El mar es un destino habitual cuando deseamos desconectar de la frenética rutina diaria. Consciente o inconscientemente, lo que buscamos es paz. Sentarnos a observar su majestuosidad natural, sin tan siquiera introducirnos en sus aguas, nos relaja. El tiempo parece adoptar otro ritmo, se ralentiza y nos permite disfrutar realmente de las impactantes imágenes que nos regala: los colores de un atardecer, las olas golpeando las rocas… Si este es el plan que estás buscando para tus vacaciones, Bretaña es tu destino, y su ruta de los faros, el plan perfecto.

Empecemos hablando de la histórica Bretaña, la región más al noroeste de Francia, reconocida por su costa rocosa, sus pueblos pesqueros, su herencia celta y ese encanto natural que la llevó a ser el enclave de algunas de las aventuras más famosas de Astérix y Obelix y del mago Merlín y el rey Arturo, así como fuente de inspiración para su hijo Julio Verne a la hora de escribir sus fantásticas y reconocidas obras literarias.

Bretaña es fantasía y realidad, historia y leyenda, y nada como pisar estas tierras y mezclarse con su gente para impregnarse de ella.

Para quienes desean descubrir un lugar fiel a su idiosincrasia, esta zona de la costa francesa ofrece una amplia oferta de actividades turísticas en las que naturaleza, arte, historia y gastronomía se entrelazan en perfecta sintonía. Y de entre todas las propuestas, aquí te hablaremos de La ruta de los faros: naturaleza salvaje, mar, relatos de marineros, cuentos de guerra, arquitectura, restaurantes de alto nivel, novedosas propuestas ecológicas… El lugar ideal para unas vacaciones donde descansar y disfrutar de forma sostenible.

La Ruta de los Faros

Bretaña brilla con luz propia, la de los 82 faros que llevan salvaguardando las vidas de los marineros desde el siglo XIX frente a uno de los mares más peligrosos. Por eso no es de extrañar que esta región concentre el mayor número de faros del mundo. Y si alguien conocía, y conoce, bien esta bravura eran los fareros bretones, que no en vano bautizaron como Infierno a los faros que estaban en el mar; Purgatorio, a los de las islas, y Cielo, a los faros en tierra.

La mayoría de los faros que hoy en día siguen en funcionamiento en la región están construidos antes de 1920. Del resto, algunos se han convertido en museos e incluso en alojamientos turísticos. ¿Ver una tormenta desde un faro? ¿Dormir viendo la inmensidad del mar? Ahora es posible.

A continuación encontrarás nuestra personal ruta de los faros, que hemos tenido la suerte de disfrutar en persona, pero recuerda que siempre puedes visitar la página web de Turismo de Bretaña para informarte más y crear tu propio itinerario.

Faro de Pontusval, Bretaña

Faro de Pontusval, Bretaña

Turismo de Bretaña

El faro de Pontusval

Comenzamos la ruta visitando el faro de Pontusval, en Brignogan-Plages, al norte de Finisterre.

Sobre una pequeña colina y rodeado por unas preciosas playas de arena blanca y rocas, este faro empezó a guiar a los marineros en 1869, emitiendo tres destellos cada 12 segundos desde sus 14 metros de altura. Para comprobarlo tendrás que esperar a que se encienda, pero mientras tanto podrás disfrutar de un atardecer único, donde el cielo teñido de naranja se refleja en el mar que baña las pequeñas barcas varadas en la arena por la baja marea, dejando una imagen difícil de olvidar.

En 2011, el faro de Pontusval fue catalogado monumento histórico. Aun así, lo que realmente hace especial este faro, además de la belleza de su entorno, es Marie-Paule Le Guen, la farera que a sus 81 años sigue viviendo a los pies de esta torre y que durante 35 años subió y bajo sus 50 escaleras para garantizar la seguridad de quienes se adentraban en el mar.

Cerca del faro, a tan solo 5 minutos en coche, se encuentra la aldea de Menez-Ham, en la que se puede ver un antiguo pueblo pesquero, cuyas cabañas de techo de chamizo ahora están destinadas a exposiciones, venta de recuerdos…

Imperdibles también son las playas de este lugar, así como el puesto de guardia camuflado entre dos peñascos. Esta construcción fue ordenada por el arquitecto de fortificaciones Vauban en el s. XVII para prevenir las incursiones inglesas. 

La Butte, Bretaña francesa

La Butte, Bretaña francesa

Nomade Studio

Para finalizar esta jornada, nada mejor que alojarse en La butte, a tan solo 15 minutos en coche desde el faro de Pontusval. Comprometido con el medio ambiente y el bienestar de sus huéspedes, este hotel con spa ofrece una experiencia única para relajarse, desconectar y saborear exquisitos platos elaborados con materia prima ecológica y de km O, que en 2014 ya les valieron una estrella verde Michelin. 

El chef Nicolas Coraux y su mujer, al frente de este proyecto, trabajan constantemente para minimizar cada vez más la huella ecológica de La butte y para ofrecer una mejor estancia a sus visitantes, algo que de sobra ya consiguen a día de hoy.

Faro de la isla Virgen, en Bretaña

Faro de la isla Virgen, en Bretaña

Paul et Malo

El Faro de la isla Virgen

Ya en Plouguerneau, visitamos el faro más alto de Europa, el de la isla Virgen. 365 escalones entre paredes recubiertas de opalina azul nos llevan a la cima desde la que disfrutamos de unas vistas increíbles de la región de las rías.

Y para quienes deseen vivir la experiencia completa, la antigua casa del farero se ha convertido en un alojamiento turístico ecológico con capacidad para nueve personas. Sin lugar a duda, la forma más auténtica para saber cómo era la vida de estos trabajadores.

Dando un paseo nos acercamos al restaurante Mémé Lilia, cuya filosofía es “producto de calidad, cocina sencilla y platos generosos”. Y así mismo es.

Guillaume, inspirado por su bisabuela cocinera a la que homenajea en cada rincón de este local, prepara en el fuego de leña suculentos platos donde el producto estrella es el que llega directamente del mar que se ve a través de sus ventanas. El resto de materia prima también es ecológico y de proximidad, ya que tienen un compromiso real con el medio ambiente que también implica reducir los residuos, cultivar su pequeño huerto, reutilizar, un consumo sostenible de energía…

Río Aber Wrac'h, Bretaña

Río Aber Wrac'h, Bretaña

Alexandre Lamoureux

Cerca del faro de la isla Virgen también hay otros lugares de interés que se podrían visitar como, por ejemplo, acercarse al río Aber Wrac’h, caminar por las dunas de Sainte-Marguerite o las de Corn ar Gazel, dar un paseo por el Aber Benoît, un bañito en la playa de Saint-Cava o incluso ¡visitar la isla de Wrac’h y su faro! 

El Faro de Trézien 

En el extremo norte de Finisterre, a las orillas de la ciudad de Plouarzel, nos encontramos el faro de Trézien. Desde sus 37 metros de altura ilumina hasta 32 km mar adentro y permite adivinar el archipiélago de Molène y la isla de Ouessant. Para no perderte estas vistas tendrás que subir los 182 escalones que hay hasta lo más alto.

Una vez disfrutado de este nuevo faro, te recomendamos visitar el mercado más importante de Finesterre, el de Saint Renan, donde cada sábado los productores locales, pescadores y artesanos ofrecen sus productos. Déjate llevar por la vida que se despierta en las calles que rodean la plaza principal y no dudes en hacerte con sus especialidades gastronómicas, como los quesos, las salchichas de algas y la pastelería bretona. Tampoco puedes irte de aquí sin probar su famoso cocido, el Kig ha farz. 

Mención especial merecen sus crepes. En la Maison d’Autrefois, un local pequeñito y con encanto, situado en un lado de la plaza principal de Saint Renan, podrás deleitarte comiendo unas deliciosas galettes saladas, especialidad bretona que a diferencia de la crepe convencional, usa trigo sarraceno para la masa, y acabar con una crepe dulce. Para que la experiencia sea completa, acompaña estos platos con sidra, una bebida dulce tradicional.

Como has leído un poco más arriba, uno de los principales platos bretones está preparado a base de alga, y es que en esta región se concentra la mayor producción de algas de Europa. Por eso, es muy interesante hacer una parada en la Maison de l’algue en Lanildut, primer puerto de descarga de algas de Europa, antes de llegar al faro de Trézien.

La visita es gratuita y te permite descubrir y vivir todo lo relacionado con la recolección de estas verduras marinas, además de conocer las distintas especies, cómo se reproducen, etc. Durante todo el año ofrecen numerosas actividades en torno a las algas y el mundo marino: taller de cocina, salidas de recolección…

Faro de Sant Matthieu, Bretaña

Faro de Sant Matthieu, Bretaña

Turismo de Bretaña

El faro de Saint Mathieu

Si algo llama la atención del faro de Saint Mathieu, en Plougonvelin, son los restos de la abadía que están a sus pies, pero es que fue precisamente por los monjes que vivieron ahí que se construyó este faro. En 1250, estos monjes colocaron un fanal en lo alto de una de sus torres para guiar a los marineros. Este es el primer faro reconocido en las costas del país de Iroise. 

Sin embargo esta torre se fue deteriorando y fue entonces cuando se construyó el faro de Saint Mathieu, con 37 metros de alto y culminando a 58 m sobre el nivel del mar. Controlado en remoto desde 2005 y sin farero desde 2006, funciona todos los días del año emitiendo un destello cada 15 segundos.

Justo detrás del faro se encuentra un precioso hotel de cuatro estrellas, Hostellerie de la Pointe Saint Mathieu, donde podrás descansar en sus preciosas habitaciones después de una larga jornada de caminar. Si tienes suerte, puede que te toque una con vistas al faro, para que puedas ver desde tu ventana sus destellos.

Aun así, nosotros te aconsejamos salir a ver el atardecer después de cenar en Le Bistrot 1954, donde la chef Nolwenn Corre, primera con estrella Michelin de Finisterre,  reinterpreta los platos tradicionales. Si lo prefieres, también puedes optar por el restaurante. Decidas lo que decidas, los tienes en el mismo hotel, igual que un spa en el que te podrás relajar.

Faro Petit Minou, Bretaña

Faro Petit Minou, Bretaña

Turismo de Bretaña

El faro Petit Minou y Brest

De camino a la ciudad de Brest desde el faro de Saint Mathieu hay una para obligatoria: el faro Petit Minou, el más fotografiado de todos. Posiblemente sea ese pasarela de piedra sobre la roca que se adentra en el mar la que le da a este faro un aire más de película al que las cámaras no se pueden resistir.

Construido en 1848 y en funcionamiento por control remoto, aunque se suele creer que su nombre procede del francés (pequeño gatito), en realidad está vinculado a la palabra bretona ‘min’, que significa boca o embocadura. 

Capturada la belleza de este lugar, toca seguir rumbo a Brest, la ciudad más bombardeada de la II Guerra Mundial, que ha tenido que volver a levantarse primando la funcionalidad a la estética, algo que se observa fácilmente en sus edificios. Una vez allí, piérdete por sus calles, pasea por el muelle del Commandant-Malber; visita el Oceanópolis, un parque acuático que recrea los océanos del mundos y donde se pueden tocar algunas especies marinas; coge el teleférico que te lleva a Les Ateliers des Capucins, una antigua imprenta en el corazón de la  ciudad transformada en espacio social, y acaba el día cenado con vistas al puerto en La Croisette, el restaurante del hotel de cuatro estrellas, Le Barracuda, donde el confort y el descanso están garantizados.

Más allá de los faros

Porque Bretaña es mucho más que sus faros, te recomendamos que visites la Abadia de Daoulas, un antiguo monasterio regentado hasta el siglo XVI por los canónigos de la orden de San Agustín.

No solo verás su maravilloso claustro románico del siglo XII, sino que también podrás pasear por sus jardines donde se cultivan nada menos que 300 especies de plantas medicinales de todo el mundo. Asimismo, también te encontrarás con obras de arte expuestas en mitad de la naturaleza, ya que acogen exposiciones temporales durante todo el año. 

Exposición en Abadia de Daoulas, Bretaña

Exposición en Abadia de Daoulas, Bretaña

Turismo de Bretaña

Cerca de la Abadia de Daoulas, con un río a su entrada, se encuentra La faïencerie, un restaurante donde podrás optar por deliciosos menús con productos, principalmente, de temporada.

A continuación, te invitamos a que te tomes un té o café en la ciudad medieval de Landerneau, mientras miras el famoso puente de Rohan, único en Europa que queda habitado y al que rodean hermosas viviendas de los siglos XVI al XIX.

Cómo llegar

Cuando el coche no es la opción, siempre se puede coger un avión, ya que Brest tiene aeropuerto, convirtiéndola así en la ciudad de partida de estas vacaciones. Las combinaciones de los vuelos dependerán del lugar de origen.