Ferran tenía unos 16 años cuando sintió que la ansiedad podía con él por primera vez. Fueron unos vértigos, en el médico le mandaron un jarabe para el estómago, y para casa. “Eran los 2000”, nos cuenta en esta entrevista que concede a Cuerpomente, “al final una enfermera me tocó las cervicales y me dijo: ‘esto son los nervios’”. Por aquel entonces, recuerda, no se hablaba de ansiedad, sino de nervios. La cosa fue a peor, y acabó con una parálisis que se apoderó de su cuerpo. No podía moverse.
El resto, como suele decirse, es historia. Porque Ferran Cases superó la ansiedad, “tampoco hice un viaje del héroe de la hostia”, nos comenta. Lo consiguió como cualquiera puede conseguirlo. Y desde entonces se dedica a divulgar sobre la ansiedad y explicar cómo superarla. Su mayor secreto, confiesa, es no tomarse demasiado en serio. El humor, los chistes y algunos trucos más bajo la manga son todo lo que necesitamos para ganar esta batalla con la que lidiamos muchos cada día.
Ansiedad, vieja amiga
-Tu historia con la ansiedad empezó muy joven, ¿cómo recuerdas ese primer contacto con la ansiedad?
Mal, lo recuerdo muy mal, supongo como todo el mundo que lo ha sufrido. Piensa que del primer momento que yo sufrí ansiedad he sacado un show que hago regularmente en teatros. Imagínate si lo tengo presente.
Yo creo que la primera vez que tienes ansiedad recuerdas sobre todo el susto, la incertidumbre, la sensación de “hostia, me muero”. No es un recuerdo agradable, pero siempre digo que sabemos cómo salir de la ansiedad y puedes verlo desde otro punto de vista. Puedes pensar “pues mira, el cuerpo me avisó y tuve una oportunidad de cambiar cosas”.
Eso es algo que me gusta mucho destacar, porque cuando hacen titulares siempre es como: “Ferran Cases, el hombre que superó la ansiedad”, como si yo hubiese hecho un viaje del héroe de la hostia. Y esto lo puede hacer cualquiera, lo hace Pili, tu peluquera y lo hace José María, el que te vende el pan cada mañana.
Hemos venido a reír
-Estamos viendo ahora, incluso en películas como Inside Out 2, una visión más amable de la ansiedad. Nos la presentan como una emoción de la que debemos aprender. ¿Qué has aprendido tú de la ansiedad?
Bueno, no sé realmente si es una emoción, deberíamos preguntarnos esto. La emoción es miedo, lo que pasa que le ponemos ansiedad porque va junto a sintomatología.
Pero, para mí, la gran pregunta siempre debemos hacernos es “¿a qué le tenemos tanto miedo?” o “¿a qué le damos tanta importancia?” Y en ese punto, a mí lo que me ha enseñado la ansiedad es a tener sentido del humor. Creo que el sentido del humor es un arma muy poderosa porque es lo que te decía antes: desdramatizas. Y si tú tienes unos pinchazos y dices: “la madre que me parió, ya está otra vez esta con los pinchazos. A ver, ¿de qué tengo miedo ahora?”
Cuando te haces consciente de tu proceso, hostia, la ansiedad pierde mucha fuerza. Y eso no quiere decir que no tengamos que hacer terapia, porque tenemos que aprender herramientas para ver el mundo de otra manera y no tener este miedo. Pero si le metemos esta chispa, en vez de ponernos dramáticos, que es algo que está como muy de moda, la cosa mejora. Es mejor hacer un buen chiste, porque con el chiste desdramatizas y desde ahí te enfrentas a esto de otra manera. El aprendizaje es ese: no me tomo tan en serio o me tomo muy poco en serio. A mí me gusta mucho el sudapollismo como filosofía de vida.
-Tal como lo cuentas, parece que el sentido del humor es casi terapéutico. ¿Cómo crees que puede ayudarnos a lidiar con la ansiedad?
Es esencial. Yo en el show me río de mi proceso con la ansiedad, pero es un espejo. Yo me estoy riendo de mí y tú que lo has sufrido, me ves y dices: “hostia, soy igual o más gilipollas que este tío”. El que se ríe de su proceso tiene una herramienta que el que no lo hace, no la tiene. A veces es complejo, porque tenemos ansiedad por un traume concreto. Es duro ponerle sentido del humor, pero es algo que tenemos que forzar.
A mí me flipó mucho lo que descubrí hace años cuando publiqué El cerebro de la gente feliz, que tuve la suerte de publicarlo con la doctora Sara Teller, una doctora en neurociencia. Sara me enviaba muchos estudios, y yo era como el tonto que tenía que leer el libro y decir: “Sara, esto no se entiende”. Y me pasó un estudio buenísimo, bastante antiguo en el que tenían dos grupos de estudio. 100 personas en un lado, 100 personas en la otra, y les hacían leer cada mañana en el estudio tiras cómicas de Calvin y Hobbes. Mientras, les hacían los encefalogramas, las pruebas de estas en las que se iluminan partes del cerebro cuando eres más feliz o cuando estás más triste. A unos los ponían a leer con un lápiz en la boca y a los otros sin lápiz en la boca.
Aquí viene lo interesante: los que tenían el lápiz en la boca, eran mucho más felices que los que no tenían lápiz en la boca. Y era por la tontería de que cuando tú te pones un lápiz en la boca, sonríes y le mandas una señal al cerebro diciendo: “estoy feliz”. Ahí a mí me petó la cabeza.
Si encima a ese reír bioquímico, le metemos el sentido del humor y tenemos la capacidad de meternos con nosotros mismos de una manera asertiva, yo creo que tienes todas las herramientas para luego poder hacer un buen trabajo y salir de la ansiedad.
Porque, al final, salir de la ansiedad científicamente sabemos cómo se consigue, trabajando la sintomatología con herramientas que sabemos que funcionan: el yoga, hacer deporte, dormir bien, etc. Y un buen proceso psicológico. El humor yo creo que es la bisagra para que todo esto sea mucho más agradable.
Hábitos contra la ansiedad
-Desde tu experiencia, ¿qué papel juegan los hábitos en la gestión de la ansiedad?
Mira, sin caer en gurús de Instagram que ven soluciones así al tuntún, los hábitos te servirán para que tu sintomatología sea mucho menor, e incluso desaparezca. Es una parte del proceso, tener estos cuatro neurotransmisores de los que todos hablan en un estado óptimo, para que tú te sientas más feliz, más animado. Porque claro, si has sufrido ansiedad y has tenido ansiedad generalizada, sabes que caes en apatía. Aquí los hábitos juegan un papel esencial.
Pero para superar la ansiedad hay que entender por qué tengo miedo y enfrentarme a él. Es decir, al final, y esto es opinión personal, creo que a nivel psicológico la terapia cognitivo-conductual es lo que mejor funciona en la ansiedad. Que no es otra cosa que decir, “oye, es que tengo un pánico a conducir”. Pues ponte a conducir, una y otra vez, otra vez, otra vez… Hasta que tú mismo te demuestres que no pasa nada. El papel de los hábitos es que yo pueda coger el coche y no me dé un ataque de pánico, porque tengo herramientas, porque sé respirar, porque me cuido.
-En especial, el deporte y la alimentación pueden jugar un papel importante, ¿no?
Desde luego. Tampoco creo que haga falta hacer burpees y estas cosas que salen en Instagram de tío loco. Vete andando a los sitios, muévete, ten una vida que no sea sedentaria y come bien. Que vivimos en Barcelona y en España, tenemos dieta mediterránea, lo difícil es comer mal: ensaladas, verduras, pescado, carnes buenas, aquí tenemos, incluso, embutidos buenos.
Es decir, no hace falta hacer cosas extraordinarias, que estamos ahora en un momento social en el que todo es blanco o negro. Sale uno a decir hay que comer sólo carne, ¿Estás seguro? Porque en lo que haces scroll, la siguiente, dice que solo hay que tomar zumos verdes. Pues no sé yo si el zumo verde me hace feliz. A lo mejor prefiero desayunar unas tostadas con un par de huevos. Ahora, también sé que, si desayuno unos cereales con un café, tengo más probabilidades de tener ansiedad. Pero es de sentido común. Si tienes pinchazos en el pecho al despertar, a lo mejor un café no es la mejor opción. Quizá es mejor hacer un poquito de deporte y tomarte una infusión, ¿sabes?
Creo que con los hábitos creo que hay que tener mucho sentido común.
-¿Y la meditación? ¿Puede ayudarnos?
A ver, yo les meto mucha caña a la gente que me dice: “es que quiero meditar y no lo consigo”. Y les digo: “no me extraña. Si tienes síntomas de ansiedad, no me extraña que no puedas meditar”. En lugar de intentar forzarte a meditar, haz una cosa. Empieza por fregar los platos y solo fregar los platos, en vez de ponerte YouTube allí en el móvil mientras tanto o estar en mil cosas, intenta hacer una cosa a la vez y luego otra. Qué sencillo es eso, y qué difícil nos lo hacemos.
Pues bueno, yo creo que sí, comer bien, hacer deporte, meditar… En general, los hábitos son importantes, pero, y aquí viene el titular, sin perder la cabeza. Porque la perdemos y nos autoexigimos. Mejor, relájate, que nada es tan importante.
Por dónde empezar
-¿Qué papel están jugando las redes sociales en esto de la ansiedad?
Las redes sociales juegan un papel indiscutible. Y ya no solo las redes sociales, sino esta hiperconectividad en la que vivimos. Hay dos cosas que juegan ahora un papel importante. Una es la sensación de tener que estar siempre ocupado. Es decir, no hay tiempo para el aburrimiento, y creo que es algo esencial para tener una buena salud mental. Aburrirse es esencial.
Y luego está la comparación constante. A mi me pasa, y soy una persona sensata, pero entro en redes y veo a tíos de mi edad o mayores, de 50 años, que les ves el torso desnudo y pienso, “su madre, este tío cómo está tan bueno”. Luego pienso, “pero Ferran, ¿qué dices? Este tío pasa horas en el gimnasio perdiendo su vida, mientras yo me leo un buen libro”. Pero imagínate ahora, las niñas de 15 años, que se enfrentan a esto.
Aunque tengo esperanza. Yo veo a mi hija mayor, por ejemplo, que es le pones la tele y dice: “bueno, me voy a jugar un rato”. Y pienso, “uy, esto es bueno”. A mí si me dejaban la tele, solo me quedaba en la tele y me daba igual.
-Si una persona que nos esté leyendo tiene una ansiedad que se muere, ¿qué consejo le darías?
Mira, el consejo más simple que doy siempre es para y respira. Lo primero es aprender a respirar. Yo hablo mucho de la respiración del bostezo, porque a mí me cambió la vida aprender a bostezar de manera artificial. En la respiración está la herramienta clave para que los síntomas rebajen. Entonces, si alguien que nos lee tiene ansiedad, de sienta, y empieza a respirar: inspira tres y saca seis por la boca. Si hace cinco de estas respiraciones, los pinchazos disminuyen o desaparecen. El cerebro interpreta que no hay una señal de peligro, el miedo disminuye, y además eres consciente de que puedes gestionar los pinchazos.
Pero aquí viene la trampa. El que está ahora leyendo y está en un ataque de pánico, lo que dirá es: “vete a tomar por culo, no puedo ponerme a respirar”. Entonces, ¿cuál es el consejo? Aprende a respirar cuando estés más o menos bien, practica cada día, para poder aplicarlo cuando te dé el ataque de pánico. Incluso cuando huelas la ansiedad. Con esto tienes mucho de ganado.
Luego, entender que en cualquier proceso mental hay que ir a un profesional de la salud si tú solo no puedes. Y si me dices, “es que a mí el psicólogo no me ha ayudado”. Pues, bueno, vete a otro, prueba a otro. Pero busca a alguien que te acompañe, que te dé herramientas para interpretar esto de otra manera.
Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.