Al comienzo de mis charlas, siempre me gusta preguntarle a los padres cómo desean que sean sus hijos cuando lleguen a adultos. La mayoría, obviamente, contestan que quieren que se conviertan en adultos felices, pero también, suenan palabras como “autónomos” o “responsables”.

La cuestión que se suscita, entonces, es cómo madres y padres, durante los años de crianza, podemos sentar las bases adecuadas para que nuestros hijos logren esta autonomía.

En una sociedad tan compleja como la humana la autonomía se va construyendo con los años y requiere, en cada etapa de la crianza, un acompañamiento constante de los padres, para que los hijos pasen de la dependencia total (cuando son bebés) a la completa autonomía adulta.

Para ejemplificar esta educación en la autonomía, me gustaría centrarme en dos temas recurrentes en las consultas de los psicólogos: los dulces y la tecnología. Veremos cómo se puede educar en la responsabilidad, sin necesidad de recurrir a la prohibición.

Por qué prohibir puede ser mala idea

Muchos padres que se preocupan por que sus hijos tengan una buena salud nutricional o tecnológica, les bloquean o prohíben el acceso a los dulces o a los móviles. Ese tipo de prohibiciones parecen ser efectivas a corto plazo, pero, a medio y largo plazo, acaban resultando muy problemáticas.

  • Lo prohibido nos atrae

Cuanto más se prohíbe, más deseo se genera. Los niños aprovecharán cualquier situación fuera de la vigilancia de los padres (cumpleaños, visitas a otras casas, etc.) para jugar con el móvil de sus amigos o tomar la comida prohibida.

En los adolescentes, esta prohibición generará sentimientos de desconfianza hacia los padres. Si sus padres no confían en ellos y, además, les castigan ¿cómo van a confiar ellos en sus padres?

  • No integran los motivos

Si se les prohíbe, los niños no interiorizan los verdaderos motivos por los no es sano abusar de ciertos alimentos o de la tecnología. Lo viven como un castigo o como una elección caprichosa de los padres, por lo que no se genera la conciencia de las razones por las que es peligroso abusar de ciertos elementos.

Como consecuencia de este desconocimiento, cuando sean mayores y salgan de casa, serán mucho más vulnerables.

  • Las prohibiciones son la antítesis de la autonomía

No generan conciencia propia y provocan un efecto rebote, que puede ser peligroso, cuando cesa la vigilancia.

¿Cómo fomentar la autonomía sin prohibir?

Vamos a ver algunas sugerencias para que cada familia piense y encuentre la mejor forma de aplicarlas a sus circunstancias particulares.

  • Información. Es muy importante explicarle a los niños cómo funcionan los alimentos dulces o los juegos adictivos y cómo afectan las adicciones a su cerebro, empujándoles a perder el control de su propia conducta y sus propias decisiones. Según la edad, se pueden poner ejemplos, mostrar vídeos, usar dibujos del funcionamiento de las hormonas, contarlo como un cuento, etc.
  • Un modelo sano. Resulta incongruente que se les prohíba acceder a cualquier tipo de pantalla, mientras los padres están enganchados, a todas horas, al móvil. Los niños perciben esta doble moral, pierden la confianza en sus mayores y además, asimilan la idea de que si sus padres lo hacen, debe ser algo bueno.
  • Flexibilidad. Aunque se establezcan unas normas sobre el consumo de ciertos alimentos o el uso de tecnología, hay que estar dispuestos a flexibilizar si se dan circunstancias especiales. Ser flexibles en las pautas, permitir algunos días especiales como los fines de semana o cumpleaños.
  • Auto-observación. Fomentar que sean ellos mismos los que se den cuenta de cómo les afecta el abuso del azúcar o de la tecnología. ¿Qué efectos notan? ¿Se ponen más nerviosos, más agresivos, más ansiosos, duermen peor?
  • Paciencia. El trabajo de la crianza y de la educación es una carrera de fondo. No busquemos resultados inmediatos ni esperemos que los niños comprendan nuestros motivos a la primera. Confía siempre en ellos, con el paso del tiempo, van a interiorizar y comprender el mensaje que deseamos transmitirles.