¿Qué es la clorofila y cuántos tipos hay?

La clorofila tiene una actividad biológica fundamental, ya que hace posible la fotosíntesis, proceso que culmina con la transformación de la energía lumínica en energía química.

Existen cinco tipos de clorofila: A, B, C, D (vegetales) y la bacterioclorofila (que se halla en las bacterias), cada cual con su correspondiente franja de longitudes de onda, que les confiere propiedades de absorción de luz diferentes. Los tipos más comunes son la A y la B.

  • La de tipo A supone dentro de las plantas verdes alrededor del 75% de todas las clorofilas: capturan la energía luminosa dentro del espectro rojo y violeta.
  • La clorofila de tipo B es un pigmento de menor entidad que no absorbe la luz dentro de la longitud de onda más común, pero que tiene la propiedad de transferir la energía recibida a las clorofilas de tipo A, las cuales finalmente sí convierten esa energía lumínica en energía química.

Propiedades terapéuticas de la clorofila

La clorofila es una fuente fácilmente digerible de vitaminas y minerales, con un gran potencial antioxidante.

Aporta energía vital proveniente de la fotosíntesis vegetal, desintoxica y oxigena las células.

Además, debido a que su estructura química es muy similar a la hemoglobina –la diferencia reside únicamente en que la hemoglobina contiene hierro en su núcleo mientras que la clorofila contiene magnesio--, actúa como un buen reconstituyente de la sangre.

Beneficios para la salud

Todas estas propiedades la convierten en un suplemento alimenticio ideal para el tratamiento de las siguientes patologías:

  • Alivia el estreñimiento y mata ciertas bacterias patógenas del intestino.
  • Aumenta la reparación de tejidos dañados, por lo que resulta eficaz para el tratamiento de las úlceras tanto internas como externas.
  • Es coadyuvante en el tratamiento de los cálculos de oxalato cálcico.
  • Buen reconstituyente en anemias y estados de convalecencia.
  • Ayuda a disminuir el colesterol y los triglicéridos.
  • Palía los efectos secundarios de algunos fármacos.
  • Posee propiedades desodorizantes, por lo que reduce los olores de las excreciones corporales (sudor, orina y heces).
  • Es útil también para combatir el mal aliento ocasionado por el tabaco, las bebidas alcohólicas y los alimentos.
  • Anticarcinogénica y antimutagénica. La clorofila forma complejos con algunos compuestos cancerígenos que ingerimos con los alimentos y favorece su expulsión del organismo.

¿Cómo añadirla a la dieta?

Las principales fuentes de clorofila son:

  • las algas (especialmente la clorela, la espirulina y el alga azul-verde del lago Klamath)
  • los cereales como la cebada, el trigo, la alfalfa y el kamut
  • en menor cantidad, los vegetales de hoja verde como las espinacas, los berros, las acelgas o la col.

 

kamut

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Aquí tienes la lista de 6 verduras cargadas de clorofila:

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Kale, la col más "in" en el mundo bio

Esta col rizada arrasa en establecimientos ecológicos. Como buena col, posee compuestos azufrados considerados anticancerígenos.

En vitaminas no tiene rival, 150 gramos aportan toda la vitamina C, la K y el ácido fólico que se precisan al día, el 80% de la vitamina A y el 20% de la E. Y su calcio (72 miligramos/100 gramos) se asimila mejor incluso que el de los lácteos.

Además de cocerla, puedes licuarla en crudo e incorporarla un batido verde. Atrévete a incorporarlas en los aperitivos, como estos chips de kale con aceitunas.

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Borraja, delicadeza en el plato y con el estómago

En Aragón y Navarra, donde más se consume, lo saben bien: esta verdura, fácil de reconocer por la fina pelusa de sus pencas, tiene un sabor suave y delicado que reconforta.

Además sienta tan bien al estómago como al paladar. Sus mucílagos la hacen muy digestiva, reducen la absorción del colesterol y alivian el estreñimiento. Aporta potasio, magnesio, hierro y vitamina A.

Puedes beber el caldo de cocción, es de buen sabor, rico en minerales y ayuda a limpiar.

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Hoja de roble, un puñadito de antocianinas en tus ensaladas

Aparte de ser remineralizante y rica en vitaminas A, C, K y ácido fólico, esta lechuga invernal proporciona antocianinas.

Estos antioxidantes, que la tiñen de morado, se asocian a una mejor salud cardiaca y prevención anticancerígena. Le sientan bien las vinagretas densas.

Las hojas de lechuga contienen en sus tallos un látex blanco de efecto relajante.

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Grelos, las vitaminas más sabrosas del invierno gallego

Son las hojas del nabo, muy utilizadas en la cocina gallega: se pueden comer las primeras ramitas, las nabizas, o esperar hasta justo antes de que la planta "grele" o florezca.

Esos brotes crecidos pero aún tiernos, los grelos, están en su máximo esplendor: además de ser ligeros y fuente de fibra (3,9%), son ricos en hierro, provitamina A, acido fólico y vitaminas C y K.

Además de tomarlos corno guarnición puedes triturarlos con otras verduras, elaborando una nutritiva crema.

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Acelga roja, una bomba nutritiva que ayuda a depurar

Las verduras humildes son a veces las más generosas: las acelgas te aportan muy buenas dosis de potasio, calcio, magnesio, hierro, así como de vitaminas A, B1, B2, B6 y C.

El toque de color de la variedad roja lo ponen las betalaínas, que potencian la detoxificación.

150 gramos de acelga roja aportan toda la provitamina A requerida al día y una cuarta parte del hierro.

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Escarola, amiga del hígado y campeona en ácido fólico

Hacer vistosa una ensalada en invierno es fácil cuando se cuenta con las hojas rizadas de la escarola.

Como otras verduras de sabor algo amargo, estimulan la digestión favoreciendo la secreción de jugos gástricos y ayudan al hígado en su función depurativa.

Aportan potasio, hierro y vitamina C, pero sobre todo ácido fólico: 80 gramos cubren el total de las necesidades diarias.

Contrapunto dulce: prueba a combinarla con frutas, como la manzana, las pasas o la granada.