De crecimiento rápido y floración generosa, la rudbeckia es perfecta para aportar un toque vibrante y algo silvestre a los jardines.

Su presencia recuerda a los prados norteamericanos, pero se adapta muy bien a climas templados y secos. Cada flor es una explosión de amarillo dorado que se mantiene durante semanas. Sus botones oscuros parecen como ojos que miran hacia el horizonte desde las praderas y quizá de ahí que se la conozca también como "susana de ojos negros".

idealesara jardineros novatos. Y cuando otras plantas ya se marchitan, ellas siguen llenando el jardín de vida y color.

 

Origen de las rudbeckias

Las rudbeckias son originarias de América del Norte, donde crecen de forma silvestre desde Canadá hasta el sureste de Estados Unidos. Se encuentran sobre todo en praderas, márgenes de caminos, claros de bosques y zonas húmedas, formando parte de los paisajes abiertos de la pradera americana.

Rudbeckias y equináceas en el jardín

Rudbeckias y equináceas en el jardín

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En su hábitat natural conviven con otras plantas típicas de pastizales templados, como las gramíneas altas, los asclepias o los equinoccios, lo que explica su excelente adaptación a estilos de jardín naturalista o tipo pradera.

Apariencia y variedades más bonitas

Las especies de rudbeckia se reconocen fácilmente por sus flores. Tienen una cabeza de flor marrón rodeada de flores radiales amarillas.

Dependiendo de la especie, se mantienen en posición horizontal o ligeramente colgantes. Especialmente llamativa es la flor de la rudbeckia gigante (Rudbeckia maxima), que constituye un espectáculo muy impresionante en el macizo de flores.

Según la variedad, las flores aparecen entre julio y octubre y atraen numerosos insectos beneficiosos, como abejas y mariposas.

Rudbeckia hirta o margarita gloriosa

Rudbeckia hirta o margarita gloriosa

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Entre las variedades de floración temprana están la rudbeckia doble (Rudbeckia laciniata), y la rudbeckia paracaídas (Rudbeckia nitida ‘Juligold’), con pétalos colgantes que parecen flotar al viento. Por otro lado, la Rudbeckia fulgida y la Rudbeckia triloba, muy populares, aún florecen a finales del otoño.

Estas plantas perennes crecen en grupos densos y pueden formar agrupaciones muy vistosas. Algunas especies se propagan por rizomas, expandiéndose suavemente por el jardín.

Las hojas, de un verde fresco, crecen sobre tallos rígidos y erguidos que pueden alcanzar desde 40 cm hasta 2 metros, como es el caso de la rudbeckia paracaídas. Durante la floración, el follaje queda prácticamente oculto tras la abundancia de flores.

¿Qué lugar y qué tierra son más adecuados? 

Como sugiere la intensidad de sus colores, la susana de ojos negros ama el sol. Para crecer bien necesita una exposición plenamente soleada y un sustrato rico en nutrientes, aunque se adapta a diferentes tipos de suelo.

La rudbeckia necesita un riego regular, especialmente durante su período de floración. Es recomendable regar cada semana, asegurándose de que los primeros centímetros de suelo estén secos antes de volver a regar. Durante los periodos de calor extremo, puede ser necesario aumentar la frecuencia del riego a dos veces o más por semana. 

Un buen drenaje y algo de materia orgánica la ayudan a florecer con más fuerza.

En cuanto a la resistencia al frío, muchas especies son sorprendentemente duras. La Rudbeckia fulgida soporta temperaturas de hasta -35 °C. No obstante, algunas, como la Rudbeckia maxima o la Rudbeckia hirta, prefieren cierta protección invernal, como una capa de hojas secas o ramas.

Cómo utilizar la rudbeckia en el jardín

Todas las especies de rudbeckia se adaptan perfectamente a macizos de flores y praderas naturalizadas. Algunas, como la variedad Goldsturm (una selección de Rudbeckia fulgida var. sullivantii), desarrollada por el paisajista Karl Foerster, han ganado premios por su vigor y prolongada floración. Es particularmente apreciada en jardinería urbana y naturalista, gracias a su porte ordenado y su resistencia.

El amarillo intenso de la rudbeckia combina especialmente bien con tonos cálidos. Queda preciosa junto a milenrama naranja o roja (Achillea), helenios (Helenium) o incluso con otras plantas de floración contrastante como los lirios antorcha (Kniphofia) o el gordolobo (Verbascum).

En otoño, se puede acompañar con ásteres para mantener el jardín lleno de color hasta las primeras heladas.

Las variedades más bajas de rudbeckia son ideales para bordes delanteros, mientras que las más altas se colocan en la parte trasera del arriate, desde donde siguen atrayendo todas las miradas.

Poda adecuada

Cortar las rudbeckias después de la floración puede ayudar a controlar su forma y evitar la autosiembra excesiva, lo que situaría a estas flores en otoño en el calendario de podas.

Sin embargo, muchas variedades, especialmente las de tallo alto, ofrecen una silueta atractiva en invierno. Los conos centrales oscuros se cubren de escarcha y dan interés estacional al jardín, además de servir de alimento para aves como los jilgueros. Por eso, muchos jardineros prefieren podarlas en primavera, justo antes del nuevo crecimiento.

Cómo reproducir la planta

Para mantener su vigor, todas las rudbeckias deben dividirse cada cuatro o cinco años.

El mejor momento para hacerlo es en primavera, cuando los nuevos brotes son visibles pero aún pequeños. Dividirlas y trasplantarlas permite airear los macizos y multiplicar las plantas con facilidad. También se puede reproducir por esquejes.

Las variedades anuales o bianuales, como la Rudbeckia hirta o "margarita gloriosa", también germinan bien directamente sembrando las semillas en el suelo cuando las condiciones son templadas.

Enfermedades y plagas más habituales en las rudbeckias

Las plantas jóvenes pueden ser víctimas de los caracoles, sobre todo en climas húmedos. Las rudbeckias adultas, en cambio, resisten bastante bien las plagas.

A veces pueden verse afectadas por pulgones o mildiú polvoroso, aunque con una buena ventilación y sin exceso de riego, suelen mantenerse sanas.

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