¿Por qué nos da tanto miedo hacernos ciertas preguntas? ¿Merece la pena vencer el bloqueo y llevar una vida de reflexión activa? Sócrates tendría muy clara la respuesta: sí, merece la pena hacernos mil preguntas, hacérselas a los demás e intentar responderlas, aunque te cueste, como le sucedió a él, la vida.

Agnes Clallard, filósofa y profesora de esta disciplina en la Universidad de Chicago, se ha propuesto devolvernos esta figura tantas veces olvidada para demostrarnos su importancia, su aplicación práctica. Porque hay vida más allá, o mejor dicho antes de, los estoicos. En esta entrevista para Cuerpomente hablamos de su libro Sócrates al descubierto, del amor, de las grandes preguntas, de la felicidad y de cómo atrevernos a llevar una vida más consciente y reflexiva.

Sócrates, la filosofía y la felicidad

-Desde tu perspectiva, ¿existe un secreto de la felicidad? ¿Cuál sería en tu opinión este secreto?

Pues yo creo que tiene que haberlo, pero no lo conozco. Ojalá lo supiera. Yo soy una intelectual socrática, por lo que creo que el conocimiento es la clave para vivir bien. Si tuviéramos el conocimiento, tendríamos ese secreto. La pregunta que yo trato de responder en mi libro es, ¿cómo vivimos cuando no sabemos ese secreto? ¿Cómo vivimos con la intención de adquirir ese conocimiento? Pero sí creo que hay un secreto, lo que pasa que no sé cuál es.

-Tu libro nos permite comprender a Sócrates en profundidad. Mi pregunta es, ¿por qué Sócrates y por qué ahora? ¿Por qué Sócrates sigue siendo relevante en el presente?

Pues creo que Sócrates fue un pionero en una nueva forma de relacionarnos con los demás. A él se le ocurrió la idea de que podíamos vivir nuestra vida realmente en comunidad, consultándonos entre nosotros. Y ese tipo de vida juntos pasaba por admitir que solos no podemos.

Creo que la idea de no se puede vivir solo es evidente y la mayoría de gente estaría de acuerdo, pero hay quien piensa que el motivo es que a veces nos ponemos enfermos y necesitamos que nos cuiden. Pero Sócrates pensaba, que no, que hay una forma más fundamental de necesidad del otro, una necesidad intelectual.

No sabemos cómo vivir, no sabemos lo que importa. Y podemos ayudarnos, podemos guiarnos, admitiéndolo de forma abierta.

-Para quién no esté familiarizado con el término, ¿qué es y cómo nos puede ayudar el método socrático en nuestra vida?

La forma más clara de explicarlo es que para el método socrático hacen falta dos personas: una que haga preguntas y otra que las responda. Y cuando la segunda persona responde, la otra persona hace otra pregunta. Ese es el elemento socrático. Cada pregunta puede tener una respuesta, pero la pregunta que viene después hace que la otra persona piense con más profundidad.

Hay otros elementos importantes, y quisiera destacar uno más, y es que hay que hacer preguntas que nos importen de verdad, y preguntas que también sean importantes para la otra persona. Hay que encontrar algo que lo que ambos tengamos un interés auténtico, en lo que queramos adquirir más claridad. Y creo que la forma más sencilla de pensar en ello es que el método socrático es una conversación, pero es una conversación que pretende estar a un cierto nivel

La gran pregunta

-En el libro empiezas contándonos como Tolstói se enfrenta a una gran pregunta: ¿por qué? La cosa no acaba bien. ¿Qué sucede en nuestras mentes, en nuestras vidas cuando nos enfrentamos a preguntas tan grandes como la del sentido de la vida, y qué beneficio tiene abrir esa puerta?

Hablo de Tolstói porque a él no le fue nada bien hacerse esta pregunta. De hecho, le fue fatal. Tolstói llevaba desde su juventud manteniendo al margen estas preguntas, por lo que él cuenta, y sobre la cincuentena llega a la conclusión de que es hora de enfrentarlas. Y llegó a dos conclusiones. Primero, que esas son las preguntas más fundamentales de la vida, y no hay nada que importe si no las respondemos. Y, número dos, que nunca iba a poder responder esas preguntas. Así que decide que la vida no tiene ningún sentido y es mejor suicidarse. Esa es la conclusión a la que llega

Lo que yo planteo es, ¿por qué Sócrates y Tolstói tuvieron respuestas tan contrapuestas a ese encuentro con preguntas fundamentales? A mi modo de ver, la clave está en que Tolstói intentó hacerlo solo, y solo no se puede. Tolstói trató de plantearse esas preguntas a sí mismo, mientras que Sócrates se lo planteaba a otra persona, esperaba que le respondieran y les hacía otra pregunta. Ese es el método que funciona.

-Hablamos de estas dos formas que tuvieron Sócrates y Tolstoy de encarar las preguntas. Y la pregunta que me surge es, ¿hay peligro en lo contrario? ¿Existe peligro en la irreflexión?

Sí, y creo que Sócrates coincidiría en que entraña algunos peligros importantes. El primero es lo que le sucedió a Tolstoy. No nos planteamos las preguntas, las mantenemos al margen, pero de repente aparecen, nos abruman, nos asaltan, y somos incapaces de indagar en ellas porque no sabemos qué hacer. Básicamente porque damos por hecho que deberíamos poder resolverlas solo. Ese es un peligro.

Pero yo supongo que un peligro más profundo es que si no indagamos sobre por qué hacemos lo que hacemos, entonces no estaremos haciendo las cosas por el motivo correcto. El método socrático nos da la posibilidad de vivir de una forma más estable, más coherente, porque entendemos por qué hacemos lo que hacemos.

-Vivimos en una era de grandes distracciones, en la que la atención está en crisis. ¿Nos aleja esto de la filosofía o de alguna forma nos acerca? Porque es innegable que la filosofía está en auge.

Yo creo que ambas cosas. Creo que lo que nos muestra Internet es lo fáciles de distraer que somos y hemos sido siempre. Lo débil que era nuestra fuerza, la fuerza con la que nos concentrábamos o con la que prestamos atención. Lo que pasa es que no lo tuvimos claro hasta que no tuvimos en la mano estos aparatitos que nos lanzan imágenes constantemente.

La cuestión es que nunca tuvimos un camino en la vida. Solo lo parecía porque no teníamos las maquinitas de distracción.

Ahora, esto nos pasa a todos, lo de distraernos con los teléfonos, y a la vez sabemos que no está bien. Y eso es lo que nos empuja a la filosofía. En épocas anteriores, cuando no teníamos estas maquinitas que exponían lo rotos que estamos, pensábamos que todo iba muy bien, pero ahora se pone de manifiesto que no lo estamos.

El amor y la muerte

-Durante toda la entrevista hemos hablado de lo importante que es el papel de la otra persona en el método socrático. En tu libro, de hecho, dedicas un capítulo al amor. Entonces, ¿puede Sócrates enseñarnos a amar mejor, a tener mejores relaciones?

Sócrates creía que hay algo en todos nosotros que no está completo, que solo encuentro en otra persona. Y era el conocimiento.

Mi falta de conocimiento, mi incapacidad para examinar mis propias creencias, mi exceso de confianza, son carencias que tengo como ser humano. Y ahí tengo que arrojarme a los pies de la gente que me rodea, porque puedo verme reflejado en el espejo de los demás y ver cuáles son mis carencias y cómo corregirlas. Y ese, para Sócrates, era el objetivo del amor. Ese beneficio que los seres humanos solo podemos sacar unos de otros.

Y es una suerte de compensación para completar el modo en que somos defectuosos, incompletos y seres imperfectos.

-Todos, de una forma u otra, tememos la muerte. Es algo que abordas también en tu libro. ¿Puede ayudarnos el método socrático a hacerle frente a ese miedo y vivir de forma más plena?

Para Sócrates el verdadero miedo a la muerte es el miedo a intentar hacer algo y morir antes de terminarlo. Y yo creo que ese es un miedo que atenaza a cualquiera que se proponga hacer algo a lo grande, ya sea construir una gran catedral, escribir una gran novela o curar una enfermedad, porque podría morirme en cualquier momento y entonces no lo terminaré. Como Moisés, cuando le ofrecen la visión de la tierra prometida y le dicen, tú nunca la verás.

Ese es el otro miedo a la muerte, y es verdaderamente destructivo, porque puede impedirnos marcarnos objetivos grandes y llenos de significado. Si nunca nadie se hubiera propuesto hacer nada que fuera más allá de una vida humana, no tendríamos la gran mayoría de logros de la humanidad.

De todas las cosas que pueden ocupar más de una vida humana, la filosofía es el caso más extremo, porque estas preguntas son tan grandes, tan difíciles... Van a hacer falta tantas vidas para resolverlas. Y los filósofos tienen la arrogancia de una tarde durante el almuerzo plantearse una pregunta, sabiendo que no van a terminar antes de que terminen de comer.

Sócrates dice que eso es la práctica para la muerte. Que la filosofía es la práctica de la muerte y del morir, porque es la práctica de asumir tareas que van más allá de lo humano.

Lecturas recomendadas

-Para acabar, ¿nos recomendarías tres libros que puedan seguir filosofando después de leer Sócrates al descubierto?

Vale, en primer lugar, creo que el primer libro es Los diálogos socráticos. Si os gusta mi libro, hay que leer los diálogos.

Y otro libro que yo recomendaría es un libro llamado Egipcius Minor. Tiene diez páginas. Es un libro del que no os puedo hacer spoilers, pero digamos que Sócrates tiene una perspectiva que, si te la explico, te va a parecer una locura. Pero no te la voy a contar, tenéis que leerlo.

Y la segunda recomendación, es una novela que acabo de leer, de Unamuno, llamada La niebla. Quizá ya lo habéis leído, porque es una novela española, que habla de una suerte de crisis existencial representada a través del problema de qué significa ser un personaje en una novela. Es una novela muy filosófica y quizá ya la conocéis.

¿Puedo añadir una más? Rachel Kask, es una novelista que tiene una serie de novelas llamadas Outline, en las que la gente casi mantiene conversaciones filosóficas. Es una especie de fantasía con extraños, con gente que se encuentra al azar. Y creo que ella es una novelista muy socrática.

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