Uno de los procesos ligados al envejecimiento es una inflamación crónica de los tejidos del organismo. Una dieta y unos hábitos de vida adecuados pueden ayudar a evitar que este proceso acabe pasando factura.

La inflamación es un mecanismo de defensa básico del organismo.

Cuando se produce una agresión (por una infección, un producto químico, células cancerígenas, alérgenos, etc.), el órgano o zona afectados se defienden inflamándose, pues al aumentar el flujo de sangre en la zona se liberan más fácilmente las sustancias y células que neutralizan la agresión.

La reacción puede ser inmediata, como en una rinitis, o tardar unas horas, y ayuda al organismo a recuperar el equilibrio.

El problema es que, si la infección o agresión no se frenan por completo, la inflamación se cronifica y persiste a un nivel mínimo e imperceptible (por debajo del umbral del dolor), que va minando la salud.

Esta inflamación silenciosa abona el terreno para la aparición de las enfermedades crónicas propias de la vejez. Daña las arterias, acelera el envejecimiento del cerebro, deprime el sistema inmunitario y favorece la formación de tumores cancerígenos.

Dieta y hábitos contra la inflamación

Una dieta inadecuada, la obesidad, el sedentarismo, el tabaco, las radiaciones, la contaminación, el abuso de ciertos medicamentos y el estrés favorecen esa cronificación. Medir marcadores de inflamación es básico en un tratamiento antiaging de cara a dar después unas pautas que contrarresten el proceso y refuercen el sistema inmunitario.

El nivel de proteína C reactiva, la proporción entre eicosanoides proinflamatorios y antiinflamatorios, el nivel de insulina y el cortisol, entre otros, ayudan al diagnóstico.

En cuanto a la dieta, aumentar el consumo de ácidos grasos omega-3, presentes en el pescado azul, las nueces y el aceite de lino, es una de las formas de combatir la inflamación.

Al mismo tiempo, conviene moderar el consumo de alimentos ricos en ácido araquidónico, precursor de eicosanoides proinflamatorios, como la carne roja, la yema de huevo o los fritos.

Si quieres saber más sobre la dieta antiinflamatoria, quizá te interese el curso online Dieta Antiinflamatoria de Escuela Cuerpomente.

Cómo frenar el estrés oxidativo

De entre las más de doscientas teorías que intentan explicar por qué se envejece, una de las más aceptadas es la del estrés oxidativo, según la cual el factor clave es el daño causado por los radicales libres en el organismo.

Los radicales libres son desechos tóxicos que generan las células como consecuencia de su funcionamiento normal. Se necesitan en cierta medida, pero en exceso aceleran el envejecimiento y aumentan el riesgo de arterosclerosis, enfermedades autoinmunes, cáncer, Parkinson y Alzheimer.

Para contrarrestar su presencia el cuerpo genera antioxidantes, pero no los suficientes, y necesita obtener el resto a través de los alimentos.

Una dieta rica en frutas y verduras frescas es la mejor manera de alimentar el sistema antioxidante del organismo. El ejercicio físico moderado y la reducción del estrés mediante un cambio de actitud y técnicas de relajación o de meditación también pueden ayudar.

En un análisis sanguíneo convencional no hay forma de ver el grado de estrés oxidativo.

La medicina antiaging lo hace midiendo el nivel tanto de oxidantes como de antioxidantes, endógenos y exógenos, e incluso puede establecer a qué tejidos está afectando un desequilibrio.

"Así vemos qué antioxidantes necesita cada uno, en qué cantidad y durante cuánto tiempo", explica el doctor Julián Bayón de la Clínica Planas.

Son antioxidantes las vitaminas A, C y E, minerales como el selenio y el cinc, y otros muchos compuestos como el licopeno de los tomates, las antocianinas de los arándanos, los compuestos azufrados de las coles y los ajos, etc.

En los alimentos los antioxidantes se encuentran en su estado natural y el organismo los asimila mejor, pero cuando no se logre compensar las deficiencias con la dieta los suplementos pueden ayudar.

"Si uno se toma antioxidantes sin saber cuáles necesita será cuestión de suerte que acierte o no", añade Bayón. "En cualquier caso será mejor tomar un complejo de varios antioxidantes en pequeñas concentraciones que tomar uno solo en grandes cantidades."

Comer menos para vivir más

Las raciones que nos servimos han ido creciendo en las últimas décadas. Sin embargo, numerosos estudios demuestran que comer menos alarga la vida. Poblaciones longevas del planeta, como las del Cáucaso y los Andes, consumen casi un tercio menos de calorías que un ciudadano occidental.

Sólo una dieta variada puede asegurar que se ingieran todos los nutrientes que precisa el organismo. Comer menos no sólo no alarga la vida si no se come bien, sino que incluso puede acortarla.

La restricción calórica sin desnutrición reduce el estrés oxidativo y retrasa el deterioro físico y mental que acompañan al envejecimiento. También previene la concentración de hierro que suele acarrear la edad y que aumenta el riesgo cardiovascular.

Libros sobre envejecimiento saludable

  • Antiaging; J. Bayón y M. Sánchez. Ed. Bresca
  • La solución antiaging; V. Giampapaetal. Ed. Planeta
  • Las fuentes de la enterna juventud; Andrew Weil. Ed. Temas de Hoy