Muchos recordarán con nostalgia aquellas excursiones de su infancia que emprendían en familia a finales de verano y cómo, tal vez, aprovechaban para recolectar frutos del bosque que la naturaleza les brindaba a su paso.
Fresitas, frambuesas, moras, grosellas, endrinas, guillomos y arándanos alcanzan en esta época –con algunas diferencias altitudinales– su grado óptimo de maduración, un estado que estas bayas silvestres anuncian a través de la brillantez de sus pigmentos rojos o azulados, que atraen a la vista y al paladar.
Estos frutos son devorados por numerosas criaturas del bosque: zorzales, currucas, urogallos o incluso osos... Y al hacerlo contribuyen decisivamente a la dispersión de la especie.
Pero, además, la costumbre de cosechar frutos del bosque está muy generalizada en los países del centro y norte de Europa, donde es tradición servirse de ellos para elaborar apetitosos zumos, compotas, pasteles y licores variados. También lo es en muchas comarcas de montaña de los Pirineos y los montes cantábricos.
La elaboración de ratafías, aguardientes como el pacharán, y también jarabes con endrinas, arándanos y moras era bien conocida por nuestros antepasados. Más allá de sus innegables usos culinarios, los frutos del bosque tienen una notable utilidad terapéutica que se conoce desde antiguo.
Frutos del bosques silvestres: propiedades y remedios caseros
A continuación presentamos siete de esos frutos silvestres con los que es posible preparar diferentes remedios medicinales al alcance de todos.