En su libro Fuerte (Blackbirds, 2020), el escritor Roy Galán hace una reflexión sobre cómo socialmente se ha impuesto una forma concreta de ser hombre y sobre cómo le ha afectado a él esta realidad.

A él que ha tenido que vivir desde pequeño señalado por sus compañeros por ser ‘maricón’. A él que le han intentado exigir ser la forma concreta de hombre que nunca ha querido ser. “No escribo este libro desde el resentimiento, sino desde algo tan revolucionario como es la esperanza”, asegura.

–¿Y cuál es la esperanza, Roy?
–La esperanza es que los hombres comprendamos que en ese “llegar” a ser hombres destruimos muchísimas cosas, que aprendamos a darnos cuenta de todo aquello que hemos aprendido para defender esa fortaleza que hemos llamado “hombre”, que por supuesto que podemos hacerlo de manera distinta y mejor para que todo esto que es el machismo y la desigualdad estructural sea algo del pasado.

–¿Has conseguido ser el hombre que deseabas ser, a pesar de todo?
–Por lo menos creo que he conseguido no ser el hombre que los demás deseaban que fuera. Y ya es muchísimo.

–¿Qué es la masculinidad?
–La masculinidad es una cárcel, es algo que a los hombres nos enseñan a defender porque existe una especie de mandato constante, de observación perpetua entre hombres.

Tienes que estar demostrando todo el rato lo masculino que eres (y por tanto lo “poco” femenino que eres) y esto, además de agotar y castrante, genera bastante violencia a tu alrededor. Porque además una de las premisas de la demostración de la masculinidad pasa porque públicamente seas capaz de demostrar qué puedes hacer y qué no te vas a dejar que te hagan.

–¿Por qué crees que se impuso este modelo de masculinidad? ¿Crees que sigue vigente esta idea del hombre macho?
–No sé por qué se impuso pero está claro que es la que hemos impuesto y seguimos imponiendo. Por supuesto que esa idea se sigue heredando generación tras generación. ¿Por qué si no se sigue usando como insulto “maricón” para llamar a aquellos hombres que no cumplen con la idea hegemónica de la masculinidad? ¿Por qué se les llama nenazas?

Lo femenino sigue estando absolutamente denostado y equiparado a la fragilidad. Es importante que se busquen nuevas formas de ser hombre, nuevos referentes de masculinidad y que no se nos enseñe que hay algo malo en mostrar nuestra fragilidad.

–Decía Miguel Bosé: “Los chicos no lloran, tienen que pelear”. A muchos hombres os han herido y encima no os han permitido poder expresar vuestro sentir… ¿Necesitabas llorar ese dolor?
–Todos los hombres necesitamos llorar porque los hombres somos seres humanos y los seres humanos han de poder expresar lo que sienten. A los hombres se nos ha enseñado que si mostrábamos cómo nos sentíamos, que si dejábamos a la vista de todas las personas nuestras emociones y sentimientos, esto haría que nos “confundieran” con mujeres porque eso son “cosas” de mujeres.

Los hombres no quieren ser confundidos con mujeres. Los hombres quieren ser muy hombres.

Toda eso “no expresado”, todo eso hace que los hombres tengamos una educación emocional mediocre y que no sepamos en muchos casos ni siquiera qué sentimos porque nunca nos hemos parado a escuchar esa parte. Y entonces vienen las crisis existenciales, claro. En mi caso yo sí he recibido esa educación y siempre se me permitió explorar mi sensibilidad sin ninguna cortapisa. He llorado, lloro y espero llorar mucho con todo aquello que me emocione. No me da pudor la emoción.

–¿Sigue abierta esa herida?
–Todas las personas tenemos heridas abiertas porque la vida en sí misma es la mayor herida abierta que existe. Negar eso es como querer negar el mundo. A aquellas personas que por defender su hombría intentaron hundirme no tengo ningún tipo de sentimiento hacia ellas.

Me hubiera gustado que leyeran más, que viajaran más, que fueran más empáticas y que me vieran a mí y y no a eso que han de derribar para mostrar su fuerza, pero entiendo que estaban actuando de la manera en que habían sido educados. Por eso es importante luchar por otro tipo de educación, por una educación feminista.

–Tu libro precisamente es también un alegato a favor del feminismo. Dices que el feminismo en cierta manera te salvó. ¿Por qué?
–Me hizo darme cuenta de que las experiencias vitales no eran únicas y aisladas sino de que existía un problema estructural.

–Lo cierto es que muchas mujeres dicen identificarse con tu mirada cuando escribes sobre lo que sienten. En tu libro dices que ellas (nosotras) han sido siempre objeto de burla por parte de los hombres. ¿Eso es lo que te hace conectar con ellas?
–Yo creo que entre el colectivo gay y las mujeres ha existido siempre una alianza maravillosa. Un espacio de seguridad en el que poder ser tú, en el que poder expresar tus deseos sin juzgarte y sin juzgarte, un lugar de libertad esencial para muchos chicos gays que no han encontrado un apoyo muchas veces en sus familias.

Así que las mujeres han sido en muchas ocasiones la familia de los hombres gays.

Les debemos muchísimo. Y creo que además de la opresión por el patriarcado nos ha unido la alegría y el placer. Eso es lo más poderoso que existe.

–Tan débiles son las mujeres que en un contexto como el que estamos viviendo de confinamiento uno de los grandes problemas sociales es el aumento de casos de violencia machista. ¿Los débiles siempre están destinados a pagar los platos rotos de la sociedad?
–La violencia machista es una violencia estructural que se ejerce sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres, por la consideración que de ellas se hace, por el lugar concreto en el que la sociedad las coloca e intenta que sigan colocadas.

Hay mucha gente que sigue sin entender qué es el machismo, cómo opera y cuáles son sus terribles consecuencias. Un problema que tiene que ver con considerar que las mujeres son cosas y que nos pertenecen y que para mostrar que son nuestras somos incluso capaces de romperlas. Lo terrorífico es que nos enseñan que hasta un plato vale más que el cuerpo, lo íntegro o lo indemne de una mujer.

–¿Qué camino nos queda por recorrer socialmente para dejar atrás de una vez por todas a ese macho dominante?
–Creo que los hombres estamos en un buen momento para pensarnos, para ver qué queremos hacer con lo que tenemos, para buscar espacios en los que poder hablar de nosotros, no solo desde los lugares públicos, ni desde la teoría o los libros, sino desde nuestra más profunda intimidad. Ese sería el primer paso que habría que dar: entender que no somos inmortales ni omnipotentes.

–Por último, ¿te sientes fuerte ahora mismo?
–No. Me siento totalmente vulnerable. La realidad de lo que estamos viviendo nos pone de frente toda esa vulnerabilidad, la confirmación de que los seres humanos necesitamos de los demás, de los cuidados y que tenemos que ayudarnos.

Esta interdependencia es en sí misma lo único que nos puede hacer fuertes frente a un sistema que premia la individualidad y la competitividad. Cuando alguien dice que es vulnerable lo que está diciendo es que puede ser herido, pero también que puede ser amado.

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