Antes incluso de que una alteración hepática pueda detectarse mediante pruebas médicas, diversos signos pueden alertar de una disfunción o sobrecarga de este órgano. Expresiones populares como "hígado perezoso" relacionan de manera empírica pero a menudo certera que un buen funcionamiento del hígado redunda en el bienestar.

Conviene prestar atención a los primeros síntomas de un hígado enfermo.

¿Qué funciones realiza el hígado?

Las principales funciones del hígado se pueden resumir en tres palabras: producción, destrucción y desintoxicación.

Las células hepáticas, gracias a los enzimas que contienen, realizan numerosos procesos químicos y almacenan sustancias vitales; entre ellas, glúcidos, prótidos y lípidos.

Así, el hígado absorbe glucosa de la sangre y la almacena en forma concentrada –glucógeno–, de modo que cuando se pasan muchas horas sin comer o se realiza ejercicio físico intenso y se precisa energía, los hepatocitos reconvierten el glucógeno en glucosa para que pase a la sangre.

El hígado interviene, asimismo, en la producción y el almacenamiento de las vitaminas A, B, D, E y K. También sintetiza sustancias que intervienen en la coagulación de la sangre.

La función eliminatoria se realiza a partir de la excreción, mediante la bilis, de los desechos derivados de la destrucción de glóbulos rojos, o las sustancias tóxicas elaboradas por los propios tejidos: es el caso del amoniaco que fabrican las bacterias intestinales, que el hígado transforma en urea y los riñones se encargan de eliminar.

El hígado también descompone las sustancias tóxicas absorbidas por el intestino: herbicidas, plaguicidas y metales pesados presentes en los alimentos, o cualquier otra sustancia extraña, como la mayoría de medicamentos. El hígado las transforma en complejos solubles en agua para que puedan eliminarse como subproductos inocuos, por la bilis (y de ahí al intestino y las deposiciones) o la sangre (excreción urinaria a través del riñón).

Por tanto, una correcta producción (acción colerética) y liberación (acción colagoga) de bilis asegura unas buenas digestiones y una adecuada desintoxicación.

Primeros síntomas del hígado enfermo

Si detectas estos síntomas, puedes sospechar que algo va mal con tu hígado. Solo con un diagnóstico preciso se puede confirmar si estos síntomas corresponden realmente a un trastorno del hígado. En cualquier caso, conviene prestar atención a esta sintomatología:

  • sensación de malestar general,
  • sabor de boca amargo,
  • náuseas,
  • falta de apetito,
  • fatiga,
  • mareos,
  • alteraciones intestinales (flatulencia, diarrea o estreñimiento),
  • prurito anal,
  • tendencia a la urticaria,
  • ciertas cefaleas o migrañas.

Para diagnosticar alteraciones del hígado puede recurrirse a análisis de sangre (que miden la concentración de transaminasas o enzimas hepáticos) o a imágenes (ecografía, TAC, o RMN).

Enfermedades que pueden afectar al hígado

  • Las hepatitis –A, B o C– no son necesariamente de origen vírico. Las hay bacterianas, medicamentosas o tóxicas.
    • Se consideran agudas cuando la inflamación hepática dura menos de seis meses, con síntomas como malestar general, náuseas, vómitos, posible fiebre, dolores articulares, orina oscura, decoloración de las heces o ictericia (coloración amarillenta de la piel y conjuntiva ocular).
    • Si duran más de seis meses, las hepatitis pueden volverse crónicas (sucede en el 75% de las hepatitis C); no tienen por qué acompañarse de síntomas o daños importantes (en casos graves, cirrosis o insuficiencia hepática), pero dejan al hígado en condiciones mermadas.
  • La colestasis: reducción o interrupción del flujo de bilis.
  • El "hígado graso" (esteatosis): acumulación de lípidos en las células hepáticas.
  • La cirrosis: el hígado se vuelve fibroso y duro.
  • Tumores (benignos o cancerosos).
  • Los cálculos biliares son depósitos que se forman en la vesícula o vías biliares, principalmente con colesterol solidificado. Pueden expulsarse al intestino o permanecer en los conductos sin obstruirlos; si hay obstrucción aparece el dolor cólico.

Para prevenirlas, no podemos olvidar que todo abuso medicamentoso puede ser perjudicial para el hígado, sobre todo a partir de los 60 años. Un fármaco tan extendido como el paracetamol, tomado a dosis altas y durante un tiempo prolongado, puede provocar incluso hepatitis.

El exceso de bebidas alcohólicas puede también afectar nocivamente: hígado graso (esteatosis), inflamación (hepatitis alcohólica) o aparición de cicatrices (cirrosis). El alcohol es más perjudicial si cabe en las mujeres, con menor capacidad de metabolizarlo que los hombres, sobre todo cuando son muy jóvenes.

Cómo cuidar al hígado ante los primeros síntomas de que está enfermo

Para ayudar al hígado en sus funciones, empecemos por la dieta.

Conviene seguir las siguientes recomendaciones:

  • No abusar de las grasas y evitar las comidas copiosas. Las grasas saturadas de origen animal aumentan el colesterol (lo que favorece los cálculos biliares) y favorecen la infiltración grasa del hígado. Son convenientes los aceites vegetales, como el de oliva, a ser posible vírgenes de primera presión en frío.
  • Comer abundante fibra, ya que además de disminuir el colesterol y aliviar el estreñimiento (que hace trabajar más al hígado), produce un efecto colerético (aumenta la secreción biliar).
  • Conviene una dieta rica en carbohidratos, prefiriendo los productos integrales a los de harina blanca, y la miel y la fructosa al azúcar blanco.
  • La dieta vegetariana moderada es la óptima si hay problemas hepáticos.
    • Los huevos, preferentemente duros, pueden tomarse si se toleran bien . Aunque son ricos en colesterol, su yema contiene lecitina, beneficiosa por sus fosfolípidos –que mejoran el metabolismo lipídico– y la colina –que evita la acumulación de grasa en el hígado.
    • De los lácteos el más conveniente es el yogur. Aporta aminoácidos predigeridos de alto valor biológico, al tiempo que reduce la producción de sustancias tóxicas en el intestino que un hígado alterado no consigue neutralizar adecuadamente.
    • Las verduras contienen folatos, potasio y otros minerales beneficiosos. Conviene sobre todo el azufre, gran depurador hepático, contenido en cebollas (con aceite esencial sulfurado desintoxicante) y rábanos (que fluidifican la bilis).
    • La fruta siempre es beneficiosa, sobre todo como desayuno o cena: manzana, ciruela, cereza, fresa, nísperos…
  • Evitar el consumo habitual de fritos, congelados y precocinados. Hay que preferir los productos frescos, a ser posible de cultivo biológico, y la cocina al vapor, hervida o a la plancha.
  • Conviene reducir el aporte de sal, así como de bebidas alcohólicas.
  • Es importante beber suficiente agua.
  • Realizar algún día de ayuno o a base de fruta (en particular, la cura de uvas) también ayuda a depurar el hígado.

Plantas medicinales para curar el hígado

Para prevenir o tratar trastornos hepáticos, la fitoterapia emplea plantas que alivian la sobrecarga del hígado ayudándole en sus tareas de depuración o que favorecen su regeneración. Estas son tres de las más eficaces.

Cardo mariano

Se diría una planta que parece surgida para ayudar al hígado. Diversas investigaciones indican que sus componentes, en particular la silimarina, tiene propiedades antioxidantes (diez veces más potentes que la vitamina E), desintoxicantes y regenerantes de la célula hepática.

Pacientes con hepatitis, cirrosis o hígado graso mejoraron sus síntomas de forma significativa tras tomar el extracto de cardo mariano estandarizado durante dos meses. Al parecer no hay peligro de toxicidad aún en tratamientos más prolongados.

También se usa en caso de intoxicación por setas venenosas o para prevenir daños hepáticos por la toma de ciertos medicamentos, como los antirretrovirales en el sida.

Alcachofa

Sus principios activos (ácidos orgánicos, cinarina, cinaropricina…) crean una sinergia que ayuda a regular varias funciones hepáticas, sobre todo la formación de bilis y las funciones desintoxicantes.

Si bien es cierto que el extracto completo de la planta fresca es la presentación más activa, se pueden aprovechar parte de sus propiedades comiéndola con regularidad. Los componentes activos de la alcachofera se encuentran principalmente en sus hojas, pero también en las cabezuelas florales que se comen.

Diente de león

Esta planta descongestiona el hígado y mejora sus funciones, debido a sus cualidades para producir y liberar bilis.

Pueden tomarse las hojas frescas en ensalada, o una decocción: se hierven 30 g de hojas o raíces por litro de agua 20 minutos y se deja macerar 4 horas. Puede beberse una taza antes de las comidas.

Como no solo se drena el hígado, sino también otros órganos como el riñón y los intestinos, se trata de una depuración orgánica bastante completa si se sigue varios días (1-2 semanas).

El papel de las emociones en la salud hepática

Así como el hígado participa en la digestión de los alimentos, también parece hacerlo en la "digestión" de ciertas emociones. Un problema hepático también puede indicar que hay emociones difíciles de digerir, como si quedase un resto "agrio" o "ácido" en la esfera psíquica.

La envidia, la avaricia o las penas silenciosas pueden afectarle. Pero quizá sea la cólera la emoción más perjudicial. Según la medicina tradicional china la cólera roba energía al hígado cuando se expresa hacia afuera y lo hace más proclive a ciertas patologías si se guarda dentro.

Cultivar la alegría de vivir y la armonía con el entorno es una buena forma de apoyar al hígado.

Esta relación psicosomática, que empieza a ser considerada por la medicina actual, era también tenida en cuenta por la antigua medicina griega de la época de Hipócrates, que distinguía dos "humores" relacionados con el hígado: la bilis "amarilla", cuyo predominio da lugar al temperamento bilioso o "colérico", análogo al temperamento pitta de la medicina ayurvédica; y la bilis "negra", que favorece el temperamento "melancólico".

El doctor John Diamond, uno de los padres de la kinesiología, afirma que el meridiano del hígado se debilita con la infelicidad y se fortalece con el gozo.