¿Qué haces con la silla del bar cuando te vas? ¿Y la de la oficina? ¿Qué hay de lo que haces en casa? Te puede parecer una pregunta completamente irrelevante, pero según la psicóloga Olga Albaladejo, autora de Conjuros del Bien-estar, este gesto podría significar mucho más de lo que imaginas.

“La psicología positiva nos invita a mirar el comportamiento cotidiano como una vía para identificar fortalezas personales”, explica para Cuerpomente. Este gesto en particular cumple con tres características muy interesantes, continua la experta, “nadie lo exige, no reporta beneficio inmediato y muchas veces pasa desapercibido”.

Es precisamente por eso por lo que la psicología del comportamiento entiende que, quien coloca la silla en su sitio o, por poner otro ejemplo, lleva el carrito de la compra a su sitio, pueden destacar en “inteligencia social, pensamientos sistémicos y orientación prosocial”. De hecho, para Olga, este tipo de gestos “incluso podría ser señales de lo que se conoce como ‘microhábitos de altruismo”, es decir, “gestos cotidianos que configuran una ética práctica y silenciosa”.

Todo ello nos lleva a pensar, concluye la psicóloga, que quienes colocan la silla en su sitio podrían destacar por las siguientes fortalezas.

Responsabilidad personal

Como explica Albaladejo, colocar la silla cuando te levantas de la mesa “no es una obligación, nadie te lo exige, nadie te va a aplaudir por hacerlo”. Y aun así, hay personas que “lo hacen siempre, de forma automática y sin pensarlo demasiado. Como una especie de gesto de cortesía, o quizá de algo más profundo”.

En este “algo más profundo” del que nos habla la psicóloga nos encontramos, en primer lugar, con esta fortaleza que es esencial en la vida adulta. La responsabilidad personal.

“Colocar la silla es una forma de asumir que nuestras acciones tienen un impacto, aunque nadie mire”, explica la experta. “Refleja un sentido interno de orden y responsabilidad, una ética del cuidado que no necesita testigos para manifestarse”.

Conciencia social y empatía

Además de responsabilidad personal, cuando colocamos la silla en su sitio estamos siendo empáticos. De hecho, explica Olga, “en hostelería, algunos camareros incluso lo interpretan como una muestra de gratitud hacia el servicio”. En otros espacios colectivos, como bibliotecas, universidades o co-workings, es “una señal de convivencia madura”.

El gesto, aunque sencillo, está profundamente conectado a lo social. “Implica respeto por el espacio compartido y por quienes vendrán después”, explica Albaladejo, por lo que “aunque no está normalizado como una obligación, hacerlo refleja una atención al otro que siempre es bien valorada en contextos sociales y profesionales”.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que, continua la experta, “quien recoloca la silla probablemente ha pensado (aunque sea inconscientemente) en la siguiente persona que va a pasar por allí. En el camarero que la va a tener que colocar. En la comodidad del entorno compartido”.

Es por eso, concluye Albaladejo, que recolocar la silla es “un gesto que nace de la consideración hacia el otro, una forma de respeto silencioso”.

Orden y autocontrol

Aunque por lo general hay una orientación social en este tipo de microhábitos, Olga Albaladejo nos advierte que “no todas las personas que hacen este gesto son sociales o empáticas”. De hecho, asegura, “algunas lo hacen porque valoran el orden, porque sienten una necesidad interna de dejar las cosas como estaban”.

En estos casos, el gesto puede denotar “autocontrol, estructura mental o incluso una forma saludable de canalizar la ansiedad”, asegura la experta.

Hay casos extremos, sin embargo, en los que el gesto también puede venir del impulso de “dejar las cosas como ‘tienen que estar’”, algo instalado en el modelo interno del individuo.

“En este caso extremo”, explica Olga, “puede ser signo de una personalidad obsesiva con el orden, rígida e inflexible ante situaciones que se salen de su marco mental. El gesto refleja más control que cuidado”.

Sentido de pertenencia

“También hay quienes colocan la silla porque se siente parte del lugar”, continua la psicóloga mientras expone las fortalezas y características de quienes realizan este gesto cotidiano.

Aunque sea por minutos, hay personas que no viven instaladas en la idea del “esto no es mío”, sino que “interiorizan la convivencia como algo que requiere participación activa”, asegura Albaladejo. “Son las mismas que recogen el papel del suelo, aunque no lo hayan tirado ellas”, añade.

Atención plena y coherencia interna

Por último, “colocar la silla al irse puede ser una expresión de estar presente”, continua Albaladejo en su análisis. En estos casos, el gesto es una forma de “actuar desde la coherencia entre lo que uno piensa, siente y hace”, algo que refleja, por lo general, una buena salud mental.

Según la experta, esta forma de actuar puede “revelar una forma de estar en el mundo más consciente, en la que las pequeñas acciones son una expresión natural de los valores personales”.

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