En la gran sala del juzgado, repleta de público, comparecen testigos, familiares, autores, lectores, miembros del jurado, abogados y fiscales, y ante reputados jueces comienza el solemne acto.

Las demandantes son Cenicienta, Blancanieves y la Bella. Exigen una rectificación a sus obsoletas historias.

Sube al estrado Cenicienta, muy enojada, y dice:
–Señores, soy víctima del cuento del cual soy protagonista y demando al autor por engaño, manipulación de la realidad y por encasillar mi vida con un absurdo estereotipo.

Mi cuento es muy poco creíble, conmovedor eso sí, pero sin sentido común. Porque supongamos que consigo llegar al baile, aunque dudo que una calabaza pueda convertirse en carroza y unos cuantos ratones en caballos de raza, ¿habéis intentado caminar con unos zapatos de cristal, fríos y rígidos? ¿Qué broma es esta?

Y ¿cómo es que no se rompen? Cualquier mujer que haya lavado un vaso sabe lo frágil que es, puede que esté muy esbelta y estupenda pero ¡no puedo calzar unos zapatos de cristal y caminar, bailar y correr sin romperlos!

El abogado alega que ese cuento es una obra maestra, un clásico, que los zapatos de cristal encarnan un símbolo de pureza y que no hay que interpretarlo en sentido literal. No puede cambiarse una historia así como así.

–Pero usted no vive en nuestras historias –interviene Blancanieves–. No sabe lo que es comer perdices con un príncipe azul al que no habías visto nunca antes de que viniera y te diera un beso.

Yo quiero casarme por mi elección y no por lo que a un autor se le antoja una historia bonita, ignorando mis sentimientos. ¿Y si el príncipe no me gusta? ¿Y si resulta que tiene halitosis? ¿Y si es un engreído? ¡Exijo mi derecho a elegir! (Aplausos de las mujeres presentes en la sala.)

Llega el turno de la Bella:
–A vosotras por lo menos os asignaron un príncipe, pero a mí me tocó un monstruo, un ser de cara deforme, con unos ojos que no se sabe si te miran o están calculando si serás un bocado apetecible. ¡Y encima me tengo que enamorar de él! ¿Y si no se convirtiera en príncipe? Más aún, ¿y si ni siquiera se transformara en persona humana?

¿Creéis que una joven y bella muchacha, con dos dedos de frente, se va a enamorar de un engendro peludo y maloliente? ¿En qué cabeza cabe esa posibilidad? Porque supongamos que andamos escasas de hombres: ¿llegaríamos a ese extremo? ¡Acuso al autor de insulto a mi inteligencia y de impedir mi libertad de facto! (Algarabía y aplausos en la sala.)

Los jueces dejan que los abogados se defiendan de las acusaciones. Estos reiteran viejos argumentos, alegando que los autores optaron por proporcionarles a las tres jóvenes una vida de ensueño, envidia del resto de mortales, en lujosos palacios, con los mejores vestidos.

Sus acusaciones por tanto no proceden; más bien deberían estar agradecidas de encarnar a unos personajes que han dado vida a los sueños de muchas generaciones.

(Desorden y gritos en la sala que obligan al juez a dar tres fuertes y secos golpes de martillo para imponer silencio.)

La escena podría haberse dado también con los príncipes y la Bestia como demandantes, ya que tendrían los mismos derechos para elegir compañera de vida o soltería.

No todos los cuentos deben acabar en boda

Estos cuentos nos han condicionado antes de tener conciencia o necesidad de tener una pareja.

Hoy día la situación ha cambiado mucho y cada vez hay más y más gente soltera, sin pareja ni compromiso, por necesidad, por circunstancias, por voluntad propia o simplemente por la tendencia actual.

En nuestra sociedad tenemos plena libertad para elegir un camino, qué estudiar, a qué dedicarse, cómo vivir. Existe una gran diversidad de ofertas de aventuras y diversiones, ideas y posibilidades para gente sin responsabilidades de pareja.

Cada vez nos cuidamos más, tanto en lo físico como en lo emocional, y tenemos a nuestra disposición un amplio abanico de actividades intelectuales, espirituales, artísticas, de ejercicio físico, masajes, cursos de crecimiento personal, colaboración en ayuda humanitaria, voluntariados, viajes...

Cada día que pasa es un día menos para vivir; cuanto menos tiempo perdamos en arrepentirnos o lamentarnos, más tiempo tendremos para aprender, caminar y disfrutar.

Conviene perder el menor tiempo posible por puro egoísmo: no podemos reclamar el tiempo perdido a nadie ni en ninguna ventanilla.

Para llegar hasta el final sano y fresco se ha de aligerar el equipaje. Lo forman esos recuerdos en forma de pensamientos repetitivos, rencor, frustración, enfados, tristezas, decepciones, entre otros muchos sentimientos no saneados.

Ese lastre nos quita movilidad, y esas sensaciones nos hacen sentir enfermos. Estamos aquí de paso. Nos iremos sin nada más que lo vivido en nuestros corazones.

¿Sabemos qué es lo que queremos vivir?

Un final muy feliz: la complicidad con los amigos

Tengo muchos amigos –más amigas que amigos– y conocidos que son solteros, aunque muchos tuvieron pareja o estuvieron casados alguna vez.

Más de una amiga me comenta: "Estoy rodeada de gente con pareja y con muchos problemas. Para eso me quedo sola, salgo y entro cuando quiero, no tengo que dar explicaciones a nadie, todo lo que gano es para mí y hago lo que quiero con mi vida. Tengo trabajo, amigos y una familia maravillosa, ¿para qué voy a complicarme la vida por tener una persona al lado con todos sus problemas? Prefiero leer un buen libro que mantener una conversación con alguien que no me entiende ni tiene intención de hacerlo".

Otras personas dicen:

"A estas alturas no me puedo conformar con una persona cualquiera: cada vez soy más exigente y no tolero las tonterías. Tengo unas cuantas amigas con las que me reúno los fines de semana, hacemos excursiones, comidas, celebraciones, organizamos viajes con algún curso intensivo y aprendemos mientras viajamos y conocemos otros lugares. Nos entendemos de maravilla y, aunque a mí no me gustan las mujeres, comprendo que cada vez afloren más lesbianas".

Después de una relación dolorosa la gente se torna reacia a volverse a emparejar; con el tiempo, se acostumbran a estar solos y encuentran la tranquilidad y el equilibrio en esa soledad.

Y un hombre joven me cuenta:

"Se está muy bien solo. Voy al gimnasio y me cuido, cosa que antes no podía hacer por falta de tiempo. Hago mis cosas sin tener que mirar el reloj porque alguien me está esperando en casa; viajo con amigos a los sitios que siempre he querido conocer, veo con ellos los partidos de fútbol o de tenis en casa, tomamos pizzas y cervezas, gritamos un rato y animamos a nuestro equipo sin que mi ex-mujer nos mire con cara de pocos amigos.

Las mujeres diréis que somos simples. Pues sí, si eso es ser simple, somos muy simples y nos contentamos con cosas simples; no hay nada malo en eso, lo importante es que nos lo pasamos en grande con cosas pequeñas.

Tenemos hijos, pero ellos ya se han adaptado a la nueva situación; son increíblemente inteligentes, se lo pasan bien cuando están conmigo y me cuentan que su madre también está bien, así que creo que separarnos fue una buena decisión. No sé cuánto durará mi soltería, no me cierro a nada, pero mientras dure pienso pasármelo lo mejor que pueda".

Se trata de una situación muy común: hombres y mujeres salidos de una relación difícil que no quieren repetir la experiencia y a los que la soledad les ha abierto los ojos a cosas a las que no habían prestado atención antes, y exploran otros mundos, otras formas de vivir.

Educación y comunicación para una soltería más feliz

¿Qué hace posible esta creciente tendencia?

El progreso social es una clave. La liberación de la mujer, su derecho al voto, los anticonceptivos y la ley de igualdad son buenas razones, como también la estabilidad social y el consumismo, pero creo que la razón fundamental es la comunicación.

Los medios de comunicación y sobre todo internet han sido claves para la expansión de las ideas, para compartir experiencias, para conocer todo lo imaginable.

La educación ya no se imparte solo en las escuelas sino que existe una gran marea de información permanentemente a nuestro alcance que nos hace libres y nos permite elegir constantemente entre un sinnúmero de opciones. Las ideas vanguardistas ya existían antaño, pero ahora además se conocen en todas partes.

Los viejos cuentos ya no son válidos y tenemos otras prioridades y objetivos. Nos hemos dado cuenta de que para ser feliz no es necesario casarse, formar una familia o tener hijos, como ya proclamaban antiquísimas filosofías orientales.

Aun así, sigue existiendo una sutil presión social o cultural, y una mujer soltera sigue siendo una solterona y un hombre soltero es de sexualidad sospechosamente ambigua. Ver una persona sola es como encontrar un zapato sin pareja.

En el fondo seguimos preguntando: ¿no tienes novia? ¿o novio? La gente se preocupa por el futuro: tener hijos para cuando llegue la vejez, tener pareja para tener compañía, sigue siendo un pensamiento muy arraigado.

Este concepto de Yin y Yang, luna y sol, mujer y hombre, que se complementan y forman un círculo completo, una pareja, aún nos condiciona; nos cuesta aceptar que una persona sola sea capaz de formar el círculo completo.

Abrir camino siempre es duro y difícil, pero estamos abriendo este camino de aceptación y reconocimiento pleno de que se puede ser una persona independiente, completa y feliz sin la necesaria presencia de otra persona al lado.

Para ello hay que trabajar constantemente, ser coherente y justo, tener la mente abierta y el corazón inquieto a fin de ser capaces de experimentar nuevas sensaciones y experiencias.

Estar solo no significa tener soledad, estar solo creo que es estar con uno mismo, ser el mejor amigo de uno mismo. De esta manera nunca estaremos solos: siempre estaremos conscientemente acompañados por nosotros mismos.

Una vez leí una frase que se me quedó grabada: "La vida es un camino solitario de una sola dirección". Parece un paisaje desolador, pero lo cierto es que la vida, cada momento, cada situación, la vivimos a solas y con nadie más.

Por mucho que queramos, hay cosas y sentimientos que no podremos o no querremos compartir. Lo que siente el corazón es lo que queda: la fuente de la felicidad nace del corazón y fluye hacia dentro.

Tu pareja no te completa: te acompaña

Un círculo imperfecto, al que le falta un trozo, como una porción de quesito para ser completo, lleva rodando mucho tiempo en busca de un triángulo que encaje en su vacío.

Un día se encuentra un triangulito impecable y se pone muy contento: ¡al fin lo encontró! Al encajárselo se da cuenta de que el triangulito también anhelaba ese momento.

Felices, los dos unidos emprenden el camino juntos, pero al poco tiempo el círculo observa que el triángulo es demasiado pequeño para llenar su hueco y que se va cayendo a cada vuelta, así que tiene que ir sujetándolo todo el rato.

Resulta tan incómodo que al final deciden, muy apenados, que es mejor separarse.

Tiempo después el círculo descubre un triángulo desgastado y algo más grande que su hueco. Piensa: «Seguro que con el tiempo lo podré amoldar ¡y al final seremos un círculo completo!». Y así emprenden juntos el camino.

Pero el círculo pronto nota que no puede rodar bien, porque el triángulo sobresale y cada vuelta depara un pequeño sobresalto. El círculo piensa: "Poco a poco el triángulo se pulirá y rebajará su tamaño y, entonces, ¡seremos perfectos!".

Pero no hay progresos visibles. Cada vez se hacen más daño y las peleas no cesan. Resulta tan agotador que acaban separándose.

Rodando y rodando, un día el círculo se encuentra otro círculo, también defectuoso, también ansioso en busca de su relleno.

Se ponen a rodar juntos, uno al lado del otro, compartiendo sus vivencias y creencias, sus inquietudes y miedos, sus alegrías e imperfecciones.

Entonces se dan cuenta de que están bien, de que así pueden recorrer el camino de la vida, uno al lado del otro y no encima o dentro, cada uno independiente del otro. Y así fue cómo los dos círculos se volvieron perfectos.