Tenemos una dura verdad que contarte: no puedes cambiar a los demás. Quizá al leerlo pienses, “yo no intento cambiar a nadie”. Y probablemente, no es cierto. Muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta. Ponemos los ojos en blanco cuando esa amiga no para de quejarse, le pedimos a nuestra pareja que se cuide un poco más o regañamos a nuestros hijos (a los adultos) porque creemos que deberían esforzarse más en sus estudios o trabajos.
Todo esto es intentar cambiar a alguien. La mala noticia, nos explica Mel Robbins, coach de visa y autora del bestseller La teoría del Let Them (Libros cúpula), que ya está disponible en español, es que “no puedes” cambiar a nadie. “La gente solo cambia cuando quiere hacerlo”, enuncia en uno de los capítulos de su libro. La buena noticia, continua, es que puedes “usar la teoría Let Them para inspirar a los demás a cambiar”. Así que no todo está perdido.
Cambiar no es fácil
Lo primero que debemos entender, nos explica Robbins en su libro, que cambiar no es fácil. “Desear que alguien que queremos cambie a mejor”, escribe, “que sea feliz o que tenga una vida más sana, es normal”. Sin embargo, la realidad es que no es fácil realizar estos cambios, ni siquiera cuando alguien te lo pide o se presta a darte facilidades.
“Cambiar nunca es pan comido. Si fuera fácil y divertido, esa persona a la que tanto quieres ya lo habría hecho”, reflexiona la experta en crecimiento personal.
Pero, ¿por qué nos cuesta tanto cambiar? Robbins enuncia tres grandes verdades, demostradas por la ciencia, que nos frenan a cambiar en el momento de la verdad.
La motivación
Si alguna vez has conocido a alguien que pasaba por un mal momento (¿y quién no?), seguro que te has escuchado decir: “voy a intentar motivarlo a salir de ahí”. Bien, Robbins tiene un mensaje para ti: “El problema de la motivación es que nunca aparece cuando la más necesitamos”. Y desde luego, no puedes regalársela a nadie.
“Según las investigaciones”, revela la experta, “la motivación del cambio debe ser intrínseca”. Es decir, debe surgir de la persona que va a cambiar, no de ti ni de nadie más. “Presionar a alguien”, por tanto, “solo genera resistencia a esa persona”, continúa Robbins. Así que, cuanto antes dejes de hacerlo, mejor.
Lo que nos hace bien
En su investigación para formular esta teoría, Robbins contactó con diversos profesionales, como el doctor Alok Kanojia, un psiquiatra formado en Harvard al que muchos conocen como el doctor K.
Este le explicó que “los seres humanos estamos predispuestos a inclinarnos hacia lo que nos hace sentirnos bien y a alejarnos de aquello que en el momento nos parece duro”. Y sí, eso significa que, si hacer ejercicio te da pereza, tu cuerpo prefiere quedarse en el sofá. Aunque a largo plazo no sea la mejor decisión, tu cerebro prefiere placer ahora que el dolor o el esfuerzo que significa moverte.
Esta es la segunda razón por la que, cuando insistes en que alguien cambie de hábitos, deje una relación tóxica o haga cualquier cambio que implique esfuerzo (y todos lo implican) acabe sucediendo justo lo contrario. Tu presión solo hace que sea más desagradable, y por lo tanto, aleja más a la persona de ese cambio que le deseas.
Soy la excepción
En tener y último lugar, Robbins consultó a la doctora Tali Sharot, neurocientífica del comportamiento, que le explicó que “la gente se cree que las advertencias y los riesgos conocidos no les afecta a ellos en particular”. O lo que es lo mismo, creemos, por ejemplo, que el tabaco no nos va a hacer lo que vemos en la cajetilla. O que el sedentarismo no tendrá efecto sobre nuestro cuerpo.
De hecho, la investigación de Sharot revelaba “cuando alguien nos dice algo negativo o algo que no queremos oír, nuestro cerebro se apaga”. ¡Literalmente, se apaga!
Deja de luchar contra lo inevitable
No puedes cambiar a nadie, ha quedado claro y demostrado. Por suerte, hay otras cosas que puedes hacer. Pero el primer paso, nos dice Robbins, es “aceptar al otro tal como es”, dado que esto representa “la base de una relación sana y bonita”.
“Cuando sentimos que los demás nos aceptan tal como somos”, continua la experta, “nos sentimos a salvo con ellos”. Y entonces, desde este marco, estaremos mucho más cerca de conseguir un cambio. Para empezar, porque el amor incondicional es agradable, y nos hace sentir bien con nosotros mismos. Para seguir, en el fondo “la mayoría del tiempo, en el fondo, la persona en cuestión desea cambiar”.
Pero, sobre todo, porque cuando dejamos de presionar y de luchar contra la persona a la que queremos, conseguimos algo mucho más poderoso que motivar. Nos centramos en nuestro propio comportamiento y conseguimos inspirar. O como decimos en España, predicamos con el ejemplo.
“Décadas de investigación”, expone la experta, “demuestran que no podemos motivar a los demás a cambiar, pero podemos inspirarles a ello e incluso hacerles creer que ha sido idea suya dar el paso”. Las claves para conseguirlo, afirma, están en su teoría Let Them.
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