Hace 30 o 40 años, la evaluación y detección de niños de Altas Capacidades era casi nula. Los profesores apenas estaban formados ni preparados para atender adecuadamente a estos niños y aquellos que excepcionalmente eran evaluados

Tampoco recibían el acompañamiento emocional que, debido a sus características particulares, precisaban. Como mucho, el trabajo con ellos se limitaba a ponerles ejercicios más complejos que los de sus compañeros para que estuvieran entretenidos en clase.

Rasgos de los niños con altas capacidades

Muchos niños de Altas Capacidades, hoy adultos, pasaron por el sistema educativo sin ser detectados y, en consecuencia, sin que sus padres supieran qué rasgos especiales diferenciaban a sus hijos de sus compañeros. Estos padres, tampoco tuvieron un asesoramiento apropiado sobre cómo acompañar de forma adecuada a sus hijos. Sabían que sus pequeños eran diferentes de los demás niños, pero sus “rarezas”, las achacaban a defectos de carácter y no a características especiales que muestran las personas con Altas Capacidades.

Cuando no se conoce en profundidad cómo funciona su cerebro y con qué intensidad viven su mundo emocional, algunas particularidades de los niños de altas capacidades pueden llegar a ser malinterpretadas.

Si no son detectados, muchos niños pueden ser tildados, entre otras cosas, de caprichosos, rebeldes, maleducados, histéricos, exagerados, asociales o hiperactivos, cuando lo único que hacen es ser ellos mismos. Estas etiquetas pueden ser muy dañinas y llegar a afectar de forma negativa a la personalidad y a la vida social (tanto en casa como en el colegio) de estos pequeños.

Si, por ejemplo, estos niños se quejan de las texturas, los ruidos fuertes o de las luces intensas y cortan las etiquetas de su ropa porque les molesta en su piel, son etiquetados como delicados o exagerados. Si ellos prefieren estar con niños más mayores o adultos porque sus temas de conversación les resultan interesantes, pero se les obliga a pasar más de 5 horas diarias con niños de su misma edad con los que apenas tienen nada en común, se verán a sí mismos como unos bichos raros que no encajan en la sociedad.

Si cultivan varios intereses o aficiones y van pasando de una a otra alternativamente, se les tacha de volubles o dispersos. Si se frustran cuando encuentran alguna dificultad en la tarea que realizan y no cuentan con el apoyo de sus padres y maestros que les animen a perseverar y profundizar, no desarrollarán un hábito de trabajo serio, lo que con el paso del tiempo, les llevará a sentirse fracasados si no logran avanzar en sus estudios o en sus carreras profesionales.

Estos pocos ejemplos nos muestran hasta qué punto la falta de conocimiento del entorno puede hacer mella en la moral de los niños de altas capacidades. La visión negativa que reciben de sus familiares o profesores va calando en ellos, afectando a su autoestima.

Además, el deseo de los adultos de su alrededor de cambiar estas características intrínsecas de su personalidad a base de coacciones, castigos y restricciones, les lleva a sentir una intensa inseguridad y un profundo sentimiento de desprotección.

Una autoestima dañada

Con el paso de los años, estos pequeños acaban creyendo que realmente existe algo malo en su personalidad, que son personas problemáticas, enfermas y desequilibradas, por no encajar y no ser normales como el resto de los niños. Se sienten raros e incomprendidos, la oveja negra en todos los grupos donde intentan integrarse.

A temprana edad, aparecen en muchos de ellos problemas emocionales y físicos: fracaso escolar, apatía, ansiedad, estrés, depresión, enfermedades gástricas, alergias, enfermedades respiratorias, etc.

Muchos de aquellos niños de altas capacidades no detectados décadas atrás, acuden hoy a terapias psicológicas sintiéndose fracasados y con la autoestima profundamente dañada.

Cuando me encuentro con personas de estas características en mi consulta, les explico cómo funciona un cerebro de altas capacidades. Les hablo del cerebro en llamas, del pensamiento arborescente, de la hipersensibilidad, de la intensidad emocional, de su amígdala hiperreactiva, de las disincronías, etc.

Poco a poco, van comprendiendo que aquello que en sus infancias fue catalogado, por los demás, como un problema, no era más que lo normal para un niño o niña de sus características.

El caso de Ana

Recuerdo que al hablar de este tema en mi consulta con Ana, una mujer de unos cuarenta años con evidentes altas capacidades, pero con muy baja autoestima, ella se resistía a creer que pudiera tener una inteligencia superior a la media. Había fracasado en los estudios, en su trabajo no se mostraba particularmente brillante, y no cumplía, para nada, con la imagen prototípica que la mayoría de la gente tiene de las personas de altas capacidades.

En su caso, Ana sintió la necesidad de realizar las pruebas necesarias para confirmar el diagnóstico.

Al igual que Ana, muchos adultos que no fueron detectados en su infancia, debido a su bajísima autoestima, se niegan a creer que ellos puedan estar por encima de la media en algo y necesitan una confirmación “científica”. Ana comenzó a leer sobre las altas capacidades y comprobó que cumplía todas las características que las describen. Pudo entender, entonces, que todo aquello que le reprobaban en su infancia (la tachaban de caprichosa, delicada o rara) no era más que una visión parcial y negativa de su esencia natural.

Cómo devolverles la confianza

Para recuperar la confianza en sí mismas, las personas de altas capacidades, necesitan reconocer sus peculiaridades y sus diferencias.

Su cerebro funciona de forma diferente al de otros, es más rápido, continuamente está en funcionamiento y tiene una forma de conectar pensamientos arborescente, es decir, no une las ideas linealmente, sino que puede relacionar conocimientos de muy diferentes áreas entre sí para hallar soluciones únicas y originales a problemas que muchos antes que ellos no habían logrado resolver. Además de pensadores originales, estas personas son inmensamente creativas, perspicaces, empáticas, altruistas, poseen un sentido de la justicia puro y una sed de saber inquebrantable.

Pero son muchos los problemas que deben afrontar en su día a día desde que son bien pequeños, rechazo, acoso escolar (de alumnos y profesores), aburrimiento, ansiedad, sesgo de género (aún hoy en día ellos son más detectados que ellas), una altísima sensibilidad emocional, disincronías (maduran diferentes áreas de forma diferente) y otros muchos de los que iremos hablando en nuevos artículos.