La palabra “ego” proviene del latín “yo”. Aunque en la psicología, este término es mucho más complicado que un simple pronombre. Freud postulaba que el ego es una de las partes en las que se divide la mente, la más racional, la que media entre impulsos y demandas del entorno.
Los psicólogos humanistas, como Carl Rogers o Abraham Maslow, nos decían que el ego se relaciona con la autoimagen y la identidad personal, y que puede ser un obstáculo cuando está demasiado centrado en la aprobación externa. En la psicología cognitiva y moderna, se usa el término ego asociado a conceptos como la autoconciencia, la identidad o el autoconcepto.
Sin embargo, cuando Arthur Brooks habla de ego habla de autoimportancia. “Vivimos en una era de egos desmedidos”, escribe en su columna para The Atlantics, abordando una problemática que, asegura, lleva impactando cada vez más en la sociedad desde la década de los 70. El problema no es solo lo que implica socialmente, sino que “el aumento de los egos ruidosos”, escribe el experto de Harvard, “ha coincidido con la disminución del bienestar”. Es por eso por lo que, en esta época de autobombo, de influencers e intereses propios, Brooks aboga por el ego silencioso.
La paradoja del ego
El ego nos hace infelices, lo decía Buda hace más de 2000 años, y lo confirma la ciencia en el presente. Los psicólogos, expone Brooks, hablan ya de una “paradora de la autorreflexión”.
Pensar en nosotros mismos, darle vueltas a nuestra personalidad, lo que nos sucede, lo que sentimos y lo que pensamos, “confiere ventajas competitivas en el apareamiento y la supervivencia”, según sugiere la ciencia, aclara Brooks. Sin embargo, “la investigación también ha demostrado que estar tan centrado en uno mismo puede ser una fuente primaria de infelicidad e inadaptación”, continua.
Está claro que no todos podemos recogerlo todo e irnos a un monasterio en el Himalaya para doblegar el ego y llegar al Nirvana. Probablemente, la mayoría de nosotros ni siquiera queremos hacerlo. Por eso, Brooks aboga por un modelo alternativo: “cultivar un ego silencioso”.
El ego silencioso
El término, advierte el profesor de Harvard, no es de su propia invención. Lo postularon dos psicólogos, Wayment y Bauer, en 2008, y lo definieron como “una identidad propia que no está ni excesivamente centrada en uno mismo ni excesivamente centrada en los demás: ‘una identidad que incorpora a los demás sin perder el yo’”. Puede cuantificarse, porque los expertos creando un test con el que se mide este ego silencioso. Por ejemplo, es probable que lo tengas si crees que antes de criticar a alguien debes ponerte en sus zapatos, o que para ti la vida es un proceso de aprendizaje continuo.
Lo más interesante del ego silencioso, es que los científicos que lo investigaron descubrieron que “el ego tranquilo aumenta la felicidad”. También presenta “cualidades protectoras, nos explica Brooks, dado que “permite a las personas afrontar eficazmente los inevitables problemas de la vida, incluso los más graves”. De hecho, las investigaciones que menciona el experto en su artículo prueban que quienes trabajan en su ego silencio tienen “relaciones más sólidas, un mayor aprecio por la vida y una espiritualidad más profunda”.
Radiografía de un ego sano
Si crees que todo esto te queda lejos, tranquila, porque no es tan complicado como parece. Los dos psicólogos, a los que menciona Brooks, determinaron que hay cuatro cualidades esenciales en el ego silencioso:
- Identidad inclusiva. Las personas con ego silencioso piensan en los demás, no solo en sí mismas
- Actitud de adopción de perspectiva. Estas personas “veían las cosas desde la perspectiva de los demás”, comenta Brooks. O lo que es lo mismo, saben ponerse en los zapatos de otros.
- Actitud de crecimiento. Quienes tienen un ego sano, saben que pueden mejorar. De hecho, creen en ello con firmeza.
- Conciencia desprendida. Para acabar, estas personas son “capaces de observarse a sí mismos con cierta distancia”, una habilidad a la que Brooks llama “metacognición”.
En general, explica el experto, “el ego tranquilo implica las virtudes de la caridad, la humildad, la autoconciencia y la esperanza”, algo que se da con más facilidad en personas extrovertidas, amables, responsables y abiertas a la experiencia, pero que puede cultivar cualquiera con los métodos adecuados.
Cultivando un ego silencioso
Para Brooks, el cultivo de un ego silencioso comienza “cuestionando gran parte de la sabiduría convencional, que nos dice que debemos priorizarnos a nosotros mismos antes que a los demás, buscar “nuestra verdad” en lugar de la verdad misma, y ver el futuro como sombrío e inalcanzable”. Para hacerlo, nos propone dos preguntas y dos afirmaciones.
¿Qué necesitan los demás que solo yo puedo proporcionar?
Con esta primera pregunta, nos explica Brooks, podemos empoderarnos “para hacer lo que está exclusivamente bajo mi control por quienes dependen de mí”, ya que “solo yo puedo ser esposo, padre y abuelo de mi familia, así que me concentro en hacer esas tareas con generosidad y claridad”.
Es tan sencillo como eso. Haz tu trabajo lo mejor que puedas, tanto en la oficina como en casa, porque es lo único que solo tú puedes hacer por los demás. “Otros puede seguir las noticias y quejarse del gobierno tan bien como yo”, ironiza Brooks, “así que trato de asegurarme de que esto absorba mucha menos energía y atención”.
¿Qué puedo mejorar a mi alrededor y cómo puedo contribuir a ello?
Hacernos esta pregunta regularmente nos obliga a “analizar periódicamente mi entorno personal y profesional en busca de áreas de mejora”. Para cada persona, esto puede significar algo completamente diferente.
Brooks explica, por ejemplo, que para él significa “pensar creativamente qué tema o asunto puedo escribir o hablar y que merezca atención pública”, o “reconsiderar mi agenda para asegurarme de que no interfiera con mi vida familiar”.
Podría estar equivocado
Pasamos así a la primera afirmación, que es “podría estar equivocado”. “En realidad, me equivoco en muchas cosas”, escribe el experto en su columna”, simplemente aún no sé cuales son. La única manera de descubrirlo y acertar aún más es mantener la humilde actitud de que en cualquier área controvertida podría estar equivocado. Por lo tanto, debo estar abierto a perspectivas alternativas y nuevos datos”.
Esta forma de ver las cosas, asegura, puede ayudarte a acallar el ego. “Me despierta la curiosidad, en lugar de la irritabilidad, y me atraen las opiniones diferentes a las mías”.
No soy mis emociones
Para acabar, Broosk nos propone esta afirmación que es “una forma de cultivar una autoconciencia desapegada” que crea “un espacio entre mi sistema límbico (de donde emanan mis emociones) y mi corteza prefrontal (donde tomo decisiones conscientes)”.
El objetivo es comprender que las emociones son información sobre “las amenazas y oportunidades que percibo”, pero no “una guía para evaluar mi vida o decidir cómo actuar”. Porque, asegura el profesor de Harvard, “cuando me despierto deprimido no soy una persona triste; soy alguien que probablemente durmió mal y necesitar ir al gimnasio para arreglar las cosas. Esto me da control sobre mis sentimientos, y no al revés”.
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