La doctora Olga Ocón es especialista en obstetricia y ginecología, investigadora en la Universidad de Granada y ha participado en los primeros estudios científicos que han detectado disruptores endocrinos en la sangre menstrual. Los disruptores endocrinos son sustancias artificiales que contaminan los alimentos o se encuentran en productos cosméticos y objetos de uso habitual. La doctora Ocón se lamenta de que no se estén tomando medidas apropiadas para reducir la exposición a estas sustancias que representan un riesgo especialmente para la salud de las mujeres y de la población en general.

–¿Qué habéis encontrado en la sangre menstrual?
–Hasta ahora la presencia de disruptores endocrinos se había estudiado en diferentes tejidos fluidos orgánicos, como orina, sangre periférica, grasa, leche materna, etc. Nuestro grupo de investigación ha sido pionero en estudiar la presencia de estas sustancias en sangre menstrual (con dos publicaciones recientes en revistas científicas). Gracias a la donación de sangre menstrual de más de 50 usuarias de copa menstrual, se pudo objetivar que todas las muestras de sangre menstrual tenían niveles detectables de tres o más compuestos, y más de la mitad de las muestras contenían 6 o más compuestos (metilparabén, propilparabén y benzofenonas entre ellos). Vimos que tener mayor edad, el uso de productos de cuidado personal y el consumo de algunos alimentos (como carne, bollería, queso o productos lácteos) se relacionaron con las concentraciones sanguíneas menstruales de algunas de estas sustancias.

–¿Las mujeres están expuestas a sustancias tóxicas que alteran su ciclo hormonal, su sistema endocrino?
–En el medio ambiente existen cientos de miles de sustancias químicas, producidas por el ser humano desde la revolución industrial, y que están presentes en la vida cotidiana de las personas, por lo que todos estamos expuestos de forma habitual a ellas. Muchas de estas sustancias mimetizan la actividad hormonal, es decir, se comportan como hormonas exógenas con capacidad de alterar el funcionamiento normal del sistema endocrino, que incluye el funcionamiento de las hormonas sexuales femeninas, siendo las mujeres más vulnerables a los efectos adversos de estas sustancias.

"No se invierte en investigar qué es lo que realmente nos está pasando a las mujeres con nuestras menstruaciones".

–Todo esto es una amenaza para la salud de las mujeres. A nivel sanitario, ¿se está haciendo un diagnóstico correcto del problema? ¿Se están tomando medidas?
–Aunque desde hace tiempo, desde diferentes sociedades científicas, se está llamando la atención sobre esta problemática, las respuestas, tanto de la población, como de la comunidad científica y de los responsables de las políticas ambientales, es escasa. Ya en 2013 el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos y la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva hicieron una llamada a todos los profesionales para participar activamente en la información y prevención de la exposición a las mujeres, pero no es la realidad. En palabras de mi compañera, la Dra. Enriqueta Barranco, impulsora del estudio de la sangre menstrual a través de la Cátedra Alejandro Otero-Antonio Chamorro, “quienes trabajamos en el día a día de la práctica clínica, a veces nos vemos sorprendidas por la pasividad con la que el mundo científico responde a los problemas de salud de las mujeres, entre los que el sangrado menstrual abundante es uno de los más predominantes. Se pierde el tiempo en clasificaciones, o en recomendar hormonas, administradas por diferentes vías, y no se invierte en investigar qué es lo que realmente nos está pasando a las mujeres con nuestras menstruaciones”.

–¿Qué consecuencias tiene para la salud esta exposición? ¿Cómo alteran el ciclo hormonal y que problemas favorecen?
–La exposición preconcepcional y prenatal a agentes ambientales tóxicos puede tener un efecto profundo y duradero en la salud reproductiva a lo largo de la vida. Generalizando, se ha documentado que la exposición durante el embarazo a determinadas sustancias químicas stá relacionada con diversas consecuencias adversas para la salud, como un mayor riesgo de cáncer en la infancia; la exposición de los hombres adultos a los plaguicidas se asocia con la alteración de la calidad del semen, la esterilidad y el cáncer de próstata; y la exposición posnatal a algunos pesticidas puede interferir con todas las etapas del desarrollo de la función reproductiva en las mujeres adultas, incluidas la pubertad, la menstruación y la ovulación, la fertilidad y fecundidad y la menopausia.

"Se sospecha que la población mundial está principalmente expuesta a estos contaminantes a través de la dieta"

–¿Qué sustancias son? ¿Cuáles le preocupan más?
–Estas sustancias son los denominados “disruptores endocrinos” y representan un grupo muy heterogéneo de agentes usados ​​en pesticidas, plásticos, químicos industriales y combustibles y están muy distribuidos en el medio ambiente debido a su uso generalizado. Se clasifican en “persistentes" y "no persistentes" según su resistencia a la degradación así como su grado de liposolubilidad. En el caso de los persistentes, pueden transmitirse a la descendencia a través de la madre durante el embarazo y la lactancia. Desde la década de 1970, la mayoría de los países han prohibido o restringido severamente su uso, pero se sospecha que la población mundial está principalmente expuesta a estos contaminantes a través de la dieta, dado el patrón de bioacumulación de estos productos químicos en la cadena alimentaria. Por otro lado, los no persistentes son menos liposolubles y, por lo tanto, son propensos a ser eliminados por el organismo rápidamente, pero estamos diariamente expuestos a ellos a través de la dieta y algunos productos de uso diario, como son los cosméticos. Sin embargo, contrariamente a la mayoría de los disruptores endocrinos persistentes, la regulación internacional de su producción, manipulación y eliminación se limita a una reducción de las concentraciones de algunos compuestos específicos para esos cosméticos en el mercado de la Unión Europea (UE 1004/2014). Por ejemplo, el bisfenol-A, más conocido en la población general por haberse retirado de los plásticos utilizados para biberones u otros productos infantiles, con la etiqueta “BPA free”. Es un químico disruptor endocrino que se ha asociado a enfermedades ginecológicas como ovario poliquístico, insuficiencia ovárica, endometriosis e infertilidad.

–¿De dónde proceden?
–Los bisfenoles se utiliza en la fabricación de policarbonatos y resinas epoxi para una amplia gama de productos plásticos, como botellas de agua, recipientes de plástico y latas para alimentos o bebidas, por lo que la principal vía de exposición es la alimentación, como lo es para los pesticidas. Sin embargo, la principal vía de exposición a parabenos, benzofenonas, bisfenoles y ftalatos es a través de productos cosméticos y otros productos de cuidado personal

–Advierte no solo sobre el bisfenol A, sino sobre todos los bisfenoles
–El bisfenol A pasa a los alimentos a través de su contacto con el plástico, considerándose la principal vía de exposición humana, aunque ha habido informes recientes sobre la exposición de otras fuentes, incluidos productos de cuidado personal, ropa y papel térmico (el ticket de la compra…). La creciente preocupación del público durante la última década ha llevado a la utilización de otros bisfenoles, como el bisfenol S (BPS) o bisfenol F (BPF) en lugar de bisfenol A en la fabricación de productos plásticos, aunque se ha encontrado que estas alternativas tienen un potencial xenoestrogénico similar en estudios in vitro. Además de advertir de una variedad de pesticidas como el glifosato o las permetrinas, también hay que tener en cuenta otras sustancias que también son disruptores endocrinos, como los parabenos (metilparaben, etilparaben, propilparaben), ftalatos y benzofenonas. Actualmente, existen diversas evidencias que muestran la presencia de numerosas de estas familias (principalmente ftalatos, bisfenoles, parabenos y benzofenonas) en productos cosméticos y de cuidado personal.

"Podemos intentar reducir la exposición con una reducción en el uso de plásticos y consumiendo alimentos locales y frescos, si es posible ecológicos".

–¿Qué podemos hacer para evitar esta exposición?
–Lo primero sería que a nivel de políticas públicas se atendiera más a esta problemática, pero es muy difícil porque implica a políticas internacionales, a la producción industrial, la economía, etc. Pero a nivel individual podemos intentar reducir la exposición con una reducción en el uso de plásticos (por ejemplo, reducir el consumo de agua embotellada, envases de plástico en la alimentación que compramos), consumo de alimentos locales y frescos, si es posible procedentes de una agricultura ecológica, reduciendo el consumo de alimentos procesados, carnes y grasas, así como el uso más racional de productos de cuidado personal. Puede servir de ayuda el libro, recientemente publicado por uno de mis mentores y gran experto internacional en disrupción endocrina, el profesor Nicolás Olea, Libérate de tóxicos. Guía para evitar los diruptores endocrinos.

–Y si ya tenemos un problema causado por la exposición, ¿qué se puede hacer?
–Es muy difícil saber si el problema de salud que tenemos es causado por la exposición a alguno de estos tóxicos, ya que solemos estar expuestos a más de uno y pueden tener efectos combinados. Las recomendaciones dadas en el párrafo anterior podrían ser asumidas si creemos que la enfermedad puede estar relacionada.

Referencias científicas: