Cuando las sombras de la noche asomaban en el atardecer de la pandemia, todos acudíamos al unísono a “la cita de las ocho”, salíamos presurosos a los balcones y llenábamos con el corazón tembloroso y sobrecogido las ventanas, cercados como estábamos por la enfermedad y la muerte. 

Unidos en ese ritual colectivo, conjuramos el miedo paralizante, sentimos la inconmensurable fuerza del grupo frente al virus, ese desconcertante enemigo común, y logramos ofrecer un reconocimiento esperanzado rebosante de hondo agradecimiento hacia quienes generosamente arriesgaban su vida por salvar y cuidar la nuestra. 

Todo lo que aprendimos sobre el agradecimiento (y que sigue vigente hoy)

Gestos que han quedado impresos como huellas imborrables en nuestra memoria y en nuestro corazón:  ¿Quién no recuerda esos aplausos que quebraban el hondo silencio de la tarde como un “sonoro”: “GRACIAS “e inundaban calles y plazas para trasmitir fuerza y coraje? ¿Quién no tarareó alguna canción de los músicos que deleitaban en sus balcones a los vecinos con sus conciertos?, y, ¿a esos cómicos con sus divertidas ocurrencias que nos hacían pasar un rato entretenido?, o, ¿quién no leyó algún libro removido de los anaqueles mudos de las Bibliotecas que abrieron sus puertas al gran público? y ¿recordáis cuando entonces los museos ofrecían recorridos virtuales para regalarnos el magisterio virtuoso de su belleza?

Eran momentos increíblemente difíciles, pero todos nos esforzábamos en encontrar cosas por las que vivir y sentirnos agradecidos. Y, descubrimos que esto era muy bueno porque nos ayudaba a mantener un propósito vital y llenar lo que hacíamos de significado

Sin darnos cuenta, nos dedicamos a fomentar de diferentes maneras las emociones positivas que se reflejaron en multitud de acciones constructivas. Coexistían y contrabalanceaban tantos sinsabores, pero nos ayudaron como un ejército invisible, pero efectivo a apuntar los pilares de nuestra fortaleza interior, aquella que nos ayudaba a ser resilientes, y que sencillamente es la capacidad que tenemos los seres humanos para seguir proyectándonos hacia el futuro tras una agonía psíquica provocada al enfrentarnos a experiencias de la vida difíciles, traumáticas o desestabilizadoras. 

Todos recordamos lo importante que era mostrar gratitud, afecto, amor, solidaridad e interés por los demás y el profundo significado que tenían en ese contexto de adversidad y aislamiento, y cómo después muchos nos sentimos más fuertes, conectados y resilientes. Nos procuraba una sensación de bienestar positivo e incluso de felicidad.

Por qué nos hace sentir tan bien la gratitud

Un gran número de científicos han confirmado la importancia de expresar gratitud y fomentar las emociones positivas como factor de resiliencia, y la gran influencia que esto tiene sobre nuestra salud a todos los niveles. Así, cuando las personas sentimos agradecimiento y estamos bien con las cosas tal cual son, esa aceptación y apreciación de su valor profundo, impacta positivamente en la salud física y emocional.

La actual moda de los “diarios de la gratitud” no es una mera casualidad, sino una estrategia de resistencia, una manera de conectarnos con lo mejor de nosotros mismos y apreciar lo que nos rodea como un don para salir con confianza hacia adelante. 

Al fin y al cabo, se trata de reconocer las cosas buenas de tu vida y el papel que juegan en ella los demás. Aceptar con humildad lo que otra persona nos ofrece nos empuja hacia un sano descentramiento y una forma de superar el egocentrismo

El gesto amoroso y gratuito evidencia que habitamos un mundo profundamente solidario y generoso, en el que nuestra existencia se construye y desarrolla en interdependencia con los demás

Cuando damos las “gracias” reconocemos que existen muchas cosas buenas y que hay alguien fuera de mí responsable de ello, ya sea otra persona que reconoce mis necesidades y que no actúa como un extraño congelado e indiferente, ya sea porque ese bien lo atribuimos a una fuente impersonal como la naturaleza o una entidad divina.

Una invitación a cuidarte que te fortalece ante la adversidad

Los afanosos científicos llegaron a demostrar algo curioso, y es que si te sientes agradecido con la vida es mucho más probable que hagas ejercicio, comas mejor y cuides tu salud

Tomar conciencia de los aspectos buenos de la vida impacta en tromba en el mundo emocional, posibilita que te sientas afortunado y bendecido, y esto se traduce en que desarrolles una disposición beneficiosa hacia el cuidado apropiado y amoroso de ti mismo. Revela tu esencia más profunda y el regalo inconmensurable de la vida. Nos ayuda a reanudar.

 Parafraseando al famosísimo autor Boris Cyrulnik y Marie Anaut en su libro ¿Por qué la resiliencia? Lo que nos permite reanudar la vida”, "un trauma emocional inhibe el funcionamiento cerebral, pero reorganizando el medio se puede ayudar a iniciar un nuevo desarrollo”.

Y a esa tarea contribuimos de un modo u otro todos y todas, porque la estructura del medio organiza el mundo íntimo. 

Los estudiosos de la resiliencia según el modelo ecológico transaccional de Bronfenbrenner (1981), ya lo decían: la resiliencia es un proceso dinámico que no depende solo de las cualidades de la persona, sino que estas interaccionan recíprocamente con las influencias del entorno (familia, contexto social). Y, por aquel entonces todos peleábamos por crear un entorno favorable dentro de nuestras posibilidades reales. 

 

Los psicólogos Frederickson y Tugade (2003) describieron algunos de los efectos de la gratitud en el cuerpo y la mente y vieron que produce una enorme recompensa:

  • Aminora los “efectos” del estrés y reduce los niveles de angustia y aflicción que sigue a una experiencia difícil 
  • Reduce el dolor y mejorar el sistema inmunológico.
  • Genera efectos positivos sobre el corazón y mejora la presión arterial.
  • Impacta de forma positiva en el resto de nuestras emociones y ayuda a promover el compromiso social y el altruismo que estimulan la empatía y nos ayuda a vivir juntos. 
  • A corto plazo aumenta la vivencia de experiencias subjetivas positivas y promueve el afrontamiento activo.
  • A largo plazo, minimiza el riesgo de depresión y refuerza los recursos de afrontamiento.

Un sencillo ejercicio de gratitud

En general la gratitud es una emoción espontánea que puedes sentir en diferentes momentos con mayor o menor intensidad. Hay personas que la sienten con más frecuencia que otras. Pero no se trata de una tarea compleja o desafiante: cultivarla es sencillo. Además, cuanto más la practiques más fácil será para ti generar ese estado mental.

Te basta con incorporar este sencillo ritual de gratitud, que consiste en una sencilla meditación centrada en dar gracias.  Puedes seguirlo también en el vídeo incluido al principio de este artículo.

  1. Las maravillas de la vida están aquí. Las sentimos dentro de nosotros y en todas las cosas a nuestro alrededor: nuestros ojos son una maravilla, nuestro corazón también, nuestro cerebro es otra maravilla, el cielo azul, las nubes blancas, las montañas, los bosques, los ríos, el mar, las flores, las personas a las que amamos.
  2. Todos son auténticas maravillas. Pero, cuando nos perdemos en los sufrimientos del pasado o en los miedos y preocupaciones del futuro, perdemos la posibilidad de estar en contacto con el “aquí y el ahora” disfrutando de tantas maravillas.
  3. Por eso, detente y tómate unos minutos. Repasa y toma conciencia de algunas de las maravillas que hay en tu vida y observa cómo esto te hace sentir.
  4. Ahora, da gracias de corazón por tantas bendiciones en tu vida.

Al fin y al cabo “dar gracias” nos pone en disposición de reconocer y apreciar aquellas personas, cosas, habilidades, momentos que brindan alegría, paz o consuelo a nuestras vidas.

Amplifica las emociones positivas, nos hace más resilientes y mejora nuestra disposición natural para enfrentar los obstáculos de la vida, y otorgar significado y valor a todo lo vivido.