Byron Katie puede ser muy directa en los numerosos talleres que imparte para enseñar lo que ella llama "El Trabajo"; directa y divertida, a veces incluso ácida, pero a la vez cálida y afectuosa. A través de solo cuatro preguntas y un ejercicio denominado "inversión", enseña a cuestionar lo que se piensa y a dejar de sufrir por ello, aunque afirma que nadie la necesita para emprender ese camino de autoconocimiento.

Las preguntas que Katie invita a plantearse la ayudaron a ella, en 1986, a salir de una depresión que la encerró en su casa de California varios años. Así desarrolló una nueva manera de ver el mundo que le devolvió la alegría. Sobre cómo se llega a esa nueva mirada ha escrito varios libros, entre ellos Amar lo que es (Ed. Urano).

Hoy no solo ofrece cada año conferencias y talleres en todo el mundo, sino que ha creado la Escuela para el Trabajo, en la que dirige retiros especializados. Además ofrece una formación de dos años para convertirse en facilitador del método.

"Amas la realidad porque piensas con lucidez"

-¿Se puede amar todo tal como es sin excepción?
-Sí. Yo lo hago y cualquiera puede hacerlo. No amas la realidad porque desees amarla, sino porque piensas con lucidez, porque ves el mundo tal como es sin construir una historia sobre él. Pero para eso has de cuestionar lo que piensas sobre el mundo; de lo contrario, la mente construye una historia y lo juzga, lo que hace que muchas cosas parezcan inaceptables. De hecho, cuando nos sentimos mal, no son el mundo ni las personas los que nos hacen sentir mal, sino lo que nosotros pensamos sobre el mundo. Tenemos un pensamiento estresante, nos lo creemos y entonces lo que pensamos se convierte en nuestra realidad. Imagínate cómo sería el mundo si cuestionásemos los pensamientos negativos que sostenemos sobre él. Sería maravilloso. ¡Y así es en realidad! Solo hay que darse cuenta...

-¿Quién era Byron Katie y cómo era su vida antes de ver el mundo con esos ojos?
-Llevaba diez años muy deprimida. Estaba llena de rabia y de odio hacia mí misma. Sufría paranoia y agorafobia, pesaba más de 90 kilos y en los dos últimos años apenas salí de casa. Dormía con una pistola cargada bajo la almohada y pensaba en el suicidio. Estaba tan desesperada…

-¿Cómo superó la depresión?
-Un día tuve una experiencia que cambió mi vida. Estaba en una clínica de rehabilitación, durmiendo en el suelo –no creía que mereciera ni dormir en una cama– y de pronto noté que algo me subía por el pie. Era una cucaracha. Al abrir los ojos el mundo había cambiado. En lugar de oscuridad, había paz y alegría, una alegría que desde entonces no me ha abandonado. Al instante me di cuenta de que si me creía mis pensamientos sufría, mientras que si no me los creía no sufría. Vi que el sufrimiento es opcional y que esto es así para cualquier ser humano.

-¿Así surgió "El Trabajo"?
-Así surgió. Cualquiera que abra su mente a esta verdad puede cuestionarse los pensamientos que le están robando la tranquilidad. Solo tiene que indagar en lo que piensa. Y lo puede hacer de una forma sencilla y poderosa: mediante cuatro preguntas y lo que llamo una "inversión", que es una forma de experimentar lo contrario de lo que crees.

-¿Fue una visión repentina?
-No, no fue una visión. Las visiones vienen y se van, como lo que la gente llama "experiencias místicas". Tomé conciencia de cómo funciona la mente. Y esa toma de conciencia es para siempre. Se podría decir que pasé a vivir en estado de gracia. Todos los pensamientos que me atormentaban habían desaparecido. En lugar de intentar inútilmente cambiar las cosas, estaba ahí frente a la realidad aceptándola como es, amando lo que es, y eso me dio una libertad inimaginable. Mis hijos y mi marido no salían de su asombro. Veían el cuerpo de la misma mujer, pero a una madre completamente diferente. Recuerdo que mi hijo Ross me dijo: "Antes de esa experiencia no podía mirarte a los ojos; ahora no puedo dejar de hacerlo".

"Si no cuestionas lo que piensas sobre el mundo, la mente lo juzga y hace que muchas cosas parezcan inaceptables."

-¿Cómo cambió su vida a partir de ese momento?
-El cambio fue tan espectacular que la gente me preguntaba qué me había pasado. Me telefoneaban o venían a visitarme. Querían saber cómo lo había hecho. Antes me levantaba por las mañanas queriéndome morir. Hoy amo todo lo que tengo, y me doy cuenta de que no tengo nada. Me siento como en casa en cualquier sitio y con cualquier persona. También a solas. Y me siento bien.

-¿Qué le gusta hacer ahora en su día a día?
-Me gusta estar a solas con mi marido, charlando o en silencio. Me gusta entrar en internet, consultar el email, responder a las invitaciones que me llegan… Y me gusta estar con personas que pasan un mal momento o que se sienten confundidas, que sufren y no saben qué hacer.

-Muchas personas le cuentan sus problemas. ¿Qué preocupa más a la gente?
-Las relaciones, su imagen corporal, la salud… Pero su sufrimiento no lo causan esas cosas sino creerse los pensamientos negativos que tienen sobre ellas. Al indagar en lo que piensan descubren que son ellas mismas las que se hacen daño. Por eso, cuando alguien empieza a hablarme de sus problemas le pido que pare y que rellene la hoja "Juzga a tu prójimo". A partir de ahí leemos las respuestas y planteamos las cuatro preguntas.

El otro como espejo

-Propone que en esa hoja se escriba lo que se cree que hacen mal o tienen de malo otras personas. ¿Por qué?
-Juzgar a otra persona, cuestionar lo que se piensa sobre ella e invertirlo es el camino más rápido hacia la comprensión. Si señalas a alguien y le echas la culpa, no te centras en ti mismo. Puedes soltarte y pensar sin censurarte. Solemos estar muy seguros de lo que deberían hacer los demás, cómo deberían vivir, con quién deberían estar… En cambio, sobre nosotros mismos no lo tenemos tan claro. Cuando haces "El Trabajo", te das cuenta de quién eres a partir de cómo ves a los demás. Descubres que todo lo que ves fuera de ti es un reflejo de lo que piensas. Eres el narrador, el que cuenta la historia y la proyecta. El mundo es una proyección de lo que piensas.

-¿Qué tipo de pensamientos dolorosos suelen creerse habitualmente?
-Pensamientos como: no me quiere, no me escucha, no confía en mí, mi padre tendría que abrirse más, mi madre no me entiende, no estoy a la altura, no tengo suficiente dinero, el mundo es terrible, mis hijos deberían respetarme, los políticos nos han metido en esto, no sé qué hacer...

-¿Qué hay que preguntarse sobre esos pensamientos?
-En la hoja "Juzga a tu prójimo" propongo cuatro preguntas básicas. La primera es: "¿Es eso cierto?". Preguntar esto da a la persona la oportunidad de plantearse la posibilidad de que lo que piensa no sea cierto. Quizá no se haya parado a pensarlo antes. Si responde "sí", le doy una segunda oportunidad para que se lo pregunte de nuevo: "¿Puedes saber con certeza que eso es verdad?".

-¿La respuesta a las dos primeras preguntas debería ser "no"? ¿Nuestros pensamientos suelen ser incorrectos?
-No se trata de que sean correctos o incorrectos. Un "sí" es tan válido como un "no", siempre que la persona busque la respuesta con una actitud abierta, sin prejuicios, y responda sinceramente, sin defenderse ni justificarse. Lo importante es hallar lo que es verdad para cada uno, no lo que es verdad para el mundo. Y una vez se encuentra se pasa a la tercera pregunta.

"Cuando indagas a fondo en tus pensamientos te das cuenta de quién eres a partir de cómo ves a lo demás."

-En la tercera pregunta pide a la persona que reflexione sobre cómo reacciona o qué sucede cuando tiene ese pensamiento. ¿Por qué?
-Porque eso le permite observar la relación causa-efecto del pensamiento estresante. La persona cierra los ojos y mira hacia dentro para ver qué sucede, física y emocionalmente, cuando se cree ese pensamiento: qué dice, qué hace… cuantos más detalles, mejor. Esto ayuda a conocerse, y puede sorprender darse cuenta, por ejemplo, de que cuando te crees lo que piensas sobre alguien a quien amas el enfado y la tristeza toman el mando.

-¿Cuál es la cuarta pregunta?
-"¿Quién serías o qué harías si no tuvieras ese pensamiento?". La respuesta puede ser reveladora "Cuando Paul no me quiere, me siento infeliz; sin ese pensamiento, soy feliz. Lo que me hace feliz o infeliz es lo que pienso sobre Paul… ¡Él no tiene nada que ver!" Quizá a los lectores que no han realizado este trabajo de indagación no les parezca tan obvio, pero cuando realmente te cuestionas tus pensamientos y esta verdad se hace evidente, te cambia el mundo por completo.

-¿Uno puede elegir tener o no tener cierto pensamiento?
-No, los pensamientos son como la brisa, las hojas de los árboles o la lluvia. De pronto aparecen y lo único que puede hacer uno es hacerse amigo de ellos. ¿Discutirías con una gota de lluvia? Un pensamiento es inofensivo salvo que te lo creas. Lo que te hace sufrir es el apego a ese pensamiento. Cuando comprendes cómo te afecta, es probable que la próxima vez que lo tengas, en lugar de sentirte mal, simplemente lo encuentres interesante. La siguiente vez tal vez lo veas hasta divertido. Y después quizá ni siquiera lo tengas en cuenta. Ese es el poder de amar lo que es.

-Si la realidad es perfecta tal como es, ¿deberíamos renunciar a cambiarla cuando es injusta o violenta?
-El ser humano lleva toda la vida intentando cambiar el mundo para poder ser feliz en él. Y no funciona, porque eso es abordar el problema al revés. "El Trabajo" ofrece una manera de cambiar el proyector –la mente– en vez de intentar cambiar lo proyectado. Es como si se te metiera una pelusilla en el objetivo y te pareciera que hay un defecto en la pantalla: intentarías cambiar a una persona y a otra y a la siguiente, y ahí aparecería siempre el mismo defecto. Intentar cambiar la imagen proyectada es inútil, pero si te das cuenta de dónde está la pelusilla puedes limpiar la lente. Ahí acaba el sufrimiento y empieza la alegría. Amas lo que es. Y cuando el mundo te parece perfecto, te preguntas: ¿qué puedo hacer a partir de ahí? El mundo está bien; hagámoslo mejor.

-A muchas personas es la indignación lo que les lleva a actuar para mejorar el mundo…
-Eso es lo que la gente cree que les mueve. He oído a personas decir que se aferran a pensamientos que les resultan dolorosos porque temen que sin ellos caerán en el inmovilismo. "Si estuviera totalmente en paz –dicen–, ¿por qué iba a tomarme la molestia de hacer algo?" Yo les respondo que a eso conduce precisamente el amor. Pensar que necesitamos la tristeza o la rabia para motivarnos es una locura: es como si tener las cosas claras y sentirse feliz te hiciera menos bondadoso, o como si alguien por sentirse libre tuviera que quedarse todo el día sentado y babeando. La experiencia me dice lo contrario: el amor es acción. El amor es lúcido, generoso y no requiere esfuerzo.

-Volvamos a la hoja. Tras las preguntas, propone la "inversión". ¿En qué consiste?
-Consiste en considerar lo contrario de lo que crees que es cierto. Cuando se responde a las preguntas con sinceridad y se realizan las inversiones, se toma conciencia de que cuando se es desconsiderado con otra persona es uno mismo el que sufre. El dolor, la vergüenza, la culpa, la arrogancia… vienen de no gustarse uno mismo por no haber tratado bien a otra persona. Cuando somos desconsiderados con alguien, es a nosotros mismos a quien hacemos daño.

-¿Podría darnos algunos ejemplos de inversión?
-Pongamos que alguien ha escrito: "No le importo" y que ya ha respondido a fondo a las preguntas. Lo siguiente es darle la vuelta. Un posible giro sería: "A mí no me importa él". Se trataría de buscar al menos tres ejemplos concretos en los que ese otro pensamiento ha sido verdad: momentos en los que yo he sido desconsiderado con esa persona.

Otra inversión podría ser: "Le importo". Al considerar ejemplos de momentos en los que eso es así, la mente empieza a abrirse a otras realidades. Mientras se cree en el pensamiento negativo, esas otras realidades permanecen ocultas y nos enfadamos. A veces incluso nos cuesta hallar ejemplos porque llevamos toda la vida viviendo un mito del tipo: "Mi madre no me quería", así que nos quedamos en blanco. Pero, con paciencia, acaban apareciendo ejemplos: "¿No te preparaba tu madre la cena? ¿No te la preparó siquiera una vez? ¿Te compró alguna vez un par de calcetines? ¿Te dio alguna vez los buenos días?". Son ejemplos sencillos pero a veces provocan grandes reacciones. Una tercera inversión: "No me importo a mí mismo". Aquí se pueden buscar ejemplos en los que uno no se trata bien a sí mismo.

-En sus libros sostiene que cuando uno empieza a amarse a sí mismo, empieza a amar a los demás…
-Suelo decir "ama a tu prójimo como a ti mismo". En mi caso siempre ha sido así. Cuando me odiaba a mí misma, odiaba al otro. Cuando me quiero a mí misma, quiero al otro. Por eso, cada vez que se tiene un problema con alguien se tiene la oportunidad de mirar hacia dentro y percatarse de lo que se está pensando para anotarlo y cuestionarlo.

"Mientras quieres a alguien y vives ese amor sientes que todo va bien, porque amar está en la naturaleza humana."

-¿Por qué insiste tanto en anotarlo sobre papel?
-Porque si no la mente buscará un atajo para despistarnos. Empezará a defender sus conceptos sagrados y se justificará. Y mientras uno se defiende o se justifica, la mente se desentiende y no afronta el problema. Sin embargo, si lo apuntas en un papel, puedes detener a la mente e indagar. Así es como se aprende a conocerse uno mismo.

-¿Puede llevarse a cabo esta indagación sin un guía?
-Sí, sin duda. Cualquiera puede hacerlo por sí mismo. Si guío a algunas personas es porque acuden a mí y les enseño una especie de atajo. A veces la gente se atasca y siente que puede ayudarle mi guía o la de algún facilitador acreditado. Pero a fin de cuentas lo importante es responder a las preguntas. Te conviertes en tu propio maestro y es tu verdad la que te libera.

-¿Cómo puede mejorar "El Trabajo" la relación de pareja?
-Cuando te cuestionas lo que piensas, tu pareja –esté viva, muerta o ya no estés con ella– se convierte en tu maestro. El mundo no se equivoca. Si tu pareja se enfada, bien. Si te parece que tiene defectos, bien, porque son tus defectos, los que tú proyectas, y puedes ponerlos en duda y liberarte. La pareja nos da todo lo que necesitamos para ser libres. Y es que las relaciones nos ayudan a descubrir nuestra propia naturaleza. Mientras quieres a alguien y experimentas ese amor sientes que todo va bien, porque amar está en la naturaleza humana. Pero ¿qué pasa con el amor mientras se tienen pensamientos estresantes sobre esa persona y crees que son ciertos? ¿Qué pasa cuando empiezas a pensar cosas como: no le importo, tendría que ser más cuidadoso, no me escucha, no me valora, tendría que ser más espiritual, debería poner menos dentífrico…? ¡En ese momento el amor desaparece! Y nos creemos esos pensamientos cada vez que no obtenemos lo que queremos o vemos amenazado lo que tenemos. Cuando eso acaba, solo queda amor.

-Si solo se ve a los demás como un reflejo de uno mismo, ¿no se corre el riesgo de no ver realmente a los demás?
-Al contrario. Vivimos las historias que nos montamos sobre los demás, vivimos lo que pensamos que son, no lo que realmente son. Una vez hemos cuestionado lo que pensamos podemos empezar a amarlos de verdad, tal como son.

-¿Es posible llegar a conocer realmente a alguien?
-Suficiente tiene uno con conocerse a sí mismo. Y es a uno mismo a quien hay que aprender a conocer. Si alguien hace algo muy desconsiderado, ¿cuán desconsiderado vas a ser tú con esa persona? Solo alguien muy confundido haría daño a otro ser humano. Cuando te conoces a ti mismo, conoces a los demás, porque todos estamos hechos de lo mismo. Y, por tanto, cuando te quieres a ti mismo, también quieres a los demás. Nada ni nadie puede cambiar eso: lo vives así porque así es como ves el mundo.

-La meditación también entrena a observar los pensamientos y a aceptar la realidad. ¿Podría complementarse su trabajo con meditación?
-Este trabajo es meditación. Cuando cuestionas un pensamiento, te has de sentar, observar tus pensamientos y meditar sobre lo que sucede cuando te los crees. Requiere toda tu atención. Si aprendes a meditar, la mente se aquieta y te sientes más tranquilo. Pero luego, en el día a día, si de pronto te pasa algo, si te ponen una multa, por ejemplo, ¡ya te has enfadado otra vez! Es muy fácil ser espiritual cuando todo va bien. Pero si solo observas los pensamientos y no indagas en ellos, seguirán desestabilizándote. Un pensamiento solo puedes creerlo o no creerlo: no hay otra opción. Es como si alguien te dijera algo desagradable y no reaccionaras por hacer oídos sordos. Si la persona insistiera al final acabarías reaccionando. Con la indagación, no es que no se perciba el pensamiento sino que se sabe que no se corresponde con la realidad, se conocen sus efectos y se considera la posibilidad de que lo contrario sea al menos igual de válido. Cuando la mente se abre a este proceso, se empieza a ser libre.

-¿Medita formalmente, tal como se suele entender?
-Diría que estoy en un estado de meditación constante, aunque también me gusta sentarme y quedarme quieta. Otra ventaja de "El Trabajo" es que le da a la gente corriente la oportunidad de encontrar la quietud necesaria para observar qué sucede en su cabeza.

-Propone un trabajo muy mental. ¿Trabajar también con el cuerpo puede ayudar?
-La indagación se fija mucho en las emociones. El miedo, la ira y la tristeza surgen cuando se dan por verdaderos pensamientos que no lo son. Si no se creen los pensamientos, no se siente miedo, enfado ni tristeza. Por otro lado, una mente despierta decide lo que es mejor para el cuerpo. No hay confusión sobre si se ha de atender el dolor, tomar la medicación o descansar más. Se hace lo que al cuerpo le va bien por lucidez y no por miedo o culpabilidad.

-¿Entonces es mejor empezar por la mente más que por el cuerpo?
-Suelo preguntarle a la gente: "¿Qué elegirías? ¿Un cuerpo sano, flexible y bonito, o una mente sana, flexible y bonita?" El ejercicio y el trabajo con el cuerpo son muy saludables pues ayudan a despejar la mente, pero no se necesita un cuerpo sano para tener una mente sana. Tengo un amigo israelí paralizado de cabeza para abajo. Solía verse como una víctima y podía demostrarlo: eso la mente lo hace muy bien. Pero tras realizar "El Trabajo" un tiempo se dio cuenta de que todo es como debería ser. Ahora está bien. Es un hombre feliz en un cuerpo paralizado. Y no hizo nada por cambiar de opinión. Simplemente se cuestionó lo que pensaba.

"Una mente despierta decide lo que es mejor para el cuerpo y lo hace por lucidez, no por miedo o culpabilidad."

-¿Por qué eligió el nombre El Trabajo? Suena a que exige mucho esfuerzo…
-En mi opinión, requiere mucho más esfuerzo no hacer "El Trabajo". Para algunas personas solo vivir ya cuesta. Una vez te cuestionas lo que crees, la vida ya no exige ningún esfuerzo. Pero, sí, requiere mucha concentración y dedicación cuestionar todo ese caos mental en que vive la mayoría. Y por eso le llamo "El Trabajo". También, al principio, cuando la gente me preguntaba qué hacía les respondía: "Estoy haciendo mi trabajo". ¡Y tenía mucho trabajo que hacer!

-¿Todavía tiene que hacer "El Trabajo" después de tantos años?
-Llega un momento en que no es algo que tengas que hacer. Es un estado mental. Puede aparecer un pensamiento como: "mi marido tendría que haber lavado los platos".
Y, antes de que ese pensamiento se acabe incluso de formar, en mi cabeza ya sale la pregunta: ¿Es cierto? Y esbozo una sonrisa, a veces incluso suelto una carcajada. No hay mejor manera de vivir. La mente está despierta a la diferencia entre fantasía y realidad. Despierta a su verdadera naturaleza.

-¿Ahora nada le preocupa?
-Sí. No he tenido ninguna preocupación, verdadera o no, desde febrero de 1986. Ningún problema en todos estos años. Pero no soy especial por eso. Amo lo que es no porque sea una persona espiritual, sino porque resulta doloroso discutir con la realidad. Y todo lo que he descubierto funciona para cualquier persona que esté abierta a cuestionar lo que piensa.