Acostumbrados a operar desde la lógica, muchas veces nos pasan inadvertidas las cápsulas de sabiduría que nos envía el inconsciente. Llamémosle intuición, sexto sentido o corazonadas, si prestamos atención a estas señales tendremos una poderosa guía para descubrir caminos nuevos y tomar decisiones acertadas.

La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional es un siervo fiel, hemos creado una sociedad que honra al siervo y ha olvidado el don, dijo el científico Albert Einstein. Todo el mundo lo ha experimentado alguna vez. Te presentan a alguien o te muestran una casa y sientes un rechazo interior que no tiene razón de ser. Tal vez se trata de un primer contacto y no dispones de información previa, pero algo dentro de ti te está informando de que no debes hacer tratos con esta persona o quedarte en ese lugar.

¿De dónde viene la intuición?

No tenemos una respuesta clara, pero el mismo Einstein, en una entrevista concedida al Saturday Evening Post en 1929, decía que es mejor confiar en ese instinto y comprobar más tarde si se corresponde con la realidad que descartarlo de entrada. En sus propias palabras: «A veces siento que estoy en lo cierto, aunque aún no sepa que lo esté».

Hemingway decía que una buena narración debe mostrar al lector solo la punta del iceberg, mientras que el resto de la sabiduría del autor se mantiene sumergida en el relato. Nuestro llamado «sexto sentido» actúa de forma parecida.

Ante una situación nueva o desafiante, nuestro inconsciente explora de forma inmediata el conocimiento almacenado en la parte oculta del iceberg. Su objetivo es encontrar el máximo de datos para dar respuesta a nuestros problemas, aunque luego nos llegue una sensación que no relacionamos con ningún recuerdo concreto. Es así como nos llegan las corazonadas.

¿Por qué confiar en la intuición?

En uno de los intentos de la ciencia para medir esta clase de sabiduría inconsciente, un experimento llevado a cabo por la Universidad Rice de Texas trabajó con un grupo de participantes que debían diferenciar unos bolsos de diseño auténticos de falsificaciones muy bien hechas.

A una mitad de los participantes se les pidió que analizaran los bolsos de forma racional, ignorando totalmente sus instintos. La otra mitad podía usar sus reacciones viscerales para evaluar cada artículo. Este segundo grupo tuvo cerca de un 20% más de aciertos que el que solo utilizó un enfoque lógico. Se han observado éxitos parecidos en evaluadores que utilizan la intuición o el sexto sentido a la hora de elegir al mejor candidato para un puesto de trabajo.

El valor de las «corazonadas» no excluye el pensamiento analítico, sino que lo complementa y enriquece en la toma de decisiones.

El poder de la intuición en situaciones de estrés 

Diferentes estudios muestran que la intuición puede ser especialmente útil en situaciones bajo presión o con un exceso de datos. Esto sucede, por ejemplo, a lo largo de una partida de ajedrez, cuando las jugadas posibles se van multiplicando exponencialmente.

Este juego fue utilizado por un grupo de investigadores de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Buenos Aires, dirigidos por Mariano Sigman, para demostrar el poder de las corazonadas. Tras estudiar con un software 30 millones de partidas de ajedrez, concluyeron que cuando un jugador se enfrenta a un competidor que ocupa un puesto superior en el ranking, la opción más efectiva suele ser la primera jugada que se le ocurre.

«Lo mejor, cuando el tiempo apremia, es optar por la primera decisión que viene a la mente», recomiendan los autores del estudio, que se publicó en la revista científica Journal of Experimental Psychology.

Riesgos de no escuchar a la intuición

No escuchar las corazonadas, en cambio, puede tener resultados funestos en la vida cotidiana. Me pongo como ejemplo en un episodio sucedido cuando yo era un estudiante que repartía pizzas en moto en horario de noche. Estaba circulando por una avenida cuando, sin ningún motivo, me fijé en un chico que estaba de pie en la acera. Su aspecto era del todo normal: vestía un anorak de invierno y llevaba una bolsa de plástico en la mano. Aun así, la intuición me pidió que reparara en él y le diera importancia, cosa que no hice porque tenía prisa por entregar el pedido, unos cincuenta metros más abajo en esa misma calle.

Sin hacer caso a este aviso del inconsciente, entregué la pizza, bajé con el ascensor, y antes de que pudiera salir, las puertas se cerraron de nuevo y me encontré dentro de la cabina con el chico del anorak, que pulsó el botón de subida y, con el rostro empapado de sudor, me dijo: «Tienes que ayudarme».

Hizo subir y bajar el ascensor tres o cuatro veces hasta que logró sacarme toda la recaudación de la noche, que guardaba en mi bolsillo delantero. De haber escuchado a mi intuición, habría detectado a tiempo que aquel tipo en quien ya me había fijado se disponía a entrar conmigo en la finca, y habría evitado el atraco.

La intuición es parte de nuestro instinto

En su libro Intuition: Knowing Beyond Logic, Osho señala que «tuición» hace referencia a «la enseñanza que viene de afuera, alguien te enseña, el tutor. Intuición significa algo que surge dentro de tu ser; es tu potencial, por eso se llama intuición. La sabiduría nunca se toma prestada, y lo que se toma prestado nunca es sabiduría. A menos que tengas tu propia sabiduría, tu propia visión, tu propia claridad, tus propios ojos para ver, no podrás comprender el misterio de la existencia».

Contamos con este instrumento de manera natural, forma parte de nuestro instinto de supervivencia, apunta este controvertido maestro. Utilizar solo la mente racional sería como escribir tu vida exclusivamente en prosa, sin aventurarnos jamás en la poesía.

Al movernos del intelecto a la intuición, de la cabeza al corazón, nos encontramos más cerca de los misterios de la vida, asegura. A fin de cuentas, el artista que crea un mundo en un lienzo o el escritor que da vida a la hoja de un libro utiliza esta sabiduría interior.

A menudo no sabe lo que va a salir hasta que lo tiene delante de sus ojos. El mismo Hemingway decía: «A veces escribo mejor de lo que sé». Las corazonadas, en este sentido, son faros que nos llevan a territorios inexplorados dentro de nosotros, nos abren puertas que ni siquiera sabíamos que existían.

Cómo potenciar la intuición

Fuera del camino de la lógica se encuentran las sincronicidades, esas casualidades significativasque llegan como un mensaje desde las entrañas de la vida. C. G. Jung aseguraba que las sincronicidades se multiplican a medida que reparamos en ellas, y que al observar nuestras corazonadas aumentamos el poder de nuestra intuición.

La intuición no puede hablarnos mientras nuestra mente esté opacada por el ruido. Alguien que siempre está pendiente de su teléfono móvil, de las noticias o de las conversaciones con los otros, además de su propio carrusel de pensamientos, no deja espacio para que estos sutiles mensajes interiores se hagan oír.

  • Meditar: La práctica de la meditación puede ser un buen camino para descubrir los tesoros ocultos en la parte sumergida del iceberg. Al fijar la atención en un solo punto –por ejemplo: el aire pasando por las fosas nasales–, nuestra pantalla mental se aclara y pueden surgir ideas o emociones que de otro modo nos pasarían inadvertidas.
  • Creatividad: La escritura automática, pintar libremente o poner los dedos en las teclas de un piano sin la intención de tocar una pieza conocida son otras vías para acceder a la sabiduría del inconsciente. El arte no se rige por la lógica ni por la utilidad, y eso hace que activemos partes del cerebro que en el día a día están dormidas. El acto creativo ejercita el músculo de la intuición.