuando empujes da un paso adelante.

Manos como nubes

  1. Abre las piernas a la anchura de la cadera y flexiona ligeramente las rodillas. Con los codos flexionados, coloca las manos frente a ti, con las palmas hacia dentro, la derecha a la altura del ombligo y la izquierda frente a tu rostro.
  2. Desde esa posición desplaza el peso hacia la izquierda con el brazo y la mano izquierdas moviéndose hacia la izquierda en arco, como si te tiraran de un hilo que va desde la tierra por el pie izquierdo recorriendo el cuerpo hasta la mano izquierda.
  3. Ve subiendo la mano derecha, como si apareciera en el horizonte, mientras das un paso lateral en esa dirección. Desplázate mirándola.
  4. Los brazos giran, como un molino, y van hacia donde se desplaza el peso.

El látigo simple

  1. De pie, con los pies juntos y la rodilla derecha ligeramente flexionadas, sostén el brazo izquierdo frente a ti, a la altura del pecho con la palma de la mano mirando al cielo, y el brazo derecho plegado frente al pecho, con la palma mirando hacia abajo.
  2. Gira la cadera hacia la derecha y las muñecas, de forma que palma izquierda mire abajo y la derecha hacia ti.
  3. Da un paso a casi 90 grados con el talón y, al desplazar el peso, estira el brazo izquierdo si que la mano deje de mirar hacia abajo; el derecho se abre hacia fuera del cuerpo, con un movimiento en espiral, la palma aún orientada hacia el cuerpo. Ten presente la fluidez al realizar cualquier movimiento.
  4. Se puede enlazar este movimiento con Las manos como nubes. Al principio no es importante que el movimiento sea preciso, sino constante, suave y tranquilo.

La patada de la rana

  1. Con los pies juntos, flexiona ligeramente las rodillas y sube el pie derecho un par de palmos en el aire. Cruza los brazos dejando que se toquen las muñecas, a la altura del pecho. Siente el pie en el suelo y no encojas los dedos de sus pies, a fin de no perder estabilidad, y lleva la mirada hacia delante.
  2. Extiende la pierna derecha en el aire, sin perder la verticalidad. Mueve los brazos en un arco hacia arriba hasta abrirlos, uno a cada lado del cuerpo. El cuerpo debe estar alineado con el pie izquierdo.
  3. Para cambiar de pierna, da un paso comenzando con el talón del pie derecho hacia la derecha y dando un giro hacia la derecha a la vez que los brazos se reúnen uno delante del otro hasta llegar a la posición inicial, pero invirtiendo izquierda y derecha

La aguja en el fondo del mar

  1. Con los pies juntos, flexiona ligeramente las rodillas y sube el pie derecho un par de palmos en el aire. Estira el brazo izquierdo hacia abajo, levantando directamente la palma, y flexiona el brazo derecho para subir la mano hacia la altura del rostro.
  2. Desde esa posición, sin desplazar el peso, deja caer la mano derecha con la palma mirando hacia la izquierda hasta la altura de la cadera, a la vez que el pie y la pierna derechos descienden hasta el suelo.
  3. Con la pierna que está en el suelo realiza un pequeño movimiento también hacia abajo doblando la rodilla.
  4. Puedes cambiar seguidamente el movimiento invirtiendo izquierda y derecha. Recuerda que para mantener el equilibrio en este movimiento debes tener la mirada descansando al frente y el pie sobre el que te apoyas relajado en el suelo. El equilibrio es algo que puede entrenarse.

Tocar el arpa

  1. Con los pies juntos y las rodillas ligeramente flexionadas, dobla la rodilla derecha para apoyar los dedos del pie derecho en el suelo.
  2. Con el peso del cuerpo sobre el pie izquierdo, da medio paso atrás con el derecho, a la vez que dejas caer el brazo derecho por debajo de la cadera.
  3. Después, y sin pasar el peso adelante, salen la pierna, el pie, y el brazo izquierdos hacia delante. Sitúa el talón izquierdo en el suelo con el pie frente a ti, haciendo un ángulo de 45º hacia afuera.
  4. Este movimiento puedes enlazarlo y realizarlo después de Apartar la rodilla con la mano. Si al principio no encuentras el tempo no te obsesiones: lo primero es entender los ejercicios y después realizarlos. Cuando los tengas interiorizados te saldrán fácilmente.

Libros para iniciarse en el taichí

  • Taichí para Occidente; Gerard Arlandes. Ed. Rba-Integral
  • Tai-chi paso a paso; LamKam Chuen. Ed. Rba-Integral