Aunque la mayoría de frutos secos están disponibles todo el año, durante el otoño y buena parte del invierno podemos disfrutar de ellos recién cosechados, con sus propiedades mejor preservadas.
Esto es especialmente así cuando es posible comprarlos con la cáscara y los abrimos en casa. No hay más que probarlos: se nota en el sabor, mucho más fresco, y en la textura.
Los frutos secos te aportan una gran dosis de energía acompañada de fibra, que ayuda a ralentizar la asimilación de sus hidratos de carbono y evitar los picos de glucosa.
Además contienen cantidades notables de proteína y grasas saludables que ayudan a proteger el corazón y el cerebro.
En vitaminas y minerales tampoco se quedan cortos. La vitamina E, de acción antioxidante, está presente en todos ellos en mayor o menor grado. Los minerales varían de uno a otro, y en algunos de ellos se encuentran en cantidades excepcionales.