Discutir es inevitable. A lo largo de cualquier relación, sea de amistad, de pareja o familiar, las tensiones cotidianas, los malentendidos y las diferencias pueden dar lugar a pequeñas discusiones o enfrentamientos. Es imposible pasar tanto tiempo con alguien y que nada te moleste.

El problema viene cuando la discusión se convierte en silencio. O peor aún. Cuando no hay espacio para el diálogo y frente a la molestia se impone la ley del hielo. La psicología tiene una explicación para todo esto. Y estos son los rasgos que comparten esas personas que callan en lugar de afrontar lo sucedido.

Se sienten heridas

Lo primero que cabe destacar en estas situaciones, y así lo hace la psicóloga Emma Trilles Layunta, psicóloga especializada en gestión emocional, es que no es tu culpa que la otra persona te deje de hablar. En muchos casos, el problema está en cómo se interpreta la situación.

“Estas personas se sienten decepcionadas, heridas, atacadas o traicionadas”, comparte la experta con la revista Hola. Esto, sin embargo, “no quiere decir que nosotros, la otra parte, la hayamos decepcionado, herido, atacado o traicionado. Muchas veces puede ser una realidad, pero otras muchas es una percepción subjetiva, una interpretación que puede depender de muchos factores”.

Son estratégicas

El silencio, aunque sea doloroso, no siempre se usa como arma, no siempre busca hacer daño. Tal como explica la psicóloga, hay personas que utilizan el silencio “para tratar de evitar conflictos” porque “consideran que será mejor retomarlo más adelante cuando las cosas se ‘enfríen’”.

Puede ser una buena opción durante el momento más álgido del enfado, que nos vuelve más impulsivos y menos reflexivos. Sin embargo, cuando el silencio se alarga, puede deberse a que la persona en cuestión no sepa cómo tratar el problema “sin intensificar más la conversación”, explica Layunta.

Ejercen el rol de castigadores

Aunque cabe la posibilidad de que el silencio sea estratégico, y no un castigo, es innegable que hay quienes usan estos momentos en blanco para herir a los demás. El silencio es una forma de castigo, porque como seres humanos necesitamos el contacto con el otro. Necesitamos comunicarnos, expresarnos y sentirnos comprendidos. Con el silencio, negamos la conexión.

La experta explica que estas personas suelen pensar que con su silencio “nos están dando una lección”, usando la técnica “castigadora, pensando en que así aprenderemos y la situación pasada que propició su malestar no se repetirá”.

Si estás pensando en usar esta técnica, te adelantamos que no solo no funciona, sino que además puede ser contraproducente porque quiebra la sensación de seguridad y confianza en una relación. Ningún adulto debería castigar a otro adulto (algunos pedagogos, como el Dr. Carlos González, defienden que ni siquiera es necesario castigar a los niños). El diálogo abierto y asertivo es siempre la mejor alternativa.

 

Poca madurez

Si piensas en palabras como “ya no somos amigos” o “pues ahora no te hablo”, muy probablemente imagines a los interlocutores con una edad de entre 4 y 6 años. Y es normal que lo hagas. Porque esto del silencio como reacción al enfado, nos explica Layunta, puede ser un signo de un bajo nivel de madurez.

Las personas que dejan de hablarte cuando se enfadan, explica la psicóloga, suelen tener “escasa tolerancia a la frustración, incapacidad para gestionar sus emociones adecuadamente, inmadurez (independientemente de la edad cronológica) e inseguridad”.

En definitiva, son personas que no han aprendido a gestionar el enfado de otra manera, y actúan con el silencio no por estrategia, ni por castigo. Simplemente, lo hacen porque no conocen otra forma de reaccionar.

Pueden ser manipuladores

Hay una opción algo más preocupante, señala la experta, y es que esta reacción surja desde un perfil manipulador. En este caso, el silencio se convierte en un medio para un fin: conseguir que hagas lo que esa persona quiere. Puede ser disculparte por algo que no es malo en esencia, cambiar tu conducta o conseguir que le des algo que le has negado. El punto es usar la incomodidad del silencio para, con el añadido de la culpabilidad, conseguir que cedas.

Estas personas son conscientes de que con la ley del silencio llega un profundo sufrimiento y malestar, que desencadena pensamientos negativos y recurrentes, así como una profunda sensación de culpa.

Por suerte, tienes armas para acabar con la ley del hielo. Aborda el tema con asertividad, pidiendo al otro que te indique cuando está preparado para hablar. Y si lo que recibes a cambio es más pasivo-agresividad o intentos de manipulación, quizá sea hora de replantearte tu relación con esa persona.

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