La vida es una historia, la de lo que le sucede a alguien durante algún tiempo, y de cómo transcurra dependerá la sensación que despierte tanto en los demás como en su protagonista.

¿Cuál es la diferencia entre tragedias y comedias?

Suele decirse que la vida puede ser una tragedia o una comedia.

¿De qué depende que sea una o la otra? ¿Y cuál es la diferencia entre ellas? ¿Se trata tan solo del consabido hecho de que las tragedias terminan mal y las comedias terminan bien?

Si fuera así, no estaríamos diciendo más que hay vidas buenas y vidas malas. Si tu vida termina bien, si obtienes lo que deseas, entonces será una comedia y serás feliz; en cambio, si tu vida termina mal, si las cosas no salen como hubieras querido, entonces tu vida es una tragedia y serás infeliz.

Sería esta una diferencia que podríamos hacer solo al final de nuestros días. ¿De qué nos serviría?

Si queremos aprender a vivir nuestra vida como una comedia y no como una tragedia, debemos buscar otras diferencias, otras divergencias que nos hablen de la forma en que transcurren una y otra historia.

Héroes y antihéroes

Una diferencia interesante entre comedia y tragedia son las características de su protagonista.

En la tragedia, el personaje principal es un héroe:

  • Ostenta grandes virtudes que defiende con su vida si es necesario; resulta muy admirable.
  • A menudo es de cuna noble, heredero de grandes tradiciones.
  • Tiene por lo común un sentido del honor muy elevado: no se deja corromper y es absolutamente fiel a grandes y loables ideales: el amor, la honestidad, la valentía, el altruismo...
  • Prácticamente no tiene defectos y, si se enfrenta a dificultades, no es por su culpa, sino porque fuerzas más poderosas (el destino o los dioses) actúan obstinadamente en su contra.
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LECTURA RECOMENDADA

Las enseñanzas de Ulises

  • Su empresa casi siempre es de extrema seriedad: su vida, las de sus allegados y en ocasiones el destino de toda su patria están en juego y dependen de sus acciones.
  • Pero su magnificencia es tal que a nosotros, espectadores, logra convencernos de que conseguirá lo que se propone.

Creo que si nos vemos a nosotros mismos como héroes y, sobre todo, si nos conducimos como tales, nuestra vida tenderá a convertirse en una tragedia.

El protagonista de la comedia es, por el contrario, un antihéroe:

  • Es más bien un bufón.
  • Suele ser de clase baja, un hombre ordinario o un súbdito de un gran señor.
  • Lejos de ser un dechado de virtudes, sus defectos y carencias están bien a la vista: es demasiado fanfarrón, demasiado ingenuo demasiado amigo de lo ajeno o, como mínimo, está demasiado enamorado.
  • Sus principios y creencias distan de la coherencia de aquellos que exhibe el héroe trágico, y a menudo cambia de opinión, de rumbo o de planes.
  • Cuando las cosas le salen mal (que es casi siempre), está claro que es a consecuencia de sus propios errores.
  • Como espectadores vemos que si al final consigue lo que quiere, será más por fortuna que por sus propios méritos.

Los peligros de hacerse el héroe

Si tenemos nuestras virtudes en primer plano y perdemos de vista nuestros defectos, cuando la vida nos ponga nuestras miserias ante los ojos –algo que tarde o temprano sucederá– sufriremos una fuerte decepción.

Si creemos que somos los únicos artífices de nuestro destino y, más aún, del de los demás, terminaremos agobiados por la culpa y el peso enorme que le suponemos a nuestros actos.

Si intentamos ser siempre fieles a nuestros principios, si queremos mantener intachables nuestros elevados ideales, nos volveremos rígidos y no seremos capaces de corregir el rumbo, aun cuando nos dirijamos hacia nuestra perdición

En cambio, si comprendemos que todos nos parecemos más a un bufón que a un héroe, entonces es probable que nuestra vida tome un cariz más cómico frente a las adversidades.

Así sabremos de nuestras imperfecciones, que nunca estaremos a la altura de los grandes ideales propios ni ajenos... Y esto, lejos de ser una razón para padecer, será una liberación. Nos dará aire para encarar los proyectos que imaginamos, porque aunque sabemos que quizá no resultarán como esperamos, podemos aceptar este hecho sin lamentos.

Si nos vemos como el personaje de una comedia, comprenderemos que las frustraciones de todos los días no son tan trascendentales. Dejaremos de lado la pretensión de que el universo se ocupe de nuestras pequeñeces y las viviremos con mayor ligereza.

El bufón puede reírse de sí mismo; el héroe, no. El héroe es serio, pues su empresa se lo demanda. El bufón, en cambio, sabe que su existencia es un grano de arena en una playa inmensa y se ríe de sus pretensiones.

¿Aprendes de tu historia o te dejas vencer por ella?

Otro elemento que aporta la diferencia entre la comedia y la tragedia para vivir con menos pesar y sufrimiento está en el punto del conflicto.

En la tragedia, el protagonista se enfrenta con el destino, con los dioses o con cualquier otra fuerza inmensamente más poderosa que él. La batalla es desigual y despierta a menudo la sensación de injusticia. Parece evidente que, al final, el héroe sucumbirá y quedará destruido o dañado física o psicológicamente.

En la comedia, en cambio, el protagonista batalla consigo mismo, con sus propios defectos y bajezas, con los errores o tonterías que ha cometido en el pasado, con sus contradicciones internas.

El objetivo del antihéroe no es el de vencer los grandes males, sino el de superarse a sí mismo. Por eso una buena resolución es posible y no está destinado a la ruina: porque por más que le vaya mal habrá aprendido algo sobre sí mismo.

En la comedia, el personaje central se transforma y, al hacerlo, contribuye a transformar el mundo que le rodea. Fijémonos el objetivo de dar lo mejor de nosotros, de ir más allá de donde habíamos llegado la última vez.

Podríamos aprender de estas historias y alejarnos del sentimiento trágico. Tanto si las fuerzas poderosas a las que nos enfrentamos nos doblegan como si salimos sorprendentemente triunfadores, habremos vivido todo ese tiempo enfrascados en una lucha que nos desgarra por dentro.

Aprendamos de la comedia a ver nuestras limitaciones y carencias, si las aceptamos y actuamos con ellas lo mejor que podamos, en lugar de exaltar nuestras virtudes y quejarnos sobre la injusticia del mundo, en nuestra vida habrá más risas y menos llantos.

Si logramos vernos tal como somos, con nuestras virtudes y defectos, sentiremos la liberación que nos aporta la certeza de hacer las cosas tan bien como somos capaces, lejos de la perfección que se autoimponen los héroes trágicos.

3 principios para hacer de tu vida una comedia

Tomar distancia de nuestras preocupaciones y tratar de tomarnos los contratiempos del día a día con un poco de humor nos ayudará a vivir con un poco más de tranquilidad. ¿Por dónde empezamos?

Ríete de ti mismo

No te tomes tan en serio.

Pon en perspectiva tus preocupaciones. Descubrirás que, casi siempre, el resultado que tanto te preocupa no cambiará radicalmente tu vida.

Acepta que eres falible, que tienes tus miserias... pero recuerda que estás acompañado: todos y cada uno de nosotros estamos en la misma situación.

Si nos despojamos de nuestras idealizaciones, nos daremos cuenta de que nuestros aspectos más rechazados pueden ser los más divertidos (¡para nosotros y para los demás!).

Prepárate para las sorpresas

Pocas veces las cosas salen como teníamos previsto. Si lo esperas, te decepcionarás una y otra vez.

El humor y la risa se producen cuando las cosas dan un giro sorpresivo, algo que nos sucede a cada paso. Parte del atractivo de la vida está en ello: de lo contrario sería predecible y, lo más seguro, bastante aburrida.

Recuerda: las cosas cambian.

No "paratodees"

Este es un verbo, inventado por un amigo mío, que significa “pensar que las cosas son para todo”. Si soy malo en una actividad, soy malo para todo; si una mujer me rechazó, me rechazarán todas; si fallé una vez, fallaré todas.

Eso es paratodear, una piedra fundamental de la tragedia: todo se define de una vez y para siempre.

Pero la vida no funciona así. Apártate de esta visión trágica. Hay situaciones distintas y momentos distintos. La mayoría de las veces podemos volver a intentarlo.