Hay acciones diarias –como respetar una cola para ser atendidos en una urgencia, ocupar un asiento o salir ordenados de un atasco– que generan intranquilidad, y más cuando la gente empuja o alguien amenaza con el "quítate tú para ponerme yo".

Estas situaciones de amenaza destapan la forma de ser de cada uno y su capacidad de respuesta ante situaciones complicadas.

Necesitamos la cortesía para mantener un equilibrio físico y psicológico, además de como norma esencial en nuestras relaciones con los demás, para encontrar nuestro sitio en la familia, en la sociedad y en el mundo.

La cortesía se adquiere antes de los veinte años; después queda guardada en el fondo de los conceptos y de las formas incuestionables. Pero se debe practicar cada día.

La falta de cortesía genera malos entendidos, rencores, desprecios, groserías, mala aceptación de la imagen personal y problemas de salud individual y social.

Se trata de saber estar cada uno en su lugar, dentro de sí mismo, en su familia y en su grupo, y a la vez reconocer y saber respetar la posición de los demás y las normas formales de cada sociedad.

Implica el respeto desde todos los ángulos: respeto del anciano al joven y del joven al anciano, del hombre a la mujer y de la mujer al hombre.

Cortesía para derribar muros y marcar distancias

Las reglas básicas de cortesía son sencillas: dar importancia a los demás y prestarles atención. Otras veces requieren cortar, poner a uno en su sitio cuando está invadiendo el terreno ajeno.

Hay personas cuya presencia deseamos y a las que dejaremos acercarse, y otras de las que preferimos su ausencia o que guarden la distancia.

Solo se llega al corazón de los demás si se les convence, en la forma de tratarlos, de que se reconoce de algún modo su clase o categoría. Y todo el mundo la tiene...

La atención y la escucha marcan los límites que se ha de poner a las propias palabras. A veces no hay que perder la bella ocasión de callar que la vida nos regala a diario.

Cortesía es conducirse de modo que los demás queden satisfechos de nosotros y de sí mismos.

La cortesía no es privilegio de ricos o poderosos. Cuando los medios de comunicación aumentan su audiencia con descortesías y groserías, pasa a ser privilegio de unos pocos.

La cortesía es una disciplina física y psíquica, y corresponde a cada uno trabajarla a diario. Nace del respeto y la admiración por el otro, del saber estar cada uno en su sitio ocupando el propio espacio sin invadir el ajeno.

Recomendaciones para el ejercicio de la cortesía

  • Tratar bien a las personas es un problema diario que se ha de resolver bien todos los días.
  • La práctica de la cortesía fortalece física y psicológicamente.
  • Dice un refrán japonés que el objeto de toda etiqueta es el de cultivar la mente y el cuerpo de modo que, incluso cuando estemos sentados, ni el más grosero de los rufianes se atreva a atacarnos y, si lo hace, todas las fuerzas de la naturaleza se vuelvan contra él.