Este apacible noruego, que fue profesor de filosofía en un instituto de Bergen, se dio a conocer internacionalmente en 1991 con El mundo de Sofía. Con más de 25 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, esta novela acercó a lectores de todas las edades los mitos arcaicos, la filosofía antes y después de Sócrates, así como las figuras más relevantes del pensamiento moderno.

Dado que a Jostein Gaarder le gusta indagar en las leyes del Universo, Sofía acaba explorando el big-bang, un tema al que regresa en otro de sus trabajos: Jaque Mate. Estructurado como un tablero de ajedrez, este libro reúne 63 fragmentos significativos de sus novelas más un breve ensayo sobre la conciencia y el cosmos.

Hablamos de estos y otros muchos temas, como la Fundación Sofía para el desarrollo sostenible, en un aula del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona al que acudió acompañado de su editora en España, Michi Strausfeld.

Fatigado tras varios días de gira, mira los pupitres con la paciencia propia del maestro, siempre dispuesto a dar una última clase.

Del aula al éxito literario

–Antes de consagrarse a la escritura, usted se dedicó bastantes años a educar alumnos de secundaria. ¿Qué aprendió del trato diario con los adolescentes?
–Aprendí el reto que supone estimular día a día la curiosidad de los estudiantes. El primer día de clase, en lugar de soltarles la lección, les decía: "Hoy no pienso decir nada. Seréis vosotros los que plantearéis todas las preguntas". Otra cosa que aprendí como profesor es a ejemplificar. Más que dar una teoría abstracta, si pones un ejemplo la gente te entenderá mucho mejor. Este descubrimiento me llevó a escribir El mundo de Sofía. En esta obra vertí todas mis experiencias como profesor de filosofía en un instituto.

–Pese a que ya había publicado otros libros, El mundo de Sofía fue un fenómeno de alcance mundial. ¿Cómo se sobrevive a tanto éxito después de haber llevado una vida sencilla?
–Estoy convencido de que todo lo que sucedió no me cambió como persona. Lo que sí se alteró fue mi vida práctica: de repente me encontré concediendo muchas entrevistas, viajando y acudiendo a presentaciones. Estuve muy ocupado en este sentido unos cuantos años, pero el cambio sólo se produjo en mis rutinas. ¡Mi esposa lo certifica!

¿Puede curar la filosofía?

–Europa occidental está viviendo una época de prosperidad; sin embargo, muchas personas se sienten solas e infelices. ¿Por qué?
–La soledad se ha convertido en un gran problema de nuestro mundo, incluso de orden médico. Es consecuencia de un modo de vida cada vez más individualista. En el pasado las familias eran más grandes, lo que nos aseguraba una red de soporte muy amplia: hermanos, tíos, abuelos ... Otro factor que incide en la infelicidad es el económico: cuanto más rico eres, más problemas tienes que afrontar. Por supuesto, la pobreza es terrible. Si elevamos nuestro nivel de vida seremos más felices: menos suicidios, menos alcoholismo , más posibilidad de aprender y ayudar. Sin embargo, si subimos aún más y pasamos de ser prósperos a ser extremadamente ricos, entonces sucede lo contrario. Noruega es el ejemplo: en la década de 1970 teníamos menos de todo y la gente vivía bien. Luego nos hemos vuelto cada vez más ricos y hoy tenemos graves problemas.

–¿Y a qué atribuye ese retroceso en el bienestar personal?
–Es saludable tener una buena economía, pero si la prosperidad es excesiva la gente deja de encontrar un sentido a su día a día, porque no deben luchar para ganarse la vida. Lo tienen todo y eso les aburre. Cuando yo era joven, si una familia podía viajar a las islas Canarias se sentía muy afortunada. Era algo que sólo podías hacer una vez cada cinco años. Ahora hay gente que va varias veces al año, lo cual me parece innecesario. Ya no es una aventura.

–Supongo que conoce el libro de Lou Marinoff Más platón y menos Prozac, sobre la filosofía como terapia. ¿Cree que puede ser efectiva?
–Estoy convencido de que si te falta motivación para hacer tus cosas o te sientes deprimido, es más útil consultar a un filósofo que ver a un psicoanalista. En la filosofía está incluido todo el saber humano, también la psicología.

La ciencia como descanso

–¿Cómo es un día normal de Jostein Gaarder?
–Si no estoy de viaje, el día empieza cuando mi esposa se levanta un poco antes que yo, porque tiene el sueño más ligero. Regresa a la habitación con dos tazas de café, una para mí y otra para ella. Entonces nos quedamos en la cama tomando café y solucionamos los problemas del mundo durante media hora. Creo que es importante tener un arranque suave en nuestra jornada. Luego desayunamos en la mesa y voy a mi despacho. Más que escribir, atiendo el correo. Tengo que administrar todo lo relativo a mis libros en todo el mundo y mi fundación. La verdad es que disponía de más tiempo para escribir cuando era profesor.

–¿Y puede encontrar tiempo para leer?
–Hago lo que puedo. Pero si te soy sincero, lo que hago es leer muchos libros de ciencia. Cada vez más.

"Creo que la vida es demasiado corta, y el universo demasiado misterioso, para leer novelas."

–Es un fenómeno curioso que cada vez más intelectuales en un momento de su vida cambian las humanidades por la ciencia.
–El mundo físico, este planeta, el universo, incluso lamente humana ... Todo es tan extraordinariamente asombroso que no puede competir con ninguna ficción. Nada puede maravillarnos tanto como un cielo estrellado. A veces estamos tan pendientes del mundo audiovisual que olvidamos que fonnamos parte del Universo. La ciencia, en este sentido, me sirve para escapar de la civilización y de la cultura. Supone un buen descanso. Usted y yo somos seres culturales: podemos conversar porque tenemos referentes comunes y una misma herencia cultural, pero también pertenecemos a la naturaleza. A menudo olvidamos que somos primos segundos de un chimpancé.

–En el ensayo que cierra su último libro habla de las posibilidades de que exista vida, y tal vez conciencia, en un planeta remoto donde haya agua. ¿Cree que la humanidad llegará a tiempo de colonizar otros planetas antes de destruir este?
–Dudo mucho de que lleguemos a colonizar un día otros planetas y podamos vivir en ellos. Lo único que podemos hacer es salvar nuestro mundo, que milagrosamente ha acogido la vida.

La importancia de saber educar

–Sus libros pueden ser leídos tanto por niños como por adultos. ¿Significa eso que no ha perdido la inocencia y curiosidad de la infancia?
–Supongo que aún queda en mí parte del niño que fui. Puedo recordar cómo pensaba y sentía en esa época. Con once años me fascinaban los misterios del mundo y decidí que nunca sería normal, es decir, alguien que ha perdido el interés por los enigmas de la vida.

–Con sus teléfonos móviles, los niños de hoy actúan como los "mayores" y se parecen cada vez más a ellos.
–Es un problema de los adultos, que además hemos sexualizado a los niños. Por eso podemos ver en la playa una niña de cuatro años con bikini, por ejemplo.

–¿Cómo podemos mirar a través de los ojos de un niño?
–Los niños tienen la facultad ver el mundo cada día como si fuera nuevo. Es un gran don. El problema de los adultos es que no nos sorprendemos por nada, porque creemos saberlo todo y controlarlo todo, lo cual está muy lejos de la realidad.

–En nuestra cultura dominada por los medios audiovisuales, ¿cree que hay un lugar para los contadores de historias?
–Los niños y los adultos seguimos necesitando que nos cuenten historias, es parte esencial de la cultura humana. Todas las civilizaciones han utilizado los cuentos para transmitir y retener el conocimiento. Si usted me da mucha información acerca de Barcelona, por ejemplo, aunque me interese mucho la ciudad lo acabaré olvidando. Pero si me cuenta una historia que sucedió en Barcelona es fácil que lo recuerde toda la vida.

–Por lo tanto, los padres debemos seguir contando historias a nuestros hijos...
–Sí, porque además es una oportunidad de compartir experiencias entre generaciones. Leer cuentos a los niños es tan importante para su educación como enseñarles a lavarse los dientes. Así como les inculcamos la higiene del cuerpo, los padres también son responsables de una buena higiene cultural de sus hijos. La televisión no lo hará por nosotros.

–¿Qué tipo de libros deberían escoger los padres?
Como norma general, un buen libro para niños es aquel que también un adulto puede leer con placer. En cambio, debemos ser muy cuidadosos con las historias de adultos que les contamos. Sin duda hay un niño en el interior de cada adulto, pero no un adulto en el interior de cada niño. En cuanto a los temas, está de bien que los pequeños conozcan los problemas del mundo de una forma comprensible y asumible para ellos. Necesitamos cuentos sobre la guerra, sobre los problemas medioambientales o incluso cuentos para explicar por qué se murió la abuela, pero sabiendo quién nos dirigimos.

De los derechos humanos a los deberes humanos

–En una ocasión dijo que, en su opinión, Jesús ha sido el filósofo moral más importante de la historia. ¿Qué papel considera que debería desempeñar hoy la religión?
–Actualmente la religión se ha convertido en un problema más que en una solución. Se habla mucho del fundamentalismo islámico, pero olvidamos que también en el cristianismo hay extremismos. En Estados Unidos, por ejemplo, 70 millones de personas todavía creen que Dios creó el mundo en seis días y reniegan de las teorías de Darwin. No tengo nada en contra de las creencias, pero en cualquier caso la religión y la política deberían estar siempre separadas. Las religiones son positivas cuando permitimos que convivan y se entrelacen entre sí, porque pueden hallar soluciones conjuntas a los problemas del mundo y enriquecer el foro humano.

"Las religiones pueden hallar soluciones conjuntas a los problemas del mundo y enriquecer el foro humano."

–En los años 60 y 70 hubo un auge del idealismo y los artistas se implicaban en los problemas del mundo. ¿Cree que eso ya no sucede hoy?
–Echo en falta un poco más de compromiso. Por ejemplo, todos sabemos el enorme problema que debemos afrontar con el calentamiento global. Sin embargo, hay esperanza. Tal vez en los sesenta y setenta hubo más idealistas, pero actualmente están creciendo los movimientos ecologistas que buscan salvar el planeta.

–Qué cambios considera que es urgente realizar?
En su momento, la declaración universal de los derechos humanos fue una gran victoria de la reflexión humana y filosófica. Pero en el siglo XXI no basta con tener en cuenta esos derechos. También necesitamos una declaración de las obligaciones humanas, como velar por los derechos de las personas, lo que incluye proteger el medio ambiente para las generaciones futuras.

Mejorar el planeta, el objetivo de la Fundación Sofía

–¿Cómo se financia y a qué se dedica la Fundación Sofía?
–Todos los ingresos de mi último libro, por ejemplo, van destinados a la fundación, que concede anualmente un premio de 120.000 dólares a organizaciones que se ocupan del medio ambiente. La profesora Wangari Maathai, una activista africana que ha luchado durante 30 años por la protección la del ecosistema y la dignidad humana en su continente, lo ganó antes que el Nobel de la Paz.

–En un discurso inaugural del Premio Sofía dijo una vez, haciendo un símil con el hombre y su planeta, que un granjero debería dejar su granja al morir mejor de lo que la ha encontrado. ¿Es eso una utopía?
–Una vez oí decir que el problema del Planeta Tierra es que no nos ha llegado con un manual de instrucciones para su buen uso. Eso no es cierto. Tenemos conocimiento suficiente para saber cuál es nuestro impacto en la naturaleza y la capacidad que tiene el ecosistema para tolerar nuestros abusos. Puesto que hemos aprendido a actuar cuando alguien maltrata a un animal o a una persona, debemos tener la misma actitud para proteger a las generaciones venideras.

–¿Cuándo decidió iniciar este Proyecto?
–Quería destinar a algo valioso los enormes beneficios que daba El mundo de Sofía. Cuando empecé a ganar dinero con el libro, había gente que me preguntaba: "¿Por qué no te compras un yate?" Pero yo no tengo ningún interés en tener un yate. Lo que me divierte me motiva es invertir el dinero en la fundación. Tengo mi casa en Oslo y una casita en la montaña, la verdad es que no necesito más.

–Por último, ¿se considera un optimista o un pesimista?
–Yo siempre me he declarado un optimista, porque los pesimistas, en el fondo, son unos holgazanes.

Algunas obras de Jostein Gaarder (publicadas por Siruela en castellano)

  • El mundo de Sofía
  • El vendedor de cuentos
  • ¿Hay alguien ahí?
  • El enigma y el espejo
  • Los niños de Sukhavati
  • Jaque mate