Algunas de las personas sienten que no pueden confiar en nadie. Han pasado por tanto sufrimiento a lo largo de su vida y llegan tan devastadas, que han perdido la fe en los demás. Ocurre porque, como mecanismo de protección, se han creado una coraza frente a los otros y no se permiten abrirse con nadie.

En los casos más extremos, este aislamiento afecta también a la propia persona. Es decir, hay personas que han llegado a bloquear tanto sus emociones que no se permiten ni siquiera conectar con lo que sienten; no se permiten conectar consigo mismas.

En este artículo te cuento los tres pasos que se siguen en terapia psicológica para que estas personas puedan volver a confiar en su yo interior y, de este modo, también volver a confiar en los demás.

La terapia psicológica es un trabajo de paciencia, de ir avanzando paso a paso. No se puede forzar ni pretender acelerar el proceso porque lograríamos el efecto contrario: estancamiento y bloqueo.

1. Comprender por qué nos sentimos así

Un paso clave en toda terapia psicológica es reconectar y recuperar esta confianza con nuestro yo. Es necesario atravesar todas las barreras inconscientes del pasado para conectar de forma más directa con las emociones y con la realidad que vivió el niño o la niña en su infancia.

Debemos entender que estas barreras surgieron como una forma de adaptación a una familia y a una sociedad donde, quizá, algunas de las características de la niña (espontaneidad, protesta, expresión de sus emociones, etc.) no eran bien vistas y eran reprimidas. Como una forma de protección, la niña reaccionó ocultando estas partes de su psique a cualquier adulto, incluso, a sí misma.

La niña auténtica –o el niño–, con todas sus emociones, sus temores y, también, sus sueños e ilusiones, permanece oculta, recelando de cualquier adulto que intente acercarse a hurgar en su mundo interno. Probablemente otros adultos la engañaron, la manipularon o la traicionaron y ya no se fía de ninguno, ni siquiera, de ella misma.

En consulta, usamos esta simbología de la “niña” o el “niño” para conectar progresivamente con las emociones. De esta forma, es más fácil darle cuerpo y voz, y podemos hablar con ella.

Sin embargo, no se puede forzar a esa niña herida a que se abra, porque cualquier intento de acercamiento puede ser percibido como una amenaza y se encerrará más aún, haciendo más difícil el proceso de la terapia.

2. Recuperar la confianza en el niño o niña interior

En el trabajo terapéutico, dedicamos todo el tiempo que sea necesario a recuperar la confianza de la niña. La adulta, con su trabajo y su esfuerzo en terapia, va demostrando a la niña que va a estar ahí para ayudarla, que comprende sus emociones y sus motivos, y que no la va a abandonar, como seguramente le sucedió con otros adultos de su pasado.

Este trabajo no siempre es igual y depende de las circunstancias y del grado de “aislamiento” de la niña. En ocasiones es necesario hablar con ella para hacerle saber que comprendemos sus emociones y sus circunstancias, pero otras muchas veces, casi no es necesario hablar.

En estos casos, es mucho más efectivo acompañar y demostrar con la presencia, que la adulta está dispuesta a apoyar a esa niña en todo lo que necesite. El ejercicio que estas personas tienen que realizar en su casa es, simplemente, recordar la escena y volver a estar presentes con su “niña”, acompañándola y haciéndole saber que están ahí.

De esta forma, en muy poco tiempo, la niña va confiando en la adulta, se va abriendo y comienza a traer recuerdos y situaciones para poder trabajarlos en terapia.

3. Liberar las emociones ocultas

Cuando ya hemos recuperado la confianza con nuestro yo interior, podemos profundizar para conectar y liberar emociones que se encontraban muy ocultas y a las que no habríamos podido llegar si este trabajo previo de reforzar la confianza de la niña.