Desde la consulta es un podcast del psicólogo Ramón Soler para la revista Mentesana. Escúchalo y compártelo.

La amistad es una cualidad muy saludable que nos permite establecer profundos y enriquecedores vínculos con personas ajenas a nuestra propia familia. En muchas ocasiones, estas relaciones de camaradería son mucho más profundas y estrechas que los vínculos que mantenemos con nuestros propios familiares.

Para que esto suceda, resulta imprescindible que esta amistad vaya acompañada de equilibrio y de respeto por ambas partes. De no ser así, ya no podemos hablar de una amistad sana, sino de una relación tóxica.

Efectos de un entorno violento

Muchas personas proceden de familias disfuncionales en las que han vivido, por años, sometidas a diferentes tipos de violencia física y/o verbal. En su momento, para sobrevivir en estos ambientes en los que siempre debían mostrar una obediencia ciega a la autoridad (sus mayores), estas criaturas se adaptaron y buscaron estrategias de camuflaje para pasar desapercibidas y minimizar, así, las posibilidades de recibir un desprecio o un golpe.

“Si no hay conflicto, no hay daño” es la máxima que aprenden y que les resulta realmente útil en estos primeros años de vida.

Podríamos pensar que al crecer, salir del grupo familiar y formar sus propios vínculos de amistad, estas personas se muestran capaces de liberarse de sus represiones y logran comenzar, desde cero, con sus amigos.

Mecanismos de sumisión

Sin embargo, la realidad resulta mucho más compleja, quien ha aprendido (y asimilado como natural) el mecanismo de la sumisión (obediencia ciega), lo seguirá repitiendo en otros entornos, aunque los peligros del pasado hayan desaparecido.

Estos adolescentes o adultos (subyugados de niños), cuando salen con sus amigos, siempre se someten, permiten que sean los demás los que escojan el tipo de ensalada que se pide, la película que van a ver, el viaje que van a realizar, etc. Nunca protestan, se dejan llevar y siempre se amoldan a lo que el grupo decida.

Evitar los conflictos

El patrón que opera de fondo en estas situaciones es el mismo que aprendieron (y asimilaron) en la infancia: “no quiero que se enfaden conmigo” o “no me importa ceder yo si los demás están contentos”. Para evitar posibles conflictos, para evitar el dolor que conllevan (recordemos, en el pasado, emocional y/o físico) prefieren ceder en todo y, al proceder de esta forma, permiten que los demás terminen abusando de ellos.

Mensajes para ser dócil

Por otra parte, además de estos nocivos aprendizajes de la primera infancia, a estas personas, tampoco les ayuda en su proceso de liberación, el recibir, por parte de la sociedad, continuos mensajes de las bondades de un comportamiento obediente.

Ser generoso y sacrificarse por los demás, aunque salgamos perjudicados nosotros mismos, es una actitud tan bien vista que, incluso, nos otorga valor y reconocimiento social. Bajo este tipo de consejos que ensalzan la represión, el patrón de sometimiento se refuerza y se continúa repitiendo hasta el infinito.

El caso de Silvia

Para buscar un ejemplo práctico, no he tenido que ir muy lejos, ya que hace muy pocas semanas, una joven que acude a consulta, me proporcionó la frase que ha inspirado este artículo. Silvia está trabajando para reforzar su confianza y liberarse de relaciones tóxicas, tanto de amistades como de parejas.

Me contó que tiene una amiga de toda la vida a la que sigue viendo, a pesar de que ahora apenas tienen nada en común. Esta amistad es un ejemplo de una relación abusiva. Siempre quedan cuando la amiga necesita a alguien para desahogarse, pero nunca deja que Silvia hable de sus problemas.

Siempre la llama para pedirle ayuda, pero nunca está disponible cuando es Silvia la que necesita algún favor.

En una de sus últimas salidas, la amiga le dijo: “Lo que más me gusta de ti es que todo te sienta bien”. A primera vista, esta frase puede parecer un halago, sin embargo, bajo este cumplido se esconde un mensaje implícito muy dañino: puedo abusar de ti y sé que no te vas a quejar.

Esta sencilla y, en apariencia, inocente frase de la amiga de Silvia, nos está indicando la existencia de una relación desequilibrada, de una relación de sometimiento, de obediencia y represión.

Silvia siempre se había enorgullecido de ser muy buena amiga de sus amigas, pero, tras este suceso, comenzó a percatarse de que siempre estaba inmersa en relaciones desequilibradas.

Cambiar de actitud

¿Pero qué sucede cuando empezamos a hacer valer nuestra opinión y a quejarnos cuando algo no nos gusta? ¿Qué pasa cuando ponemos límites a los demás y dejamos de permitir que abusen de nosotros? Con frecuencia, muchos de los amigos desaparecen.

De hecho, suele ser habitual que este tipo de personas (que presentan este patrón de sumisión y represión), al comenzar su terapia, me refieran que poseen un considerable número de amigos, pero, pasado un tiempo, en paralelo al avance en su trabajo de liberación, me señalen que el número de amigos ha descendido.

Se pierden amigos, pero se gana autoestima.

Al final, los amigos que quedan son pocos, pero son los que realmente nos aprecian y nos quieren tal y como somos.

Una amistad no tóxica

En resumen, y enlazando con el principio del artículo, la amistad puede ser muy positiva y enriquecedora, pero siempre que esté libre de sometimientos y de juicios.

Los amigos pueden convertirse en una segunda familia, mucho más importante que la familia de origen, precisamente porque tenemos la capacidad de elegirlos, pero para poder hacerlo, tenemos que liberarnos de los patrones de sumisión que asimilamos como naturales en nuestra infancia.

Amistad sí, pero equilibrada.