Las colonias y perfumes naturales son preferibles a los sintéticos por las cualidades olfativas de sus materias primas, complejas y sutiles, y porque las sustancias vegetales resultan más afines a la piel.

Entre mayo y junio, en los campos de rosas centifolias de Grasse, cerca de la Costa Azul francesa, la jornada laboral comienza a las cinco de la madrugada. A esa hora todavía no ha salido el sol pero las flores se acaban de abrir y su concentración de perfume es máxima.

La esencia que se obtenga entonces de sus pétalos, recogidos manualmente a razón de entre seis y siete kilos por hora, dará carácter a algunos de los perfumes más valorados del mercado.

Se calcula que cada trabajador tarda unos veinte días en recolectar los pétalos necesarios para obtener un litro de esencia.

La industria perfumera se fija cada vez más en las sustancias sutiles y de rara perfección que ofrece la naturaleza, ya sean rosas francesas, nardos del Himalaya o flores de tiaré polinesias.

Su objetivo es conseguir fragancias de mejores cualidades olfativas pero también que respondan al mismo tiempo a la demanda de productos cosméticos menos sintéticos y más afines a la piel.

¿Son tóxicos los perfumes sintéticos?

En la mayoría de casos se trata todavía de gestos a medias, pues la mayoría de esas sustancias vegetales, conseguidas con el mismo mimo que algunas cosechas de vino, tratadas como elixires preciosos y frágiles, luego se mezclan en los alambiques con otras sintéticas para, por ejemplo, fijarlas y que resulten más perdurables.

Los aromas naturales al final constituyen sólo alrededor del 20% de sus ingredientes totales, que no suelen bajar de ochenta. Pero el paso adelante es significativo.

En el último siglo la mayoría de perfumes se han creado en los laboratorios usando aceites sintéticos que imitan las esencias botánicas aunque sin llegar jamás a conseguir una réplica exacta. ¿Las ventajas? Resultan más baratos y se pueden conseguir en cualquier época del año.

Una de estas sustancias recreadas sintéticamente y que goza de gran éxito por estar considerada muy sensual es el almizcle o mush, que en la antigüedad se extraía del ciervo almizclero macho y que tiene un olor penetrante y persistente.

Las verdaderas fragancias naturales, en cambio, se preparan con aceites esenciales destilados de flores, cítricos, maderas, hojas y resinas producidos a menudo en plantaciones de pequeños cultivadores biológicos.

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Su química es más compleja: el olor del jazmín, por ejemplo, no puede ser reproducido artificialmente en su totalidad, sólo sus notas más importantes.

Además, a diferencia de los perfumes que usan ingredientes sintéticos, los naturales no llevan ftalatos, componentes derivados del alcohol que hacen que el perfume dure más (los naturales se evaporan rápidamente) pero que se han relacionado con desórdenes reproductivos.

Tampoco llevan almizcles sintéticos, usados por su capacidad para fijar olores pero que también se sospecha que pueden actuar como disruptores endocrinos.

Efectos de los perfumes sobre la salud

No hay pruebas concluyentes sobre el efecto tóxico de los ftalatos y los almizcles sintéticos, que ciertamente entran en contacto con la piel y podrían pasar al torrente sanguíneo, pero el informe de Greenpeace Eau de Tóxico, presentado en el 2005 tras analizar químicamente 36 aguas de colonia y perfumes, llegaba a la conclusión de que se utilizan ampliamente en la industria del perfume, alertaba de sus potenciales efectos tóxicos y pedía más investigaciones.

Un perfume realmente natural, y con certificación biológica, como empieza a haber, incluye una mayoría de ingredientes procedentes de la agricultura biológica y prescinde de parabenes y del phenoxyethanol para fijar el aroma de las flores y de otras sustancias naturales.

De todos modos, los perfumes están compuestos por tal cantidad de ingredientes, algunos escondidos por secreto comercial bajo el término "parfum" o "perfume" como permite la ley, que se hace difícil dar con uno que se pueda considerar 100% natural.

Aun así, no habría que alarmarse puesto que las dosis de perfume que vertemos sobre nuestra piel son ínfimas.

Sencillamente el principal argumento que invita a preferir un perfume natural frente a otro artificial es la calidad excepcional de sus materias primas y el hecho de que una sustancia vegetal por principio debería sentar mejor al ser humano que una de la industria petroquímica. Al fin y al cabo, plantas y hombres somos ambos seres vivos y, por tanto, nos unen importantes afinidades biológicas.

Claves para elegir un perfume

  • Tipo de aroma: Los aromas limpios con una nota frutal fuerte tienen un efecto tonificante. Las esencias florales dan un toque romántico. Para algo más sofisticado y sensual, mejor fragancias florales con notas de madera. Lo recomendable es probar varias fragancias: olerlas, aplicárselas y esperar a ver cómo evolucionan en la propia piel.
  • Concentración y dosis: La aguas frescas pue den usarse en gran cantidad: dan sensación de frescor y bienestar. En cambio, hay que moderarse con las de perfume concentrado como el "eau de parfum", o los extractos, que son prácticamente aceite al 50%. Se aconseja aplicarse sólo unas gotas en la nuca o en las muñecas. Los expertos también recomiendan hacerlo sobre el cabello para que duren más sin tener que abusar de la cantidad.