La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) no tiene claro que el aditivo E551 (dióxido de silicio) sea seguro para la salud. La agencia advierte que este aditivo puede contener nanopartículas cuyo efecto sobre el organismo se desconoce.

Podría contener nanopartículas poco seguras

Al dióxido de silicio, que se obtiene del cuarzo de las rocas y de la arena, se le conoce también como silicio amorfo sintético. Se usa como aditivo alimentario en diferentes formas: sílice pirogénica y sílice hidratada (entre ellas el gel de sílice).

En general se considera que el cuerpo apenas absorbe el dióxido de silicio y que eso lo hace inocuo, pero se ha detectado residuos de materiales que lo contienen en algunos tejidos.

Aunque los investigadores admiten que no existe evidencia de que el uso del E551 pueda resultar nocivo en las cantidades que se utiliza, señala que faltan datos para confirmar su seguridad y pide que se aclare la normativa y que se realicen exámenes toxicológicos.

Recuerdan que algunos de los estudios de toxicidad se realizaron en los años sesenta y setenta del pasado siglo, con métodos de análisis que no permitían determinar si se estaba midiendo el contenido de silicio o de dióxido de silicio, ni si este procedía del aditivo alimentario E551, si estaba presente naturalmente o si correspondía a otras fuentes.

Además, el aditivo se compone de aglomerados de nanopartículas primarias de más de 100 nm. Sin embargo, según el material del que se parta para obtenerlo y el proceso empleado para fabricar el aditivo "no se puede descartar totalmente", señala la agencia, "que algunos de esos aglomerados tengan unas dimensiones inferiores a 100 nm", el límite a partir del cual debería indicarse en el etiquetado que un producto contiene nanopartículas.

Como aditivo alimentario, el dióxido de silicio se utiliza como antiapelmazante y para absorber la humedad en productos en polvo y triturados.

Entre los alimentos en los que puede encontrarse están: especias, ajo en polvo, sopas instantáneas, quesos rallados, frituras, chicles, arroz para sushi... También es habitual añadirlo a suplementos, para evitar que los diferentes ingredientes se peguen entre sí.

El problema de saber si un producto tiene o no nanopartículas

La falta de certezas sobre los efectos que las nanopartículas podrían tener sobre nuestra salud ha llevado a imponer la obligatoriedad de informar sobre su presencia en el etiquetado de los productos que las contengan o podrían contener.

Recientemente, ante la polémica generada por varios escándalos alimentarios, el gobierno francés analizó miles de productos para revisar diferentes aspectos relacionados con la seguridad alimentaria. Uno de los aspectos en los que se fijó fue en la presencia de nanopartículas en productos de uso habitual y en si esa presencia se veía reflejada en el etiquetado.

De los 40 productos cosméticos analizados, detectó nanopartículas inferiores a 100 nm en el 87% de las muestras. En cuanto a los productos alimentarios, entre los que había productos de panadería, decoraciones para repostería y especias, se detectaron nanopartículas en el 39% de los 74 alimentos analizados.

Sin embargo, esa presencia apenas se reflejaba en las etiquetas, con lo que los consumidores estaban utilizándolos o consumiéndolos sin posibilidad de saber que podían contener nanopartículas.