Dos de las soluciones más potentes para frenar la emergencia climática son la adopción de patrones alimentarios menos dependientes de los productos animales y la reducción del desperdicio mundial. A pesar de ello, el 89% de los actuales planes climáticos nacionales no incluyen objetivos concretos respecto a ninguna de estas dos soluciones.

Desperdicio de alimentos y consumo de carne, ignorados en las estrategias contra el cambio climático

Esta realidad aparece recogida en un informe reciente ​del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El informe, llamado Mejorar las contribuciones determinadas a nivel nacional para los sistemas alimentarios, señala que ​si los países potenciaran el cambio hacia patrones alimentarios más basados en plantas y con menos desperdicio de alimentos, "podrían reducir las emisiones hasta en 12,5 Gt de CO2e, lo que equivaldría a retirar 2.700 millones de automóviles de las carreteras".

Por un lado, disminuir la pérdida y el desperdicio de alimentos podría evitar 4,5 Gt de CO2e por año.

Por otro lado, el cambio hacia dietas más vegetales, con una mayor proporción de alimentos de origen vegetal que de origen animal, podría evitar las emisiones de hasta 8 Gt CO2e por año.

Sin embargo, actualmente solo 11 países mencionan la pérdida de alimentos en sus planes y ninguno considera el desperdicio de comida. La situación respecto a la reducción del consumo de carne es aún peor, ya que ningún plan climático nacional incluye explícitamente objetivos hacia dietas más sostenibles.

En Europa, la nueva estrategia alimentaria ​De la granja a la mesa plantea como objetivo concreto la reducción a la mitad de los residuos alimentarios per cápita en comercio minorista y, entre consumidores, para 2030. Además, la Comisión Europa establecerá objetivos jurídicamente vinculantes para reducir el desperdicio de alimentos en toda la UE para 2023​.

Sin embargo, no propone ninguna meta concreta en relación a la reducción del consumo de carne y otros productos animales. Y, aunque recoge que el 70 % de las emisiones agrícolas proceden de la ganadería y que el 68 % de las tierras agrícolas se destina a la producción animal, no plantea la necesidad de disminuir el consumo de animales.

Tan solo señala que "una dieta sana y basada en productos vegetales reduce el riesgo de enfermedades potencialmente mortales y el impacto medioambiental del sistema alimentario".

La Comisión ni siquiera se atreve aún a dejar de subvencionar campañas de promoción de productos animales altamente insostenibles, como la carne roja o los lácteos.

A quienes trabajamos por transformar el modelo alimentario actual nos resulta frustrante ver cómo una estrategia con tanto potencial se queda solo en una declaración de intenciones, sin objetivos ni planes de acción concretos para reducir activamente el consumo de animales. ​

Es preocupante que, sabiendo que la ganadería representa el 16 % del total de emisiones de GEI, aún no se priorice en los planes de lucha contra el cambio climático.

Si queremos cumplir los objetivos del Acuerdo de París y limitar el calentamiento a 1,5 ̊C, la transición alimentaria es tan importante como la transición energética.