¿Qué pasa cuando tiene diez años menos que tú? Pasar, pasar, no pasa nada. Eso sí: tendrás que enfrentarte a los prejuicios sociales que ven natural la diferencia de edad entre mujeres jóvenes y hombres mayores, y antinatural cuando es a la inversa.

Vivimos en una sociedad que se escandaliza cuando una mujer decide emparejarse con alguien más joven que ella. A las divas se les perdona porque como son actrices, modelos o cantantes (se entiende que tienen sus excentricidades y sus caprichos). A ellos se les ve como unos jovencitos ambiciosos que quieren aprovecharse de su dinero.

A las mujeres que se emparejan con hombres más jóvenes se las sigue prejuzgando.

Pero a las mujeres de carne y hueso se les niega el derecho a elegir una pareja más joven que ellas porque se asocia siempre a una patología sexual, es decir, a la posibilidad de que sea una mujer que necesita mucho sexo y lo busque en hombres con más potencia sexual.

El derecho al amor libre de las mujeres

Existe todavía una doble moral que nos hace creer que las mujeres nos emparejamos para conseguir una posición social, ingresos asegurados, estabilidad económica y la posibilidad de fundar una familia feliz. Esta doble moral nos hace creer también que los hombres se unen a las mujeres para tener sexo y recibir cuidados, y que nuestro deseo sexual es mucho menos fuerte que el de ellos.

Por eso una de las principales reivindicaciones del feminismo es que las mujeres tenemos derecho al placer, tenemos derecho a disfrutar y tenemos derecho a emparejarnos con quien queramos.

Sin embargo, el patriarcado sigue condenando a las mujeres que eligen desde la libertad, sin miedo al qué dirán, simplemente pensando en su felicidad.

Las llaman egoístas para que se sientan culpables y para que tengan miedo de ser degradadas en su categoría. Les dicen que las mujeres de verdad no andan buscando jovencitos, que deben buscar a su pareja en las franjas de su edad o, en todo caso, en las franjas de edad superiores.

Las características sociodemográficas de una persona no deberían impedir el amor.

Es muy difícil romper con este rechazo social pero es muy importante hacerlo porque está en juego nuestra libertad para emparejarnos con quien queramos.

Somos nosotras las que elegimos a nuestras parejas y lo que importa no es la edad, el color de la piel, la religión, la nacionalidad o la clase social a la que pertenece nuestra pareja.

Lo que importa de verdad, lo único que importa en realidad, es que sea buena persona, que nos trate bien, que nos cuide y sea honesta y que podamos disfrutar del amor con ella.

Es muy importante que los prejuicios de los demás no nos paralicen ni nos destruyan la vida: lo más importante es liberarnos del miedo al qué dirán, dejar de juzgar a los demás, y vivir nuestra vida como queramos.