La sexualidad no tiene por qué quedar reservada para la noche y la cama, puede salir del dormitorio e invadir toda la casa, incluida la cocina.

Extender la mirada sexual a muchas situaciones de la vida hace que la tensión no se concentre exclusivamente en el acto sexual, al tiempo que se enriquece la vida amorosa.

El deseo de comer y la libido son dos instintos básicos y el placer es uno, proceda de donde proceda. El camino inverso, de la mesa a la cama, ya se ha recorrido, como demuestra la presencia en los diálogos sexuales de palabras como comer, morder o chupar.

Quien es capaz de excitarse con los alimentos, casi como si fueran cuerpos perfectos, vive una sexualidad más amplia. Esta no está encerrada en los genitales: también habita en la piel, en el cerebro, en el estómago, en el espíritu, en cada célula del cuerpo...

Aspecto, tacto, olor y sabor hacen que tanto un alimento como una persona resulten irresistibles.

En la cama como un cocinero y en la cocina como un amante

Este podría ser el secreto mejor guardado. Se ha escrito mucho sobre los alimentos, las plantas y las sustancias (a cuál más exótica y rebuscada) de mayor poder afrodisiaco.

Pero esta búsqueda en el exterior puede ocultar que la respuesta está en el interior de cada uno: en los ojos que ven, las manos que tocan, las lenguas que saborean... Es la persona quien sabe encontrar o no cualidades sensuales en los alimentos. Por tanto, no es cierto que no existan afrodisiacos, todos los alimentos pueden serlo.

Por educación mal entendida o por el tabú social que todavía pesa sobre la sexualidad, no nos atrevamos a ver los alimentos de esa manera. Para muchos quizá sea una grosería ver algo sexual en las bananas o los higos. Pero hay que reconocer que la sensibilidad auténtica no se autolimita por culpa de convenciones mojigatas que son, éstas sí, una vulgaridad.

Basta recordar las escenas sexuales explícitas en obras sagradas de culturas milenarias o en el arte moderno. Nadie puede decir que sean fruto de la ordinariez, sino todo lo contrario.

Cocina sexual: cómo llevar la erótica de la mesa a la cama

Erotizar los alimentos puede tener consecuencias espectaculares sobre la vida íntima de la pareja. Quien sabe disfrutar de todas las sensaciones que producen los alimentos, a buen seguro que obtiene y proporciona placeres exquisitos en el encuentro físico.

No hay que olvidar que el tacto, el sabor y el olor participan también en el sexo. Así la comida puede nutrir relaciones íntimas más intensas y llenas de sentido. No es lo mismo llevar la complicidad sexual a todos los lugares, incluida la mesa, que encerrarla en el dormitorio. 

Para abrir la mente a la "cocina sexual" se puede empezar a pensar sobre los alimentos con las mismas palabras que se utilizan en la vida romántica (caliente, apetitoso, suculento, delicioso, apasionado, terso, morboso, húmedo... ), así como realizar comparaciones atrevidas e imaginativas.

Apreciar las formas, sabores, olores y texturas peculiares de los cuerpos de la mujer y del hombre, o reconocer la masculinidad o la femenidad de los alimentos, puede ser una manera de renovar la atracción.

A continuación vale la pena crear platos con significado erótico para cenas románticas y finalmente llevarse a la cama unos cuantos alimentos para comerlos con las manos y en pareja.

por qué los alimentos se relacionan con el erotismo

La búsqueda del efecto afrodisiaco constituye la primera aproximación sexual hacia los alimentos. En todas partes se ha buscado la sustancia que produjera el efecto prodigioso.

En algunos casos la ilusión está justificada: el cinc de las ostras, por ejemplo, puede avalar su prestigio, más entre los hombres que entre las mujeres. Otros alimentos contienen nutrientes que agudizan la sensibilidad en cierto grado y con eso pueden intensificar la experiencia sexual.

Se dice que el cerebro es el afrodisiaco más potente porque regula la producción de un gran número de sustancias químicas en el interior del cuerpo para que todo funcione como se espera.

Pero en numerosos casos el efecto no obedece a una reacción química sino simbólica, y esto no quiere decir que no se trate de auténticos afrodisiacos. Al contrario, los alimentos excitantes son los que estimulan los sentidos y la mente.

Los alimentos son eficaces como afrodisiacos si son buenos como metáforas. Un melocotón maduro resulta excitante porque, si se sabe mirarlo, con sus formas voluptuosas y la característica hendidura en medio parece un trasero perfecto, dispuesto para ser mordido.

Es útil así dominar el lenguaje erótico de los alimentos. Hay que dejarse llevar por el instinto, estar dispuesto a ver los colores, reconocer las formas, paladear los sabores...

A partir de ahí, elaborar platos rebosantes de sensualidad y comprobar su efecto puede plantearse como un reto sugerente. Seguramente no hay una actitud más opuesta a la que está detrás de la comida rápida, uniformada, desnaturalizada, desnutrida y poco excitante.