La Dra. Alejandra Menassa de Lucia está enamorada de su profesión, en la que combina sus amplios conocimientos como médico internista con su perspicaz escucha de psicoanalista para averiguar qué necesita cada persona que entra en su consulta en el CMI-Clínica Medicina Integrativa de Madrid.

Aborda los trastornos desde la Medicina Integrativa, una medicina que comprende a la persona en su globalidad, teniendo tan en cuenta la influencia del cuerpo sobre nuestro estado de ánimo y el efecto de nuestras relaciones, conflictos y manera de entender la vida sobre nuestro estado físico.

“Cuidar nuestra salud mental previene el desarrollo de enfermedades”

La medicina integrativa es una medicina que a los conocimientos de la medicina tradicional suma el enfoque más holístico propio de las medicinas naturales o medicinas complementarias, y técnicas que cuentan a veces con una experiencia milenaria como la acupuntura o la fitoterapia china, entre muchas otras especialidades.

Tiene muy en cuenta dos pilares básicos de la salud como son la dieta y el ejercicio. Tras el diagnóstico el paciente entra en un plan de tratamiento que siempre incluye la nutrición. También incluye una pauta de ejercicio, complementos alimenticios y los tratamientos de que dispone la medicina integrativa; a los ya mencionados se pueden sumar la fisioterapia, la reflexoterapia la ozonoterapia, la terapia neural, la medicina ortomolecular, etc.

“Pero no se trata sólo de una suma de técnicas, sino de una visión distinta a la hora de abordar la curación de la persona que incluye cambios en la forma de trabajar del profesional y también en la implicación del paciente en su proceso de sanación. La medicina integrativa hace mucho hincapié en esta transformación de los hábitos de vida. La persona que quiere curarse debe estar dispuesta a realizar estas modificaciones. Y es que a menudo se realizan abordajes farmacológicos en aspectos de la salud que simplemente requieren un cambio en la alimentación”, explica la Dra. Alejandra Menassa de Lucia.

Médico internista y psicoanalista, posee una amplia experiencia en medicina psicosomática. Es la presidenta de la Sociedad Española de Salud y Medicina Integrativa, una medicina que aplica en el CMI-Clínica Medicina Integrativa de Madrid.

Cada día en su consulta Alejandra Menassa comprueba cómo las emociones afectan la salud del cuerpo, así como la incidencia directa de los hábitos alimenticios en trastornos mentales como la ansiedad y la depresión, tan a menudo tratados con fármacos.

–Se han relacionado la ansiedad y la depresión con desequilibrios en la microbiota intestinal. Sin embargo los ansiolíticos siguen siendo uno de los fármacos más recetados.
–En consulta veo una y otra vez cuadros de neurosis de angustia, llamados también trastorno de ansiedad generalizada o trastorno de angustia en el DSM-V. La crisis de angustia se presenta con taquicardia, falta de aire, temblores; el paciente siente que va a morir y después hay un estado de ansiedad persistente. La ansiedad está muy relacionada con pensamientos oscuros sobre el futuro, la persona siente que haga lo que haga va a salir mal y que le va a pasar algo grave a ella o a sus seres queridos. Esta ansiedad también es la madre de muchas patologías.

A la hora de tratarla, por un lado hay que desactivar el estado de alerta y reactividad en el que se encuentra la persona, que suele haber vivido situaciones de riesgo vital (una infancia con padres alcohólicos, maltrato, etc…). Hay que sacarla de esa escena del pasado en la que se encuentra detenida y ponerla en el hoy. Pero, por otro lado, efectivamente también es importante evaluar si existe en la persona una neuroinflamación, algo en cuyo estudio estoy plenamente sumergida.

–¿Qué es la neuroinflamación?
–La neuroinflamación es la inflamación del sistema nervioso central asociada al eje que conecta el intestino con el cerebro. Nuestro cerebro y nuestro intestino mantienen una comunicación constante a través del nervio vago y de los metabolitos generados por las bacterias intestinales que producen ácidos grasos de cadena corta, como por ejemplo ácido butírico, acetato o propionato, unas sustancias de efecto neuroprotector.

Cuando cuido mi alimentación y propicio la diversidad y riqueza de la flora bacteriana de mi intestino, entonces estoy favoreciendo la producción de estas sustancias neuroprotectoras. Los principales productores en el intestino de butirato no sólo se ocupan de nutrir las células del intestino -lo que mejora su funcionamiento y salud-, sino que llegan al cerebro a través del nervio vago, protegiéndolo.

Cuando pensamos en el nervio vago que une cerebro e intestino, tendemos a ver sólo la información del cerebro que llega al intestino y no pensamos en que es una comunicación de ida y vuelta, es decir, que a través de este nervio llega también una información determinante del intestino al cerebro. De hecho la neuroinflamación se ha relacionado con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.

–¿El Parkinson puede estar originado por una enfermedad intestinal?
–Hace cuarenta años, para curar una úlcera gástrica, se cortaba a los pacientes el nervio vago. Así se disminuía la producción de ácido en el estómago. Casualmente se ha visto que estos pacientes no desarrollaban Parkinson porque no existía esa conexión retrógrada entre intestino y cerebro. La relación entre intestino y cerebro es determinante en muchas enfermedades.

En medicina integrativa estamos utilizando como método de diagnóstico la biorresonancia. Este sistema de diagnóstico, al igual que el electrocardiograma, traduce una actividad eléctrica en un gráfico y recoge la actividad electromagnética del organismo midiendo el nivel de neurotransmisores, vitaminas, minerales, el estado de la microbiota…

Nosotros hacemos a todos nuestros pacientes una biorresonancia magnética y en el cien por cien de los casos existe un déficit de serotonina, un neurotransmisor que en su 90% se metaboliza en el intestino. Es decir, la salud de nuestras bacterias intestinales es fundamental para una correcta segregación de neurotransmisores que determinan nuestro estado anímico, y esta serotonina metabolizada por las bacterias tiene un efecto sobre la red neuronal intestinal. La serotonina no atraviesa la barrera hemato-encefálica, pero sí lo hace el triptófano, el aminoácido esencial a partir del cual se va a sintetizar la serotonina.

–¿Se puede incrementar el nivel de serotonina a través de la alimentación?
–Antes hay que tratar la disbiosis intestinal, el desequilibrio de la microbiota. La disbiosis intestinal se presenta asociada a la permeabilidad intestinal o síndrome del intestino permeable, con lo que hay que reparar esas dos cosas.

"Primero se debe actuar sobre la permeabilidad de la mucosa intestinal y después repoblar la microbiota mediante probióticos. Se trata de preparar la tierra antes de sembrarla."

Para cerrar la permeabilidad de la mucosa una de las herramientas más eficaces es seguir una dieta antiinflamatoria: reducir el consumo de lácteos, de carne y sustituir los azúcares refinados.

Se ha demonizado el colesterol, pero lo cierto es que el gran responsable de la epidemia de enfermedades cardiovasculares que sufrimos es el azúcar, una sustancia altamente adictiva. El azúcar produce unos elevados niveles de insulina que resultan muy inflamatorios, causan el síndrome metabólico y derivan en diabetes. Estamos viendo niños de ocho años con colesterol, obesidad, hipertensión y diabetes.

Urge tomar medidas sanitarias globales como ha hecho Portugal, que ha prohibido los anuncios de alimentos dirigidos a los niños que contengan un alto nivel de azúcar. O también como la Asociación de Pediatría de Argentina, que ha realizado un comunicado para reclamar la reducción de los jarabes de fructosa.

¿Y cómo abordar la depresión desde la medicina integrativa?
–La depresión es una reacción a una pérdida importante para el paciente que muchas veces es la pérdida de un ideal y no de una persona… Por ejemplo, tenía un idea de cómo debía ser mi matrimonio, luego no coincide con lo que había pensado que sería, de ahí surge una desilusión, una tristeza profunda y se produce una depresión. A través del psicoanálisis se trabaja para que la persona acepte la pérdida y desarrolle una capacidad de sustitución: yo puedo haber perdido algo, pero, ¿qué he ganado con eso? ¿Qué caminos nuevos me ha abierto esta pérdida para que me rehaga?

A la vez es importante evaluar si existe una neuroinflamación, porque, cuando la persona sufre una disbiosis, disminuye su capacidad para sintetizar triptófano a nivel intestinal y de segregar otros neurotransmisores determinantes en el estado de ánimo como el GABA y el ácido ácido (repetido) butírico, entre otros.

Tomar alimentos ricos en triptófano puede ayudar, aunque no curen por sí solos. Es muy recomendable incluir en la dieta espárragos verdes y pavo, sobre todo por la noche, ya que además de mejorar el estado de ánimo influyen en la calidad del sueño. Y sobre todo es importante seguir una nutrición antinflamatoria sin lácteos, sin harinas refinadas de trigo ni azúcares.

–¿Es importante eliminar el gluten para la salud mental?
–Yo he visto a muchos niños y niñas diagnosticados de TDHA que mejoran increíblemente al recomendarles una dieta sin gluten.

Se trata de una intervención sencilla porque basta eliminar el gluten del trigo, el más problemático al haber sido modificado genéticamente. Esta modificación causa una gran irritación a nivel intestinal y a nivel de sistema nervioso produciendo en los niños inquietud y nerviosismo. Al eliminar el gluten, los azúcares refinados y añadir Omega 3 se incrementa notablemente su capacidad de concentración. El Omega 3 es necesario para su crecimiento y desarrollo neuronal.

En el TDHA también hay que trabajar la relación con los padres porque a menudo suelen ser niños que llevan una importante carga familiar. La ozonoterapia también es eficaz.

"Debemos evitar medicalizar la infancia y menos con derivados anfetamínicos. He visto a niños y niñas tratados con anfetaminas que sufren importantes efectos secundarios como temblores en el pecho que pueden ser tremendos. La medicación debe ser el último recurso."

La importancia de eliminar los tóxicos

“Hasta hace muy poco se creía que la placenta era totalmente impermeable y que a través de ella únicamente pasaban los nutrientes. A raíz de una experiencia muy desgraciada, en la que se había administrado a embarazadas un estrógeno sintético (el dietilestilbestrol) que, supuestamente, ayudaba a los niños a desarrollarse mejor, 20 años después se ha visto que los hijos de estas mujeres desarrollaban carcinomas en la vagina o en los testículos. Se demostraba que la placenta es permeable y que por ella llegan al bebé en desarrollo tóxicos que hay que poner mucho cuidado en evitar para prevenir patologías futuras. Hay tóxicos en muchos de los cosméticos que usamos (esmaltes de uñas, maquillajes, etc.) e incluso en algunas pastas de dientes (Triclosan). De ahí también la importancia de una alimentación ecológica sin pesticidas y de lavar bien alimentos que tomamos con bicarbonato, que elimina el 80 por cien de los pesticidas”.

–Algunas investigaciones asocian incluso el autismo con el estado de la microbiota...
–El autismo es una patología muy compleja. Existen algunos determinantes psíquicos, pero es verdad que la microbiota y los parásitos pueden incidir también en ella. Olvidamos que en España hay parásitos que se instalan en el intestino comiéndose los nutrientes que el niño necesita para que su cerebro se desarrolle convenientemente.

También conviene evaluar el nivel de los metales pesados en sangre. Llegamos a poner 30 vacunas a los bebés antes de su primer año de vida y es una carga demasiada pesada para su cuerpo, ya que a través de ellas se inoculan dosis de aluminio, mercurio y timerosal. No soy antivacunas pero creo que habría que aplicarlas de forma más racional y tomar las medidas necesarias para ayudar al cuerpo del niño a eliminar estas sustancias que pueden dañar enormemente el cerebro y el sistema nervioso.

Hay un estudio sobre el desarrollo del cerebro de la rata bajo los efectos del mercurio: bajo la toxicidad del mercurio era incapaz de desarrollarse. Mediante la detoxificación de estos metales pesados, la reparación de la microbiota intestinal, la limpieza de parásitos a nivel intestinal y la dieta antiinflamatoria los pediatras de nuestra clínica consiguen que los niños con autismo mejoren. No digo que se cure el autismo, pero se percibe una notable mejoría en su capacidad de relación, están más tranquilos y pueden aprender mejor. El ozono también nos ayuda a la hora de tratar los parásitos. Son distintas vías de abordar esta patología para la cual no existen tratamientos eficaces en la medicina convencional.

–Y volviendo a la dieta, ¿hay que consumir carne?
–El consumo de carne tiene un gran impacto en el medioambiente y se extinguirá en los próximos años porque consume demasiados recursos naturales como agua y cultivos necesarios exclusivamente para la alimentación del ganado. Y te habla alguien a quien le gusta la carne porque nació en Buenos Aires, pero la carne es muy inflamatoria y hay que tomarla muy de vez en cuando y mejor que sea carne ecológica. La OMS ya sacó comunicado que causó un gran revuelo en el que relacionaba el consumo de carne con el cáncer de mama y de endometrio porque si no es carne ecológica está muy hormonada. Si se consume carne, es mejor no hacerlo más de una o dos veces por semana.

“Todas las enfermedades que sufrimos son psicosomáticas”

–¿Una enfermedad tiene siempre una causa emocional?
–Cuando empecé a estudiar medicina psicosomática, mi pasión, llegué a la conclusión que todas las enfermedades son psicosomáticas. No hay enfermedad en la que no participe el psiquismo, aunque se trate de una infección. Estamos 90 personas en una habitación y se infectan 40 personas en lugar de 90. Esta predisposición a enfermar está relacionada con el estado de nuestro sistema inmune que, a su vez, está directamente en relación con nuestro psiquismo, nuestras emociones, afectos, conflictos...

En los años ochenta empezó a desarrollarse la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). Candance Pert, una experta en esta rama de la medicina, tiene publicados más de 200 artículos en revistas científicas de alto impacto sobre el impacto del psiquismo sobre el sistema inmune. Esta científica brillante del Massachusetts Institute of Technology (MIT) descubrió que los linfocitos, las células principales del sistema inmune, poseen unos receptores para los neurotransmisores como la serotonina.

Así las emociones inciden directamente nuestro sistema inmune. Si estoy deprimido mi sistema inmune estará inmunodeprimido. Hay miles de ensayos clínicos que lo demuestran. Por eso es tan importante la prevención psíquica a la hora de evitar futuras enfermedades.

Las células del cuerpo mutan constantemente y en esa renovación de nuestros tejidos a veces hay errores en la replicación celular y del ADN, pero un sistema interno vigila que no se desarrollen tumores. Si estamos deprimidos, esta vigilancia fallará porque nuestro sistema inmune también estará bajo. En el 2001 la OMS realizó un comunicado en el que enumeraba todas las enfermedades orgánicas que se relacionaban con la depresión: enfermedades autoinmunes, enfermedades cardiovasculares y también cáncer se vinculaban con la depresión.

"Cuidar nuestra salud mental previene el desarrollo de enfermedades."

–Asegura que hay frases que enferman y otras que curan y que los médicos son el primer placebo. ¿Cómo determina la curación la relación médico-paciente?
–Un compañero habla siempre de la iatrogenia verbal, es decir de los efectos secundarios que producen las palabras de los médicos. “Los médicos tenemos el poder de dañar o de curar según lo que digamos al paciente que nos atribuye un saber y nos da una confianza”, dice. Hay que cuidar mucho la relación médico-paciente por el efecto placebo que esta conlleva. Según el nivel de confianza que tengo en la persona que me receta un medicamento, este tendrá más o menos efecto en mí. Un 80 por cien del efecto placebo es la figura del médico y depende de la relación médico-paciente.

También la escucha del paciente por parte del médico resulta fundamental para saber quién está realmente frente a mí, qué es lo que necesita y qué me está pidiendo. Se hizo un estudio sobre la calidad de atención del médico en los Centros de Atención Primaria y la mayor queja de los pacientes era que el médico ni miraba ni escuchaba. En Medicina Integrativa se hace mucho hincapié tanto en la relación médico-paciente como en la escucha activa.

–¿Cómo hay que escuchar a un paciente?
–Hay que dejarle hablar y escuchar todo lo que cuenta, algo que a veces no sucede porque se le interrumpe. Por ejemplo, cuando se pone a hablar de su vida sexual no le dejamos seguir, sin embargo forma parte de su vida y puede ser su principal preocupación. Vi a un paciente de 42 años con hipertensión arterial desde los veinte que había sido tratada con betabloqueantes, una medicación que causa impotencia. Hay otros fármacos para bajar la tensión arterial sin cargarte la vida sexual del paciente.

La Medicina actual tiene un grave problema: los médicos somos los brazos armados de las farmacéuticas. Recetamos según los resultados de los estudios que las mismas farmacéuticas que fabrican el medicamento han subvencionado sin preguntarnos quién ha hecho el estudio. Bueno, algunos nos cuestionamos esto, pero la gran mayoría no lo hace. Ahora mismo la investigación más fiable es la que se realiza en las universidades que, en general, tienen subvenciones estatales o de la propia universidad. Hay que evaluar en qué nos estamos basando para recetar un medicamento y no otro.

A esto se añade la tremenda iatrogenia que estamos sufriendo. A partir de los 65 años la media de patologías por persona es de cinco, con lo que la media de fármacos que toma una persona se sitúa entre 6 y 7. La toma de un solo medicamento tiene un 15 % de posibilidades de acarrear efectos secundarios, pero cuando se toman cinco medicamentos al mismo tiempo el riesgo de efectos secundarios se eleva a 75%. Cualquier médico debe estar informado sobre lo que producen los fármacos en el cuerpo.

–¿Estamos sufriendo las consecuencias de un exceso de medicación de las enfermedades?
–Pues sí. Un ejemplo: las estatinas. Estos fármacos que se recetan para bajar el colesterol ya se ha demostrado científicamente que producen diabetes y demencia. Así, ante un paciente que tiene el colesterol alto, para bajarlo, le produces una diabetes y una demencia. La impotencia es otro de los efectos secundarios de las estatinas tomadas en altas dosis porque impiden al cuerpo la fabricación de testosterona. Está claro que no compensa el riesgo con respecto al beneficio.

Pero además se ha demonizado el colesterol, necesario para la síntesis de vitamina D, para las membranas celulares, para la síntesis de hormonas sexuales… Se ha visto además que la mortalidad es mucho mayor en la hipocolesterolemia que en la hipercolesterolemia. Un colesterol entre 240 -260 es óptimo para vivir. Sin embargo nos estamos empeñando en bajarlo por debajo de 130, lo que es una locura.

“El paciente debe estar implicado en su curación”

–Me cuenta que su clínica ha creado una escuela de pacientes. ¿Hasta qué punto somos responsables de nuestra curación?
–Llevo tres años como presidenta de la Sociedad de Medicina Integrativa y hemos conseguido muchas cosas, como crear un Máster de medicina integrativa disponible para cualquier profesional sanitario que quiera formarse en esta especialidad.

Por otro lado, desde CMI, hemos creado una escuela de pacientes que vienen a la clínica o a la Fundación Vivo Sano a explicar cómo ha sido su proceso y a enseñar a otros pacientes. Esto es un cambio de paradigma porque de un paciente pasivo que deja que le hagan y le lleven, propio de la medicina convencional, estamos ante un paciente que conduce su curación en estrecha colaboración con el médico.

La curación es cosa de dos. Si no estás dispuesto a hacer cambios no te puedes curar, porque la manera en que has vivido hasta ahora es lo que te ha llevado a la enfermedad. Si hay un paciente que no está dispuesto a modificar su alimentación, sabemos que no podemos trabajar con él. Y sabemos que para transformar la manera de comer entramos en todo lo que rodea la alimentación. No se trata sólo de ver qué nutrientes toma, sino de comprender cómo le alimentó su madre, lo que significa para él o ella la comida como sustituto de otros goces, como forma de llenar vacíos para compensar pérdidas…

En mi clínica hacemos un abordaje del paciente desde un enfoque global. Hay profesionales de varias ramas, (nutricionistas, psicoanalistas, fisioterapeutas, enfermeras que hacen acupuntura, etc) y todo este equipo evalúa al paciente después del médico, que le hace un plan de tratamiento que incluye todas las acciones.

"Todo médico integrativo debe concebir al paciente de una manera global y entender cuáles son sus procesos biológicos y bioquímicos sin perder de vista que el paciente no es una enfermedad, sino un ser un humano que necesita nuestra escucha y que hará falta implicar al paciente en su proceso de sanación."