La empatía es una cualidad deseable y saludable que ayuda a la cohesión social, a la comprensión de los demás y a establecer vínculos profundos con personas y animales. Sin embargo, cuando se lleva al exceso, puede causar algunos problemas psicológicos y emocionales graves.

Definida brevemente, la empatía es la capacidad de conectar y sentir las emociones de los demás. En mayor o menor medida, todos poseemos esta habilidad, aunque algunos tipos de crianza manipuladora y coercitiva puede afectar negativamente a la empatía, pero este es tema para otro artículo.

Los "peligros" de la empatía

La empatía puede ser un arma de doble filo. Por un lado, es una estupenda herramienta de cohesión y de colaboración social, pero también puede provocar ansiedad o depresión cuando se dispara sin límites.

1. Demasiada empatía puede generar ansiedad

Por lo general, las personas más empáticas son también más emocionales y sensibles que la media, lo que puede suponer una peligrosa combinación si se lleva al extremo.

Estas personas pueden sentirse completamente conectadas con todos los problemas que presencian en su entorno o de los que tienen noticia por los medios de comunicación. Esta facilidad para conectar con los demás, les lleva a ponerse en el lugar de todas las personas que están sufriendo enfermedades, guerras o cualquier otro tipo de problema, provocándoles una enorme ansiedad que les supera y no son capaces de manejar.

2. La empatía puede llevar al agotamiento y al bloqueo

Esta excesiva preocupación puede llegar a generar apatía, bloqueo o depresión. A nivel fisiológico, este “contagio emocional” también causa un fuerte impacto en el cerebro, activando áreas del cerebro asociadas con las emociones dolorosas.

Esta personas hiperempáticas intentan ayudar a solucionar todos los problemas del mundo, se entregan a todas las causas y todas las iniciativas, pero la cantidad de sufrimiento que descubren es tan grande que consumen toda su energía física y mental, y terminan bloqueándose y no pudiendo hacer nada.

3. La empatía puede verse como un signo de debilidad

Además, otro de los peligros de la empatía extrema es que otras personas menos empáticas pueden entenderlo como signo de debilidad y se intentan aprovechar de ello. Pueden usar la empatía de los demás en su propio beneficio, jugando a dar pena o lástima, para conseguir que su amiga empática les ayude o les solucione problemas de los que deberían ocuparse ellas mismas.

¿Puede una persona empática dejar de serlo?

Las personas empáticas no pueden dejar de serlo. No pueden forzarse a reprimir su propia empatía porque sería ir en contra de su naturaleza, negando una parte de ellas mismas y ya sabemos que esto nunca es sano a nivel psicológico.

Lo que sí se puede hacer es aprender a regular el exceso de empatía para mantenerlo en un nivel sano y realista, impidiendo que se dispare y se convierta en algo tóxico.

Por supuesto que es muy saludable y necesario tener empatía, pero cuando esta se vuelve en nuestra contra y nos hace enfermar, debemos aprender a regularla.

El testimonio real de Carolina

Como ejemplo puntual de esta situación, podemos ponernos en el lugar de Carolina, una chica que trabajaba en una pequeña tienda de electrónica de su barrio, como una forma temporal de conseguir algo de dinero, mientras terminaba su carrera de Informática.

Aunque ella siempre supo que este empleo no era algo definitivo, cuando terminó sus estudios y le surgió una oportunidad de trabajar como informática, se veía incapaz de dejar su trabajo temporal.

Su bloqueo no provenía de ningún miedo o vergüenza para hablar con el dueño de la tienda y exponerle su situación, sino de un exceso de empatía.

Se ponía en el lugar de su jefe y sentía su sorpresa ante la noticia, imaginaba su preocupación al tener que buscar a otra persona y tener que formarla desde cero. Le daba tanta pena lo que pudiera sentir su jefe que, incluso, llegó a rechazar varias oportunidades de formación profesional como informática por no poder dejar su trabajo.

Cómo regular el exceso de empatía

Aunque pueda parecer contradictorio, el primer paso para lograr mantener una empatía sana es comenzar por cuidarse uno mismo.

Carolina reconocía que, por culpa de su exceso de empatía, había dejado de mirarse a sí misma y no prestaba atención a sus propios intereses y necesidades. Se entregaba tanto, aguantaba tanto por ayudar a los demás, que dejaba de preocuparse por ella misma. Lo que más le entristecía es que, al final, todos hacían sus vidas y seguían sus caminos, sin ni siquiera agradecerle su esfuerzo.

En nuestras sesiones, fuimos trabajando para conectar con ella misma, con su voz interior y con lo que ella sentía que era su camino de vida. Cuanto más se escuchaba y se cuidaba, más claramente veía que quería trabajar como informática.

Finalmente, encontró una forma equilibrada de manejar su empatía para no marcharse de forma brusca, pero manteniendo su intención de dejar la tienda y dedicarse a su verdadera pasión. Habló con su jefe y le ayudó a buscar a una sustituta.

Estuvo formándola durante un tiempo, pero cuando llegó el momento, fue capaz de dejar su trabajo sin ningún sentimiento de pena o de culpa.