Antes de aprender a hablar recibimos un regalo que enaltece nuestro cuerpo mejorando nuestras capacidades físicas, mentales y espirituales, y auxiliándonos en el proceso de vivir: andar.

Cuando queda tiempo para pocas cosas y sin embargo el cuerpo pide a gritos algún tipo de entrenamiento o el médico lo aconseja amablemente, es fácil tener a mano algún lugar por el que sea posible dar un paseo o realizar una caminata.

Caminar es un remedio fácil para atenuar el desasosiego en la vida cotidiana: cuando se siente la presión en el trabajo, nos falta el resuello al subir las escaleras o las preocupaciones no dejan dormir.

Andar regula la tensión arterial y el colesterol, da un masaje al corazón, es beneficioso contra el reúma, la artritis y la artrosis, y activa músculos, huesos y diferentes sistemas del cuerpo. Proporciona así la energía necesaria para reemprender las actividades del día sereno y relajado, alegre y en paz con uno mismo.

Caminar es un movimiento exclusivamente humano

Cuando el primer ser humano dejó de ir a cuatro patas y se puso en pie separó el movimiento de la parte superior del cuerpo del de la inferior, con lo que dejó de caminar como los monos. Los seres humanos, para dar un paso adelante, al tiempo que avanzamos el pie derecho junto a la pierna y la cadera derechas, adelantamos también la caja torácica, el brazo y la mano izquierdos. En el siguiente paso, seguimos el proceso inverso, haciendo ligeras torsiones que distinguen nuestro caminar.

Según los científicos, este acontecimiento marca el inicio de un cambio para el ser humano y posee tres consecuencias fundamentales:

  1. Influye en el tamaño y la capacidad del cerebro, que se desarrolla hasta como lo conocemos hoy
  2. Amplía la capacidad del sistema nervioso como transmisor del movimiento al cerebro
  3. Al poder girar fácilmente la cabeza y también girar sobre sí mismo, el ser humano amplía su campo de visión a 360º y organiza la dinámica del cuerpo de acuerdo con ese cambio.

Cómo mejorar la calidad del movimiento

El movimiento heterogéneo de la pelvis y la caja torácica son esenciales para agilizar el sistema nervioso y el cerebro. ¿Cómo se activa? Primero advirtiendo si hay movimiento en estas partes del cuerpo cuando andamos. Si no lo hubiera, realizaremos el siguiente ejercicio:

  1. Nos abrazamos llevando el brazo y la mano derechos al omoplato izquierdo, y el brazo y la mano izquierdos, al derecho. En esta posición, caminamos.
  2. Si seguimos sin distinguir los movimientos de la cadera y la caja torácica, daremos pasos largos y rápidos. Advertiremos que el cuerpo reacciona y que la caja torácica se mueve en arco hacia el costado derecho al avanzar con el pie izquierdo, y en arco hacia la izquierda, al avanzar con el derecho. Damos 50 pasos.
  3. Después invertimos los brazos, es decir,el brazo que queda arriba se coloca debajo. Damos 50 pasos más sintiendo cómo se desglosa el movimiento entre la caja torácica y las caderas.
  4. Soltamos los brazos y andamos como siempre. Advertiremos que nuestro caminar se ha hecho más móvil y liviano. La respiración se libera y una sensación agradable de libertad recorre el cuerpo.

La importancia de la mirada al caminar

Todo ser humano cuando comienza a andar repite el mismo proceso. Basta con observar a los bebés para aprender diferentes maneras de ayudarnos con el andar. Cuando el bebé deja el suelo y con gran esfuerzo, agarrándose a las patas de una mesa, se pone de pie, lo primero que activa son los ojos. Observa los colores que le atraen y hacia allí adonde dirige la mirada inicia el movimiento. Cientos de músculos, el sistema nervioso y parte del cerebro se ponen en marcha para que pueda comenzar a andar.

Son los ojos los que se encargan de organizar el cuerpo para abordar el movimiento. Esta organización deberá repetirse muchas veces para convertirse en un hábito e interiorizar el proceso. Pero llega un momento en la vida adulta en que se convierte en rutina. Para cambiar los patrones adquiridos y que andar vuelva a resultar una práctica revitalizan puedes realizar el siguiente ejercicio:

  1. Da veinte pasos en línea recta mirando al frente, abriendo el campo de visión arriba, abajo y a los lados.
  2. Después otros veinte mirando ligeramente a la izquierda, sin desviarse.
  3. Otros tantos mirando a la derecha, veinte mirando al suelo y veinte mirando al cielo.
  4. Después sigue andando con la mirada al frente, abriendo el campo de visión para distinguir lo que pasa a la izquierda, a la derecha, arriba y abajo, sin intentar mirar u observar, sino solamente ver.
  5. Con este ejercicio el caminar se remozará y nos dará una visión más completa del cielo que nos protege y el suelo que nos acoge. La sensación de agobio y opresión se transformará en amplitud y generosidad.

La relajación también anda

Si se presta atención al proceso del caminar veremos que se realiza entre la tensión y la relajación. Si apoyamos esta última con el pensamiento, el proceso se convierte en un método de relajación.

También existen técnicas para mejorar la postura corporal al caminar. El beneficio que obtenemos del caminar depende de cómo se coloca el cuerpo.

Cuando se encuentra bien alineado, no tiene que soportar tensiones innecesarias y se comunica y organiza mejor para transmitir la energía. Realiza los siguientes ejercicios al caminar sobre diferentes tipos de superficies:

  • Superficies planas. Si caminamos por una superficie plana es recomendable, al alcanzar el ritmo deseado, iniciar una visualización que nos proporcionará energía. Imaginamos una luz que va subiendo: primero la vemos en el perineo, después en el bajo vientre, subimos al plexo solar para pasar al corazón, seguidamente a la garganta, continuamos por entre los ojos y finalmente justo encima de la cabeza.
  • En una cinta móvil. Si andamos sobre una cinta móvil programaremos la caminata que precisamos atendiendo al peso y a la altura. Comenzaremos con un programa suave. Los programas contemplan el proceso de aceleración y desaceleración al principio y al final de la caminata.
  • En la montaña. Si subimos por la ladera de una montaña con una pendiente pronunciada deberemos situar el tronco casi paralelo al suelo para facilitar el trabajo de las piernas y de la espalda. Si bajamos la pendiente deberemos dejar el pie relajado en el suelo y flexionar las rodillas a cada paso, haciendo fuelle con la pierna y la cadera para amortiguar el impacto del cuerpo sobre las rodillas.
  • En la playa. Caminar por la arena de la playa con los pies descalzos o por un prado resulta placentero y es un gran masaje para los pies. En el primer caso, andaremos cerca de las olas mojando los pies en ellas para recibir el masaje del mar y aceptar sus sales, que el cuerpo agradecerá.

Elige un calzado adecuado para caminar

Pero independientemente de cómo o por dónde se camine, el andar se inicia con los pies. Son ellos los que soportan el peso del cuerpo a cada paso de manera dinámica. Por eso es fundamental la elección de un buen calzado para caminar.

Es importante que pese poco –no conviene arrastrar quilos de más– y debe tener una buena sujeción: lo que mejor sujeta son las zapatillas con cordones, mejor que las de velcro o tipo mocasín.

Y, desde luego, no es nada recomendable realizar largas y tortuosas caminatas si nos ponemos unos zapatos con un poco de tacón.

A partir de ahí basta con cargar un botellín de agua para hidratarse y con intentar transportar poco peso. Si se lleva algo de peso, es preferible que sea en una mochila bien ceñida al cuerpo.

La respiración al caminar

Normalmente, para dar un paseo suave de un cuarto de hora, la respiración no precisa de preparación. Sus mecanismos inconscientes con su sabiduría acumulada en nuestros genes durante años y generaciones la colocan donde debe estar y la activan según se la necesita.

Si se va a realizar una marcha atlética, se empieza andando suavemente cinco minutos y luego se va acelerando la marcha durante cinco minutos más hasta alcanzar el ritmo deseado.

Automáticamente, percibiremos que la respiración inconsciente se mantiene a un ritmo. Nuestra única tarea será ayudar conscientemente al ritmo de la marcha y, a su vez, al de la respiración que hemos adquirido.

Si aun así notamos que nos quedamos sin aliento, prepararemos los sistemas y aparatos que participan en la respiración –pulmones, diafragma, sistema nervioso, cerebro y los músculos que unen las costillas y la caja torácica–, para que respondan a las necesidades de nuestro caminar, sea una marcha atlética, un paseo o subir o bajar por una pendiente. Para ello realizaremos el siguiente ejercicio de pie, sentados o tumbados en el suelo:

  • Percibimos el lugar donde localizamos la respiración, la duración de la inspiración, la espiración y las pausas, si las hubiere, y también su ritmo.
  • Inspiramos normalmente y luego espiramos casi completamente, paramos y sacamos un poco más de aire, en forma de síncopa. Paramos de nuevo y espiramos sincopando dos veces más y a continuación contamos hasta cinco sin tomar aire. Volvemos a inspirar y repetimos tres veces todo el proceso.
  • Prestamos atención a cómo han cambiado la localización del aire, su duración y cualidad. Repetimos el ejercicio pero sincopando tres veces al final de la inspiración, paramos, contamos cinco y espiramos.
  • Después de este ejercicio observaremos que nuestra capacidad respiratoria aumenta, se alarga, ocupa más espacio en el cuerpo. Ya tenemos la respiración preparada para caminar.

Un largo camino se inicia con un paso

Cuando nos sintamos dispuestos y hayamos probado las distintas maneras de andar sugeridas, dejaremos de pensar en ello. El cuerpo tiene memoria y las recordará. Una de las grandes cualidades del andar es que se puede realizar en cualquier momento del día y no precisa de ningún artilugio complementario.

Caminemos, pues. Disfrutemos del momento, del paisaje, del cielo, del movimiento, de la alegría con la que las células intercambian energía mientras caminamos y dejémonos contagiar de su gozo y su generosidad.