Desde que nacemos, todos parecemos tener muy clara la dirección que debemos seguir. Primero el colegio, el instituto, estudios superiores, trabajo, casa, coche, familia… Es un viaje bien pautado, en el que no pueden faltar puntos como el éxito profesional o el dinero. Prosperar, como nos gusta llamarlo, con cierto aire de satisfacción.

Pero… ¿Y si en realidad la vida no fuera de eso? Quienes han conseguido llegar a lo más alto de su carrera nos lo advierten como antaño lo hicieron los filósofos clásicos. Lo importante no es el camino, ni siquiera el viaje realizado. Lo verdaderamente fundamental, es la compañía. Esta es la lección que, a sus 61 años, una estrella de talla mundial como Brad Pitt, comparte con todo aquel que se preste a escucharle.

El destino

Si tuviéramos que pensar en personas que han alcanzado el máximo reconocimiento posible dentro de su carrera profesional, Brad Pitt sería probablemente uno de los primeros nombres que se nos vendría a la cabeza. El actor, que estrena esta semana la película F1, ha sido nominado cuatro veces a los Premios Oscar por sus interpretaciones, y se hizo con la estatuilla por su actuación en Once Upon a Time in Hollywood. Es uno de los rostros más reconocibles de Hollywood, no le falta fortuna y, durante años, se ha hablado de él como el hombre más guapo de la industria.

Su carrera al estrellato ha sido, a diferencia de la de otros intérpretes, siempre hacia adelante. Desde sus inicios, hasta el presente, no le han faltado oportunidades.

Su destino, si hablamos en los términos en lo que él mismo reflexiona en una entrega de premios, es el que millones de personas en el mundo desearían alcanzar. Pero no, para él, este no es el secreto de la felicidad. No es su carrera de éxito, todo lo que ha conseguido, lo que lo hace sentir feliz y satisfecho. Ni siquiera es lo que le da sentido a su vida.

 

El viaje

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” escribía nuestro querido Machado. Y durante años, hemos pensado que es así. “No se trata del destino, sino del camino”, se lee en ciertas tazas y camisetas. No importa a dónde llegues, sino disfrutar del viaje.

La idea parece más acertada. Coincide, en cierta medida, con lo que nos decían los estoicos. No podemos controlar a dónde llegaremos, pero sí los pasos que damos. Podemos elegir hacia dónde caminar, podemos elegir qué viaje recorrer. Pero esta idea, por sí sola, sigue sin ser suficiente.

El problema es la falta de orientación. Si el destino no es lo verdaderamente importante, ¿hacia dónde dirigir el camino? ¿Es, como decía Machado, algo que debemos descubrir a cada paso? ¿Podemos lidiar con esa inmensa incertidumbre?

Para Brad Pitt, la respuesta se encuentra en un pasaje que jamás olvida. “Un personaje preguntaba: ‘¿Qué es lo más importante, el viaje o el destino?’ Y el otro respondía: ‘Es la compañía’”, recuerda el actor. 

La compañía

Llegamos así a la respuesta que quizá todos buscamos. No se trata del destino, así que centrarnos en ello para elegir hacia dónde encaminar nuestros pasos es absurdo. ¿Qué más da a donde lleguemos? Lo importante no es hacia dónde va el camino, sino con quién lo recorres.

Para Brad Pitt, esta verdad es poderosa porque le permite saber que vive con plenitud cada minuto. “No sé si al final algo de lo que hacemos importa. Lo que sí sé que importa son las personas a la que nos apegamos y la huella imborrable que dejan en nuestro ser”, explica el actor. Este es el legado más poderoso que podemos dejar, el que transmitimos a aquellos que queremos.

La felicidad está en quien nos acompaña

Además de ser quizá la única forma de trascendencia real a la que podemos aspirar como humanos, las relaciones sociales sanas son el mayor predictor de salud y felicidad del mundo moderno, como confirma el Estudio del Desarrollo Adulto realizado por la Universidad de Harvard.

Con esto en mente, quizá sea momento de replantearnos cuáles deberían ser nuestras prioridades. En un mundo en el que la cultura del esfuerzo ha idealizado el agotamiento como señal de satisfacción y éxito, en la que tener la agenda llena es signo de estatus, quizá sea momento de recapacitar sobre el camino, y sobre lo vacío que lo dejamos con ansias de avanzar.

Priorizar nuestras relaciones, darles a las personas a las que queremos el lugar que les corresponde en nuestra vida, es la única forma de garantizar nuestra propia felicidad. Y nuestra trascendencia. Porque cuando ya no estemos, solo perduraremos en la memoria de quien nos amó.

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