La eterna juventud es un mito perseguido por las distintas culturas humanas de todos los tiempos. Después de llegar a América, los españoles al mando de Ponce de León se lo tomaron en serio y buscaron el manantial de la inmortalidad por toda la Florida. Hoy, el biólogo e investigador Nicklas Brandberg se ha propuesto encontrar en la naturaleza las claves para retrasar el envejecimiento y la muerte. Explica sus hallazgos en un libro fascinante, La medusa inmortal (editorial Destino).

Es cierto que existe una medusa inmortal. La Turritopsis tiene el tamaño de una uña y se pasa su vida potencialmente eterna a la deriva comiendo plancton. Su secreto es increíble: cuando se estresa, cuando percibe una amenaza, vuelve a su estado de pólipo y crece de nuevo como si nada hubiera ocurrido. Es como si un adulto volviera a ser niño una y otra vez. Es el truco perfecto, aunque no puede evitar que se la coma un animal más grande que la pille desprevenida.

La Turritopsis no es el único ser vivo potencialmente inmortal. También hay otra medusa, la Hydra, y el gusano Planaria, que cuando escasea el alimento se come a sí mismo para luego volver a crecer sin secuelas.

No existe un único camino hacia la inmortalidad. La evolución biológica es supercreativa y no faltan científicos que creen en la posibilidad de hallar una pastilla que sea la solución para el ser humano (solución relativa, porque no evitaría las guerras o los resbalones).

Brandberg, más modesto, repasa todos los ejemplos de inmortalidad y longevidad que ofrece la naturaleza y saca las enseñanzas que podemos aplicar ahora en nuestra vida para vivir más años. Son las siguientes.

1. No comas demasiado

Los estudios muestran que reducir el consumo de calorías a partir de cierta edad alarga la vida de muchos animales de laboratorio. En el ser humano también parece funcionar, pero no hace falta llevar las cosas al extremo de estar siempre con hambre. Podría ser suficiente con ser moderado con las raciones y realizar periódicamente ayunos o dietas que consiguen efectos similares, como los planes que propone el experto en longevidad, Valter Longo.

2. Haz ejercicio, toda la vida

La mayoría de personas que no siguen un programa específico de ejercicio físico tiende a perder masa muscular con los años. A los 80 años, una persona puede haber perdido hasta la mitad de las fibras musculares que tenía en su juventud. Hasta cierto punto es inevitable, pero conviene minimizar la pérdida porque al hacer ejercicio, tanto aeróbico como de fuerza, para conservar la masa muscular se producen una cascada de reacciones químicas que benefician a la inmunidad, al sistema óseo y al sistema cardiovascular.

3. Confía en el efecto placebo

Mientras unos investigadores buscan la pastilla de la inmortalidad sin efectos secundarios que te hagan odiar estar vivo, resulta que las pastillas que, en teoría, no hacen nada pueden hacer algo a favor de tu salud. Brandberg explica apoyándose en estudios científicos que la confianza y la fe pueden alargar la vida. Las personas que se sienten jóvenes y las optimistas acaban viviendo más años.

4. Haz amigos

Además de la dieta saludable, hay otra razón que parece ejercer una gran influencia en que en los pueblos mediterráneos, en la península de Nicoya (Costa Rica) y en la isla de Okinawa (Japón) se encuentren las mayores concentraciones de centenarios del mundo. La razón es que viven en comunidades con fuertes relaciones sociales de amistad, vecindad y ayuda mutua.

Por supuesto, si quieres aplicar la enseñanza, no quedes solo para tomar unas cervezas. El alcohol acorta la vida. La amistad que contribuye a que tú y tus amigos viváis más años es la que te lleva a echar una mano cuando hace falta. En este caso, el animal de referencia es el babuino: los que tienen relaciones más estables y sólidas con el resto del grupo son los que viven más años.