Este hombre de mirada vivaz tiene 85 años y tantos kilómetros caminados que cualquiera que aventure una cifra corre el riesgo de quedarse corto. Sus elecciones tempranas le llevaron a caminar en defensa de la paz, pero el medio se convirtió en un fin en sí mismo.

Satish Kumar, "peregrino de la Tierra", nació en Rajastán (India) en una familia humilde y hoy es el adalid de una ecología espiritual. Ha publicado los libros: La brújula espiritual (RBA Libros), Tú eres, luego yo soy (Ediciones I) y Simplicidad elegante (Icaria).

Con solo nueve años se unió a una orden errante de monjes jainistas, pero leer a Gandhi le impulsó a abandonarla y a sumarse a la marcha de Vinoba Bhave, el líder espiritual indio que recorrió la India a pie promoviendo una reforma agraria.

En 1962, impresionado por la desobediencia civil de Bertrand Russell en protesta contra la bomba atómica, decidió embarcarse en el viaje que lo haría famoso. Con un amigo caminó de Delhi a Moscú, París, Londres y Washington para difundir su mensaje de paz y reunirse con los dirigentes políticos de las potencias nucleares del momento.

Desde entonces Satish Kumar reside en Inglaterra, donde dirige el programa de seminarios del Schumacher College, un centro internacional de estudios ecológicos que con su nombre rinde homenaje al autor de Lo pequeño es hermoso. También dirige desde hace 40 años Resurgence, una revista sobre ecología y espiritualidad, y participó en el documental Una sinapsis.

Entrevista a Satish Kumar

—Ha caminado usted mucho a lo largo de su vida. ¿Por qué le gusta tanto caminar?
—Caminar es una forma de conectar con uno mismo. Cuando caminas, todo tu ser entra en sintonía con la tierra: el cuerpo, la mente y el alma. Conectas con el suelo, el cielo, la lluvia, el sol, los océanos, las estrellas... Desaparecen las presiones y te relajas.

—En alguna ocasión ha dicho que caminar es una forma de meditar. ¿Prefiere meditar caminando a meditar sentado?
-Sí, porque es una forma de meditar dinámica. Meditar sentado está bien, una forma no excluye a la otra, pero a mí me gusta más caminar. Mientras camino estoy en contacto con los elementos. En cambio, cuando medito sentado, estoy únicamente en contacto conmigo mismo.

—¿Contemplar la naturaleza, con sus formas y sus ritmos, puede entonces ayudar al desarrollo espiritual?
—Cuando estoy en la naturaleza, me siento en casa, pero cuando me alejo de ella es como si estuviera en el exilio. Estar en contacto con la natura]eza me permite estar en contacto con mi propia esencia, porque formo parte de la naturaleza. Dios no está en los cielos ni en el más allá; se manifiesta en las flores, los árboles, los ríos, los pájaros... Al observar estas cosas te das cuenta de que te encuentras en presencia de lo divino. Tu mente humana se convierte en la mente de Dios y la obsesión por el "Yo", "lo que hago", "mi trabajo", "mi casa"... desaparece, porque todo eso deja de tener importancia. Fundirse con la naturaleza posibilita la iluminación.

Prácticas espirituales cotidianas: desde hacer pan a cuidar el jardín

Ha recomendado alguna vez hacer pan como práctica espiritual. ¿Por qué hacer pan?
—Hacer pan es también una forma de entrar en contacto con la naturaleza: tocas la harina, reduces el ritmo y prestas atención. Puedes saber de dónde viene el trigo que estás utilizando y, en lugar de recurrir a semillas modificadas genéticamente, puedes optar por semillas no manipuladas. También puedes elegir cómo quieres la harina: molida en un molino de piedra, por ejemplo, da una harina integral de muy buena calidad. Cuando Jesucristo dijo que el pan era su cuerpo lo dijo en este sentido. Además, un buen pan hecho en casa te da placer. También te lo da compartirlo -con los amigos, la familia y los invitados-, y les da placer a ellos. En cambio, cuando compras el pan hecho suele ser un pan industrial que te llena la barriga pero no te da felicidad. Es como ponerle gasolina al coche...

—Incluso organizó una campaña para animar a la gente a hacer pan en casa...
—Gandhi animaba a que cada uno tejiera su propia ropa. Hacer el pan en casa también es una forma de desafiar al consumismo y apostar por la salud y el medio ambiente.

—¿Qué otras prácticas espirituales recomendaría?
—La jardinería. Es otra forma de estar en contacto con el suelo y los elementos de la naturaleza: las semillas, las plantas, las flores... Puedes comprobar cómo de una pequeña semilla brota una planta y cómo con el tiempo esta se convierte en un árbol que te ofrece sus frutos. La jardinería te muestra la generosidad de la naturaleza, su abundancia. Y el jardín se convierte en el microcosmos del macrocosmos. Cuando cultivas la tierra o cuidas un jardín, de alguna manera cultivas y cuidas tu alma. A través de tu pequeño jardín accedes al jardín de la tierra.

"No se cultiva solo para comer sino para alimentar el alma, para compartir y conectar con la naturaleza y, por tanto, con uno mismo."

Somos nuestras relaciones

—Hace unos años formuló su declaración de dependencia diciendo "Tú eres, luego existo". ¿A qué se refería?
—La filosofía occidental está muy influida por el Cogito ergo sum de René Descartes. Pero Descartes se equivocaba. ¿Yo pienso, luego existo? ¡Nosotros no somos nuestros pensamientos! ¡Somos relaciones! Yo lo que digo es: Existo porque la Tierra existe. Porque existen el sol y el agua, las montañas y los océanos. Existo porque existieron mis antepasados, existen mis hijos y existes tú. Dependo de todas estas relaciones. La Tierra cuida de nosotros porque formamos parte de ella. No nos pertenece. Nosotros le pertenecemos a ella. Y todo lo que hay en ella está relacionado entre sí.

—¿La enfermedad podría ser, de algún modo, consecuencia de olvidar o no ser consciente de esa dependencia?
—Sí. Cuando nos obsesionamos con nuestras cosas cargamos demasiado peso en la mochila. Solo pensamos en nosotros y en lo que hemos de hacer. Nos decimos: "Tengo que ser independiente y hacer las cosas por mí mismo porque nadie me va a ayudar". El egocentrismo genera estrés, pone mucho peso y tensión sobre los hombros. Y con el tiempo el estrés se acaba manifestando a través del cuerpo. Hay que darse cuenta de que la Tierra provee, como el sol. Eso relaja. Todo lo que se hace deja entonces de ser una carga, fluye y se hace de forma natural, sin esfuerzo, como respirar o hablar. Escribir un libro, hacer pan, cuidar del jardín, escribir... todo se vuelve fácil.

Elegir la no-violencia

—Tanto Gandhi como Vinoba, de los que se ha declarado seguidor, fueron grandes activistas de la no-violencia. ¿ Qué es para usted la no-violencia?
—La no-violencia es un estado mental y una forma de vida. Es aceptar el mundo y amarlo tal como es. También es intentar promover un mundo más armónico y pacífico en el que haya más amor, compasión y belleza. Es huir del rechazo, la negación y la condena. No creer que todo el mundo es malo: comunistas, musulmanes, cristianos, el mercado, los negocios... Eso es pensar violentamente y provoca violencia verbal. Y las palabras violentas acaban derivando en violencia física. Pero la no-violencia no es solo ausencia de guerra: implica reverenciar todas las formas de vida, respetar la pluralidad, cultural, religiosa y política.

"Cuando la mente está en calma, no juzga ni emite juicios. Y las manos se utilizan para ayudar a otros."

—Frente a la injusticia la no-violencia puede parecer pasiva. ¿Qué opina usted?
—La no-violencia no es pasiva. Comporta un estilo de vida que combate activamente la injusticia. Mahatma Gandhi la utilizó para poner fin al colonialismo británico. Vinoba recorrió el centro de la India para hablar con los terratenientes y tratar de convencerles de que cedieran tierras a los agricultores y crear una sociedad más justa. ¡Caminó más de 60.000 kilómetros durante 20 años! ¿Y Nelson Mandela? ¡Pasó 27 años en la cárcel y rehusó varias veces ser liberado para no renunciar a acabar con el apartheid! Martín Luther King pasó también por prisión en su lucha por los derechos civiles de los negros en Norteamérica... La no-violencia no solo es activa sino que es mucho mejor que la violencia para resolver el conflicto.

—Pero en cierto modo, ¿la violencia no forma parte del ser humano?
—Llevamos dentro la violencia y la no-violencia, el odio y el amor, el miedo y la confianza. Todo está en nosotros. Así que uno elige. Si quiere cultivar la violencia y la rabia en su interior, puede hacerlo. Pero yo creo que la no-violencia, la compasión y la confianza hacen que la vida sea mejor. Estás más tranquilo, te sientes más realizado, tienes mejores amigos, contribuyes al entendimiento entre religiones y naciones, a la protección de la naturaleza... ¡Cada uno elige!

—Incluso la naturaleza puede ser violenta...
—Puede ser las dos cosas: violenta y no violenta. Hay que apreciar la no-violencia de la naturaleza. Navegar en el mar en sí no es violento pero, si pecas de imprudente y sales a navegar con viento fuerte, estarás luchando contra ella. Hay que ser prudente y vivir en armonía con la naturaleza.

Viajar sin dinero en el bolsillo

—Cuando decidió recorrer el mundo a pie de punta a punta con su amigo Menon para difundir la no-violencia, Vinoba les hizo dos recomendaciones. La primera es que no llevaran dinero. ¿Por qué?
—Sin dinero no tienes más remedio que confiar. En la gente y en ti mismo, pero también en la providencia: has de confiar que las cosas se arreglarán, que algo sucederá. Después de caminar todo el día, si hubiéramos llevado dinero habríamos acabado comiendo en algún restaurante y buscando un hotel donde dormir. Sin embargo, al no tenerlo, estábamos obligados a relacionarnos, a entablar conversación con las personas que nos encontrábamos en el camino y a aceptar su hospitalidad. Estábamos abiertos a la comunicación. Y esa es la mejor forma de cultivar y promover la confianza necesaria para crear un mundo más pacífico.

—La segunda recomendación fue que no comieran carne...
—Una mentalidad cruel que permite que se maten animales en beneficio propio es una mentalidad violenta hacia la vida. Hoy son los animales pero mañana pueden ser personas. Además, imagina cuántos miles de millones de reses y aves precisaríamos para alimentar con carne a los mil millones de habitantes del planeta. ¡Necesitaríamos por lo menos seis planetas como la Tierra! Pues bien, solo tenemos una. Si queremos paz, deberíamos intentar hacernos todos vegetarianos o por lo menos comer menos carne. ¡Hasta las Naciones Unidas han recomendado comer menos carne!

"La paz entre las personas no llegará a menos que renunciemos a estar en guerra contra la naturaleza y los animales."

—Mucha gente es consciente de que el dinero no hace la felicidad, pero ¿no ayuda?
—El dinero es un medio para conseguir un fin, no es el fin en sí mismo. Si se utiliza como moneda de cambio no pasa nada. Es un buen invento. Pero cuando se convierte en el fin y todo se hace para conseguirlo, se vuelve peligroso: acabamos sacrificando la naturaleza, las relaciones, nuestro tiempo y nuestra felicidad.

—¿Es ese el motivo de la actual crisis económica?
—Así es. La crisis actual es consecuencia de la avaricia. La sociedad ha convertido el dinero en un fin y usa a la naturaleza y a las personas como medio para conseguirlo. Debemos promover una economía diferente en la que el dinero solo sea un medio para conseguir otros fines: el bienestar de todos los seres humanos, la sostenibilidad y el respeto medioambiental. El dinero es solo una forma de medir el bienestar pero no es el bienestar en sí mismo.

La crisis como oportunidad: construyendo un futuro no violento

—¿Cómo ve el futuro?
—La crisis nos da una oportunidad de cambiar el sistema económico actual. El que tenemos se basa en la injusticia social, la destrucción de la naturaleza y la matanza de animales. Está mal diseñado y, como hemos podido comprobar recientemente con la caída de las bolsas, es muy frágil e inestable. Necesitamos un sistema más sólido y sostenible que genere bienestar. Medidas como la del gobierno estadounidense de dar miles de millones de dólares a Wall Street no son la solución. Ni que los gobiernos europeos den dinero a los bancos. Habría que reorganizar el sistema financiero para que sirva a la naturaleza y a las personas, porque en este momento sucede lo contrario: los bancos son los amos y señores... ¡y la gente y la naturaleza sus esclavos!

—Por el simple hecho de vivir en esta sociedad se participa de un sistema intrínsecamente violento. ¿Se puede ser pacifista sin hacer ciertas renuncias básicas?
—No vivimos en la utopía. Tenemos que vivir en el mundo que tenemos y no podemos pretender hacer las cosas 100% bien, porque eso es imposible. Lo que cada uno debe preguntarse es: ¿ En qué dirección me estoy moviendo? ¿ Estoy promoviendo un mundo más pacífico y armónico, una mayor conciencia ecológica? ¿ O estoy moviéndome en la otra dirección, contribuyendo al calentamiento global, a la crisis económica, a la contaminación de ríos y océanos, a la destrucción de los bosques?

No se trata de ser un santo, porque todos somos humanos y podemos en algún momento ser violentos, sentir rabia o mostrarnos agresivos. Se trata de saber hacia dónde caminas. El problema es institucionalizar la violencia y que se gasten miles de millones de dólares, euros o lo que sea en ejércitos, policía, destrucción de la naturaleza y guerras. ¡Es la dirección equivocada!

Hay que empezar a invertir más dinero en iniciativas por la paz, en promover una agricultura sostenible, la artesanía, la música... No se trata de conseguir un mundo totalmente no violento, sino de cambiar de rumbo y empezar a avanzar en la dirección adecuada. ¡Un mundo un 80% no violento siempre será mejor que un mundo un 80% violento!