La dieta de la felicidad
¿Cómo te sientes hoy? ¿Sabías que la comida que ingieres tiene una relación muy directa con tu estado de ánimo, tu bienestar y, a fin de cuentas, con tu salud y calidad de vida?
Comer es un acto cotidiano que realizamos varias veces al día a lo largo de toda nuestra vida, así que no está de más observar lo que estamos ingiriendo, sobre todo si queremos sentirnos bien, llenos de energía y de ilusión por la vida.
Mantener una dieta sana y equilibrada contribuye de forma muy positiva a mejorar nuestro humor y nuestro bienestar.
Te animamos especialmente a agrandar las ensaladas, una forma fácil de consumir más alimentos crudos, y en general de tomar en cada comida al menos un 50% de alimentos frescos, de calidad, de temporada y, a ser posible, orgánicos.
Notarás los beneficios rápidamente, pues los alimentos frescos están repletos de vida y de nutrientes.
Aún más feliz
Adicionalmente, si lo que deseas es potenciar aún más un estado de ánimo positivo, opta por alimentos que te ayudan a sentirte de mejor humor, más feliz y a fabricar neurotransmisores como:
- Dopamina: es una reguladora del humor. Para que no se oxide y cumpla su función incluye en tus platos almendras, aguacate, plátano, semillas de sésamo, y hortalizas, verduras y frutas de color naranja.
- Serotonina: es la llamada «hormona de la felicidad». Favorece su producción con aceite de onagra, pipas de girasol y calabaza, garbanzos, sésamo o chocolate negro crudo.
- Melatonina: esta hormona regula el equilibro entre el sueño y la vigilia. Te ayudan a aumentar sus niveles nueces, plátano, arroz, verduras crudas, granada, cerezas y jengibre.
Conecta con tus necesidades
Por otro lado, pregúntate si realmente tienes hambre antes de decidir comer. Observa tu estado emocional, pues comer con ansiedad, tristeza o enfado tendrá un efecto poco positivo en tu organismo.
Verás que si estás de buen humor y en armonía contigo mismo, tenderás a comer buenos alimentos.
De todos modos, si no te sientes bien, no olvides hacerte una analítica para descartar carencias de minerales u otros elementos esenciales, ya que su falta puede provocar fatiga y cansancio, desánimo, irritación, depresión…
A veces la causa está en nuestra flora bacteriana, que está debilitada, o en algún alimento al que generamos intolerancia.