Aunque no podemos definir la felicidad ni aspirar a que sea permanente, sí podemos observar (y aplicar) los hábitos de quienes tienden a disfrutarla en su vida cotidiana. Revisamos sus 11 secretos.

1. Las personas felices viven de forma sencilla

«Mantener una vida complicada es una gran manera de evitar cambiarla», afirma Elaine St. James. Para no caer en el agujero negro de las obligaciones y cargas financieras, el estrés y las agendas a reventar, las personas felices optan por el minimalismo. Tienen pocas cosas pero bien cuidadas, y hacen pocas cosas pero bien hechas. Esto explica que en el campo sean poco frecuentes la ansiedad o la depresión.

Los cínicos griegos ya abogaban por la vida simple para alcanzar la felicidad en el siglo IV a.C. Estaban convencidos de que poseemos ya todo lo necesario para realizarnos. De lo que se trata, por tanto, es de no complicarnos la vida. Según pensadores como Diógenes, la persona con menos necesidades es la más libre y feliz.

Arthur Schopenhauer, pese a se considerado pesimista, redactó 50 reglas para la vida que se publicaron como El arte de ser feliz. En ellas, el filósofo expone que la felicidad perfecta no existe: solo podemos aspirar a un estado poco doloroso. Si queremos alcanzarlo, hay que reducir los bienes a los necesarios para vivir con serenidad.

2. Las personas felices cuidan de sus relaciones personales

Se rodean de amigos optimistas y saludables, los cuidan y saben elegir aliados. Como en el poema de John Donne, «Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo».

Sabernos parte de ese todo, en buena compañía, nos hace sentir que no estamos solos: disponemos de una familia más allá de los lazos de sangre. Ser generosos, positivos y no creernos el centro del universo es un imán para este tipo de relaciones.

3. Las personas felices siguen su propósito vital

Muchos experimentamos la famosa «crisis existencial» en la adolescencia. Nos sentimos vacíos y nada parece tener sentido. Luego, a medida que crecemos, vamos encontrando nuestro lugar en el mundo, ese lugar en el que podemos ser útiles y desplegar nuestro talento.

Podemos llamarlo ikigai, razón de ser o misión personal. Si no has encontrado el tuyo, su búsqueda ya constituye un propósito en sí mismo. Las personas felices ponen su pasión en el centro de su vida. Así, aunque pasen por muchas dificultades, siempre tienen un por qué vivir.

4. Las personas felices mantienen el equilibrio entre trabajo y vida personal

Es imposible ser un «workaholic» y celebrar la vida a la vez. Las personas totalmente absorbidas por su trabajo están sometidas a un estrés permanente, además de dormir poco o mal y de funcionar con un peligroso nivel de fatiga.

Viven en la ilusión de «no tener tiempo», porque van saltando de una urgencia a la siguiente –lo urgente es importante para otro, pero no para ti–, sin atender lo que es importante para ellos: su familia, sus aficiones, cuidarse. Como dice el conferenciante Brian Tracy: «Nunca habrá suficiente tiempo para hacerlo todo, pero siempre hay suficiente tiempo para hacer lo más importante».

5. Las personas felices se ríen de sí mismas

Todos conocemos a gente que se toma la vida terriblemente en serio, con una gravedad que les hace envejecer antes de tiempo. No son, ciertamente, de ese tipo de personas que saben que el humor es el disolvente natural de las preocupaciones.

Como dice la actriz e influencer Imma Rabasco: «La risa es el sonido del cosmos, la canción de la vida, la alegría de estar en el mundo. La risa oxigena, nos hace sentir vivos y conectados».

6. Las personas felices en lugar de quejarse, agradecen

Hay dos actitudes contrapuestas ante lo que nos sucede. Algunas personas señalan siempre lo que va mal y viven lamentando su suerte, dando relieve al lado sombrío de la vida; otras, en cambio, se fijan con gratitud en el rayo de sol que atraviesa la oscuridad y lo celebran.

Tomar conciencia de la parte agradable de la realidad, por ejemplo, con una lista diaria de gratitud, aumenta nuestra sensibilidad hacia esa clase de estímulos y multiplica los momentos de felicidad.

7. Las personas felices se ocupan, no se preocupan

Las personas proactivas no pierden tiempo en proyectarse al futuro, donde reside la ansiedad y el miedo, ni tampoco al pasado, sede de la tristeza y el rencor. Siempre están haciendo y eso las mantiene despiertas en el presente.

Según el psicólogo Antoni Bolinches: «La única manera de gestionar las preocupaciones es con ocupaciones. Estar ocupados nos permite somatizar menos, bajar el nivel tensional, tener menos hipocondría». Y nos sintoniza con la felicidad de estar vivos.

8. Las personas felices no prolongan los duelos

No pierden el tiempo lamiéndose las heridas. Hay procesos muy traumáticos, como la muerte de un ser querido, que requieren de mucho tiempo para que podamos integrarlos, pero a lo largo de la vida tendremos que superar muchas pequeñas «muertes»: el fin de una amistad, de un amor o de un proyecto, un fracaso profesional o personal, un cambio repentino que no hemos propiciado nosotros.

Una característica de los espíritus felices es que pasan página enseguida para reinvertir su energía en algo nuevo.

9. Las personas felices hacen actividades al aire libre

La cronobiología es una ciencia reciente sobre la armonización entre los relojes internos del cuerpo humano y los ciclos naturales de la luz. Así, las personas con mayor vitalidad se levantan con el sol, comen a horas regulares y no se roban horas de sueño.

Al pasar tiempo en el exterior, los relojes internos y externos se sincronizan, lo cual pone también «en hora» la microbiota para digerir mejor, así como la melatonina responsable del buen sueño.

10. Las personas felices practican ejercicio regular, pero sin castigarse

Nuestro estado de ánimo está muy relacionado con los niveles de energía del cuerpo. Por eso, tanto el exceso de ejercicio como su ausencia son enemigos de la felicidad. Llevar al límite nuestro cuerpo supone un gran desgaste vital además de un riesgo constante de lesiones. En el extremo opuesto, una vida sedentaria produce anquilosamiento del cuerpo y de la mente.

Las personas activas y felices saben encontrar el punto medio y llevan la actividad física a hábitos tan cotidianos como pasear o empezar el día con una suave tabla de ejercicios, como el Radio Taiso de los japoneses.

11. Las personas felices ofrecen su ayuda al mundo

Hay una relación directa entre la autoestima y la percepción de ser útil a los demás. Cuando sentimos que nuestra presencia no cuenta, que nuestros actos no tienen repercusión y que no estamos dejando huella en la vida, esta nos parece vacía.

Por eso las personas felices tienen proyectos para mejorar la sociedad y aportan su ayuda a pequeña escala. Saben que cualquier iniciativa marca la diferencia, en el ánimo de los demás y en el suyo propio. Robert Ingersoll, gran orador norteamericano, decía que «al elevar a otros, nos elevamos nosotros mismos».

La felicidad se entrena

Según un análisis realizado con 256 sensores en cientos de voluntarios, la persona «más feliz del mundo» sería Matthieu Ricard, doctor en biología y monje budista. Su cerebro fue medido en una escala de satisfacción que iba del 0,3 (muy infeliz) al -0,3 (muy feliz) y él obtuvo un -0,45. Todo un récord.

La felicidad es un músculo que se puede entrenar, dice Ricard, también asesor y traductor del Dalai Lama. La entrenamos desarrollando cualidades como el amor altruista, la paz interior y la atención plena (con ayuda de la meditación). Así la define: «La felicidad es un estado de realización interna, no la satisfacción de los deseos inagotables de las cosas exteriores».