Cuando una familia decide tener hijos se enfrenta a un sinfín de fantasías relacionadas con su propia historia personal, sus vivencias como hijos y las relaciones que han tenido con sus hermanos, tanto en la infancia como en la edad adulta.

Valora el momento de tenerlos, el número de hijos, el tiempo que debe discurrir entre uno y otro, y se plantea la cuestión de la rivalidad y los celos que puedan aparecer y cómo va a afectar todo ello a las relaciones familiares.

En la mayoría de casos, los padres desean tener más de un hijo con la idea de que los niños no se sientan tan solos y que la relación entre ellos los enriquezca y los haga más sociables con otros niños.

Es cierto que crecer en un grupo familiar con uno o más hermanos es estimulante y que los niños suelen resultar menos egoístas y estar menos sobreprotegidos que si son hijos únicos. Ahora bien, se ha de partir de la premisa de que los niños son egoístas por naturaleza.

Enseñar a compartir

El egoísmo de los niños, en determinados momentos de su evolución, les servirá para forjar su individualidad y su personalidad. Pero si no se les enseña a compartir, ese egoísmo dará paso al egocentrismo y a corto plazo se habrán convertido en pequeños tiranos. Y si es difícil enseñar a compartir cuando se tiene solo un hijo, aún lo es más cuando se trata de varios hermanos.

Una de las premisas que deben seguir los padres es mostrarles que compartir no supone perder nada y, mucho menos, su cariño. Conviene, pues, que cada uno de los hijos vea que se le presta la atención necesaria, ya que identifican esa atención como un gesto del amor de los padres y, si se sienten desatendidos, creen que se les quiere menos que a otro hermano.

Aunque la rivalidad no tarde en aparecer y con ella los conflictos, si los niños sienten que tienen un lugar en la familia y que son queridos tal como son, esa rivalidad quedará más atenuada que si les damos motivos para que se sientan apartados dentro del grupo familiar.

Enseñar a compartir supone, asimismo, mostrarles que hay cosas que son personales y que cada uno tiene sus preferencias, sus espacios y sus "propiedades", que deben ser respetadas por todos. De este modo cada hijo verá que se respetan tanto su forma de ser como su privacidad y entenderá que hay otra serie de objetos, pertenencias y espacios que deben compartir todos.

Conflictos y peleas entre hermanos: son inevitables

Los conflictos y las peleas son consustanciales a la relación entre hermanos y deben entenderse como algo normal dentro del día a día de esta relación, sobre todo cuando se trata de niños pequeños que se llevan poco tiempo.

Estos pequeños conflictos fruto de la convivencia, del gran número de horas que pasan juntos y de las actividades compartidas, serán una buena escuela para entrenar a los niños en los conflictos que se van a encontrar en ambientes como la escuela, las actividades extraescolares, el deporte o simplemente en el parque cuando jueguen con otros niños.

Otra cosa es cuando las peleas son fruto de una rivalidad y competitividad excesivas para hacerse un lugar en la familia y llamar la atención de los padres. El origen de esta rivalidad más compleja puede ser debida a distintos factores en los que la actuación de los padres puede tener mucho que ver.

En esos casos conviene seguir estas pautas:

  • Fomentar la individualidad y alentar las diferencias, sin llegar a caer en el favoritismo hacia alguno de los hijos porque resultan más simpáticos o son más hábiles en alguna actividad.
  • Evitar caer en un exceso de identificación con los hijos: aunque cuesta no caer en la tentación de decir que "el pequeño es tan listo como yo" o que "la niña es igual a la familia de la madre", debe evitarse hacer una diferenciación excesiva para que ninguno se sienta como un extraterrestre que no se parece a ninguno de los padres ni se granjea la simpatía de nadie.
  • Procurar no favorecer la competitividad ni las comparaciones: no hay dos niños iguales, aunque sean gemelos. Uno puede ser mejor estudiante, otro mejor deportista, otro tener más habilidades artísticas, etc. Si continuamente se hipervaloran esas habilidades y se usan para comparar entre hermanos se fomenta una competición insana.
  • Procurar ser lo más equitativos posible a la hora de repartir las tareas de la casa. No puede ser que siempre se cargue a uno de trabajo mientras el otro juega.

El problema de los celos entre hermanos

Los celos son una cuestión que va más allá de la rivalidad de la que hemos estado hablando.

Los celos son un sentimiento irracional, un estado afectivo que se caracteriza por el miedo a verse desposeído de lo que se tiene; en este caso, por el temor a perder el lugar que ocupaban en el amor de sus padres.

Los celos, por tanto, aparecen con la llegada de un nuevo hermano y, aunque al principio se muestren indiferentes o llegue a parecer que sus hermanos son lo más importante del mundo, no es extraño que tarde o temprano se hagan presentes.

En muchas ocasiones los niños esperan tener un hermanito para que sea su compañero de juegos, pero cuando ven a una criatura indefensa e "inservible" para jugar y que, además, capta mucha de la atención y el tiempo de los padres, su cariño se vuelve ambivalente y pueden surgir los celos.

En principio, los celos son normales e incluso saludables, ya que evidencian la capacidad que tiene el niño de amar, así como su grado de pertenencia al grupo familiar.

Sin embargo, los niños pueden sentir un gran dolor interno cuando los celos son exacerbados y, aunque se esfuercen por controlar unos sentimientos a la vez contradictorios y dolorosos, como les resulta difícil expresarlos con palabras suelen hacerlo de un modo extraño e incomprensible para los adultos.

Cómo detectar los celos entre hermanos

Algunas señales que pueden indicar que existe una reacción celosa son:

  • Los niños más activos y extravertidos pueden mostrar una actitud muy competitiva que conlleve la aparición de comportamientos agresivos, como pegar a su hermano, romperle los juguetes, no dejarle jugar con ellos, etc.
  • Los más protegidos por sus padres pueden sentirse abandonados y suelen volverse contra ellos mostrándose más rebeldes o desobedientes, negándose a comer, queriendo dormir con ellos o estallando en rabietas antes inexistentes.
  • Los niños más tímidos, con menos recursos expresivos y con mayor sentimiento de culpa, tienden a mostrar sus celos replegándose en sí mismos, volviéndose más inhibidos, apáticos y tristes.
  • La ambivalencia hacia el nuevo hermano también se puede convertir en un instinto de sobreprotección con el que disfrazan su rechazo.
  • En otros casos los niños pueden mostrar somatizaciones, como dolor de cabeza o barriga, fiebre, etc. o pequeñas regresiones como volver a orinarse encima o querer nuevamente el chupete.

Cómo ayudar a los niños a superar sus celos

Los celos son una reacción natural en los niños. No ignorarlos y seguir algunos consejos puede ayudarles a superarlos.

  • Reconocerlos. La primera forma de acercarse al problema de los celos es aceptarlos y no tratar de negarlos ni de esconder el conflicto bajo la alfombra, haciendo como si no pasara nada. El hecho de reconocerlos permite comenzar a hablar con los niños de cómo se sienten, ya que verán que se ha abierto un espacio para la comprensión que antes veían negado. Pese a todo, hemos de pensar que, aunque puedan hablar de sus sentimientos, estos no van a desaparecer automáticamente ni de un día para otro, pero sí que sus manifestaciones se verán atemperadas y serán menos graves o explosivas.
  • Mostrar comprensión. Además de hablar con los hijos, es importante mostrarles que, pese a su malestar y a los problemas que puedan estar dando, sean regresiones, peleas o berrinches, se les sigue queriendo como siempre ya que nos hacemos cargo de lo que les ocurre.
  • Cultivar la empatía. Adoptar una actitud empática, es decir, ponerse en el lugar de los hijos y tratar de sentir lo que ellos están sintiendo ayuda a abordar mejor las situaciones de celos que se presentan.
  • Personalizar la atención. Conviene procurar crear un espacio en el que se pueda estar a solas con el que esté más celoso, realizando alguna actividad que le guste, ya sea ir al parque o al cine, por ejemplo.
  • No sobrecargarles. Debe intentarse no hacerles responsables del cuidado de su hermano o sus hermanos si no les apetece demasiado.
  • Vigilar a los más pequeños. No hay que olvidar que los hermanos pequeños también pueden sentir alguna vez celos de sus hermanos mayores, así que conviene estar atentos por si hacen su aparición.

¿Influye el orden de nacimiento en el carácter?

Lógicamente los padres suelen ver distintos a todos sus hijos y muchas veces no saben explicarse estas diferencias en tanto que dicen, los han tratado a todos por igual, los han educado del mismo modo, han querido que nacieran cada uno en su momento y, en cambio, unos son más abiertos, otros más introvertidos, unos mas cariñosos y otros más ariscos.

Sin dudar de que todos los hijos han sido bien recibidos, no es del todo cierto que hayan tenido todos el mismo trato. Eso es muy difícil de conseguir.

Por otro lado, cada uno va desarrollando su propia personalidad fruto de la relación con los padres y con los hermanos

Distintos estudios psicológicos, como los de la terapia familiar sistémica, hablan también de una serie de características propias según el orden de nacimiento:

El hijo mayor

En líneas generales, los primogénitos suelen ser más responsables y estudiosos, adquieren rápidamentete el lenguaje y tienden a madurar antes al vivir rodeados casi exclusivamente de adultos. Esto no significa que no pueda haberlos introvertidos y reservados.

Al haber sido hijos únicos durante un tempo mas o menos largo, tienden a padecer más los celos por el nacimiento de un hermano, pues temen perder su lugar y las ventajas que comportaba.

En ocasiones los mayores pagan la novatada de los padres y reciben temores y ansiedades fruto de la inexperiencia en forma de sobreprotección.

El hijo del medio

Los niños que ocupan un lugar intermedio no disfrutan de los privilegios del mayor ni serán para siempre el pequeño de la casa, ya que cuando llegue será este quien pase a copar las atenciones de los padres

La posición es un tanto complicada, pues pueden caer en una especie de anonimato y una falta de protagonismo que sí pueden tener los otros hermanos. Se encuentra así entre dos paredes y para "hacerse ver" pueden recurrir a la rebeldía y la confrontación.

Los hijos medianos sentirán, aunque no sea del todo cierto, que han de apañarse por su cuenta, ya que sus padres están repartidos entre sus hermanos. Tienden ser más independientes, aunque también pueden llegar a sentirse más confusos o volverse muy sensibles a las injusticias.

Los hijos pequeños

Su situación varía en función de si llegan muy seguido o muchos años después que sus hermanos, y de si se trata o no de una familia numerosa.

Los padres, por regla general, suelen dedicar menos tiempo al pequeño que a los anteriores, entre otras cosas porque ya cuentan con muchas obligaciones familiares. Eso hace que se relajen más en cuanto a las normas y sean menos exigentes.

Como consecuencia de ello y de la relación con los hermanos, tienden a ser más extravertidos y alegres. La competencia con los demás les imprime un carácter fuerte y peleón.

Gemelos, hermanos en paralelo

Cuando se trata de gemelos las cosas aún pueden complicarse más, sobre todo si son gemelos idénticos. Los comentarios acerca de su parecido tienden a fusionarlos más que a separarlos y, por ello, los padres deben esforzarse en hacer esa separación para que se sientan únicos y no como el espejo del otro. Para ello conviene:

  • Fomentar las diferencias. Es mejor que vistan de modo distinto, incluso con distinto peinado, para que no se vean idénticos.
  • No comparar. Más que entre otros hermanos, no se deben tratar los logros individuales como objeto de comparación.
  • Personalizar mucho más el trato que en otros casos.
  • No alentar la dependencia entre ellos, procurando que se relacionen con otros niños y que cada uno pueda tener sus amigos.