La escritura creativa no solo ha llevado a hombres y mujeres a jugar con las palabras, logrando la máxima expresión de la belleza; a crear historias y mundos imaginarios de gran riqueza o a transmitir y perpetuar el conocimiento, sino que, además, se nos ofrece como un vehículo poderoso para encontrarnos desnudos ante nosotros mismos y descubrir aspectos en ocasiones sorprendentes de nuestra personalidad.
En este sentido, la escritura creativa, o simplemente escribir libremente, dejando volar la imaginación, puede convertirse en una interesante herramienta terapéutica a la vez que una gran forma de cultivar y desarrollar nuestra creatividad.
Desde nuestras primeras grafías hasta las redacciones del colegio, las poesías de la adolescencia, el diario íntimo o las cartas a los amigos hasta las reflexiones sobre la realidad cotidiana volcadas en el papel, como protesta o como simple ejercicio de toma de conciencia, todos hemos tenido alguna vez contacto con la escritura creativa.
Algunos nos encontramos con ella a través de la soledad, de la necesidad de expresar nuestros sentimientos y pensamientos desde lo más hondo de nuestro ser en busca de complicidad y verdad. Como dice la escritora Simone de Beauvoir "Quizás al principio sólo escribíamos nuestros diarios cuando no podíamos vivir y cuando vivíamos dejábamos la escritura".
De alguna manera, el escritor nace cuando la pluma y el papel en blanco o el ordenador se convierten en el camino que conduce a un mundo de sueños, misterios, magia y fascinación, donde la palabra quiere ser manifestada y el escritor se convierte en un canal receptivo y creativo que disfruta o sufre, pero siempre vibra contando experiencias personales, creando personajes e historias de ficción, buscando la expresión pura de la poesía o convirtiéndose en un militante social de la palabra a través del ensayo.
Claro que llegar a este punto no es fácil. Hay muchos factores que nos pueden desanimar a dar el paso de entregarnos a la escritura creativa, de escribir un relato, un cuento o una novela. Por ejemplo, como el temor a hacerlo mal, el pensamiento de que no tendremos imaginación ni capacidad para llevar tales obras a cabo y sobre todo los múltiples mitos que circulan acerca de los escritores, como intocables o lobos esteparios situados en una reconocida élite.
¿Inspirarse para escribir?
La mayoría de escritores han llegado a comunicar no tanto a base de inspiración (que también existe), como de ejercitarse en aprender técnicas de escritura y apasionarse con aquello que estaban haciendo.
La poetisa y escritora estadounidense Julia Cameron, en su libro El Derecho y Placer de Escribir, plantea: "¿Qué pasaría si nos dedicáramos sencillamente a escribir sin aspirar a convertirnos en 'escritores de verdad', si no tuviéramos que preocuparnos por la publicación y la crítica de nuestras obras, si nos lo planteásemos como hacer rafting en aguas cristalinas? Pues que seguramente nos daríamos cuenta de que la escalofriante sensación de haber descendido los rápidos del proceso creativo ha valido la pena por el mero hecho de probarlo".
Cameron, como tantos otros escritores, asegura que, cuando pensamos en el proceso de escribir más que en el producto, la página en blanco pierde solemnidad y permite que nuestra expresión sea libre y fluida, algo que en sí mismo valida lo que estamos escribiendo.
Escribir nos conecta con nuestro yo profundo y ofrece claridad, fuerza y orientación.
Para romper el hielo con un tipo de escritura creativa, puede resultarnos gratificante la confección de un diario testimonial de nuestros días o quizá queramos ir más allá, probando con algún género literario.
En este caso, existen talleres de escritura creativa donde es posible conocer diversas técnicas para estructurar una novela, para trabajar los personajes y diálogos que formarán parte de ella, o en los que se puede tener un acercamiento positivo a otros géneros, como la poesía y el ensayo.
Por lo general, en estos talleres se realizan trabajos individuales, que se comentan y analizan en grupo y que pasan a formar parte de una obra única.
Alejandra Prieto, periodista, explica que se apuntó a un curso de escritura creativa por un reto personal.
"Estaba convencida de que no tenía imaginación para abordar una novela, ni siquiera un relato corto, así que me apunté a un taller para obligarme a lanzarme, y la verdad es que el resultado me sorprendió.
Me di cuenta de que aplicando las técnicas que nos enseñaban, la imaginación se iba activando y los personajes iban cobrando una vida propia y encaminando el escrito.
Me divertí mucho en el taller y además, el hecho de entrar en un proceso creativo me sirvió para reafirmarme, para darme cuenta de que mi imaginación no es tan plana como creía y para aprender que la perseverancia y el disfrute son virtudes importantes para quien realmente apuesta por la escritura como forma de vida".
De la escritura creativa a la escritura terapéutica
Un aspecto esencial en el hecho de escribir y que va íntimamente ligado al proceso creativo es la posibilidad de explorar en nuestro interior.
Siempre que nos sentamos ante el papel o el ordenador nos estamos tomando un tiempo para estar en soledad con nosotros mismos y conferimos a ese tiempo un valor importante. La estancia donde escribimos se llena de silencio y magia.
Llamamos a las palabras y estas emergen ante nuestros ojos ofreciéndonos la posibilidad de contemplarnos en ellas. En esos momentos de fusión en los que podemos lograr estar libres de toda autocensura y ser honestos con nosotros mismos, las ideas, los sentimientos y los pensamientos afloran puros.
Lloramos, reímos, nos vaciamos y, en ese vaciado, lo escrito cubre nuestra vida con su belleza; con este tipo de escritura, que también es un tipo de escritura creativa, eliminamos bloqueos emocionales y nos abrimos a Ia posibilidad de reconocernos y de aprender de la experiencia.
Esta forma de escritura creativa puede convertirse entonces en una poderosa forma de conexión con nuestro yo profundo y ofrecernos claridad, fuerza y orientación.
Esto es lo que persiguen precisamente algunos talleres de escritura, como el "Diario Intensivo" ideado por Ira Progoff, psicólogo norteamericano que combatió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
Progoff afirma que si los grandes libros de sabiduría que permiten conectarse con uno mismo y con el resto de la humanidad desaparecieran para siempre no pasaría nada, porque estos libros fueron escritos desde un espacio no solo propio de los autores que los crearon, sino desde un centro común y constitutivo del ser humano: la introspección y la capacidad de contemplar y reflexionar sobre uno mismo y sobre la realidad que nos rodea.
Dado a conocer en nuestro país por el jesuita y director de seminarios sobre psicología José Vicente Bonet, el método Progoff se centra más en la exploración personal a partir de la palabra escrita que en el aspecto puramente creativo.
Francesc Codina, coordinador de este taller en el Institut Gestalt de Barcelona, explica que durante un fin de semana intensivo se enseña a los participantes a escribir de un modo peculiar, de forma que puedan poner en palabras aquello que conforma su propia vida: cosas importantes que les han ocurrido, personas significativas, proyectos vitales, satisfacciones...
"El trabajo se divide en tres etapas: en la primera, la persona describe acontecimientos y vivencias relevantes que están latentes. En la segunda, toma conciencia de lo que estos hechos evocados despiertan en ella como sentimiento, lo cual también se expresa por escrito, y en una tercera etapa la persona se distancia y se deja impactar por lo que estos hechos le dicen simbólicamente", comenta Codina, quien añade que la dinámica de trabajo consiste en escribir utilizando frases cortas, con el fin de facilitar que la persona se centre en la descripción pura de los hechos, sin tener que elaborar conclusiones o teorías que pueden detener su espontánea fluidez expresiva.
"En el taller dejamos de lado toda pretensión de analizar, interpretar o escribir correctamente. Uno escribe para sí mismo y no enseña ni lee a nadie su trabajo para que sea juzgado. Esto hace que la expresión sea mucho más libre".
Lo interesante de la experiencia es que ofrece la oportunidad de que un tema aparentemente banal se revele ante uno con toda su riqueza, su complejidad, sus matices... permitiendo que el mundo interior se exprese, sin tratar de arreglar nada ni conseguir nada.
"El taller no tiene una finalidad, ni terapéutica ni de ningún otro tipo, aunque a través de él podamos reconectarnos con el impulso profundo de observar cómo estamos viviendo nuestra vida, cómo la podemos vivir y a qué somos invitados en ella. Es más bien un trabajo de descubrimiento que de realización", concluye Francesc Codina.
Cómo escribir para liberar emociones
Una de las virtudes de la palabra escrita es su poder y su trascendencia. Escribimos aquello que creemos importante y firmamos en papel todo lo trascendental en nuestra vida: contratos, hipotecas, bodas, testamentos...
De la misma manera, el acto de escribir puede convertirse durante la enfermedad en un ritual curativo al que poder acudir gracias a su capacidad para obrar como una potente visualización.
Podemos volcar en el papel cómo es el dolor que sentimos, por qué creemos que estamos enfermos y ver la manera en que el discurso escrito nos puede ayudar.
Para ello existen diversas opciones: se puede crear un paisaje imaginario en el que nuestro cuerpo sale victorioso de una dura batalla; o bien hacer un repaso por nuestra vida hasta el momento, intentando mejorar aquellos aspectos que se pueden transformar; o simplemente realizar una descripción profunda de nuestra persona, siendo completamente sinceros, observando defectos y virtudes y haciendo las paces con nosotros mismos, de modo que las palabras, expresadas desde el corazón se conviertan en poesía capaz de iluminarnos.
De alguna manera, a través de la escritura creativa podemos reconciliarnos con nosotros mismos, aceptarnos como somos, y volar a un tiempo y a un lugar imaginarios donde todo es posible, incluso reinventar la propia vida.
Ejercicios de escritura creativa y otras ideas
La curiosidad hacia uno mismo y hacia el entorno es básica para escribir, por eso si estamos atentos no resultará difícil encontrar temas jugosos. Aquí van primero algunas recomendaciones:
- Escribir a diario. No importa dónde o cuándo ni el tiempo que le dediquemos. Lo interesante es tener una cita diaria para verter ahí aquello que más nos apetezca: cosas que nos inquieten, personas que nos interesen, escribir sobre la belleza del paisaje ... No hay que esperar a tener un año sabático para escribir o aguardar a la jubilación, sino hacerlo ya. Bastan 10 minutos diarios.
- Un espacio propio. Aunque cualquier lugar nos sirve para volcar impresiones sobre el papel, es importante disponer de un lugar de encuentro con las musas. El escritorio con o sin ordenador, con una luz tenue, con música muy suave y rodeado de fotos y motivos que nos estimulen puede ser la mejor puerta a la creatividad.
- Un canal receptivo. Brahms decía: "al instante, las ideas fluyen en mí, directamente de Dios", y el pintor Piet Mondrian expresaba que "la postura del artista es humilde, ya que es esencialmente un canal". En el momento de escribir, apelar al espíritu, respirar hondo y entrar en una actitud contemplativa, sintiéndose como un cauce abierto al universo predispone a que los pensamientos y con ellos las palabras que escribamos estén llenas de sentido.
Ejercicio para el comienzo del día
Las primeras horas de la mañana son uno de los momentos más fructíferos para escribir porque en esos instantes se forja la actitud de toda la jornada.
Este sencillo ejercicio ayuda a prepararse para acometer el día, poner en claro las ideas y sentirse más conectado con uno mismo, como en una especie de meditación.
- Cada mañana, antes de comenzar con las tareas cotidianas, escribimos lo que estamos sintiendo en esos momentos.
- Comenzamos allí donde nos encontremos física, emocional y psicológicamente. Escribimos sobre cualquier cosa que se nos cruce por la mente.
- Como es un ejercicio libre y es imposible hacerlo mal, podemos ser mezquinos, críticos, quejicas, temerosos... podemos mostrar entusiasmo, afán de aventura, preocupación y felicidad, sin ninguna formalidad.
- Se trata de sentir el flujo de nuestros propios sentimientos y emociones, sin parar de escribir, paseándonos por la página.
- Cuando hayamos terminado nos detendremos hasta el día siguiente o hasta que sintamos ganas de escribir nuevamente.
Ejercicio de observación
Observar y describir es uno de los pilares para entrenarse en la escritura creativa.
Sentarse en la terraza de un bar puede ser un buen ejercicio para trabajar la descripción de los personajes y el paisaje urbano que observamos con detalles, de cara a soltarse para describir los personajes y situaciones propias.
Llenar la fuente de la creatividad
Solemos escribir a partir de nuestras experiencias y de las imágenes que pueblan nuestro mundo interior: olores, sabores, músicas, estilos de vida, países, infancia, juventud, libros, cine... todo ello conforma la fuente de nuestra creatividad.
A veces puede ocurrir que nos estanquemos y que necesitemos regenerar nuestro almacén de imágenes, con lo cual nos irá muy bien regalarnos al menos un día a la semana un tiempo para tener una experiencia sensorial y absorber impresiones.
Podemos visitar un acuario, una catedral, una biblioteca, una galería de arte, ir a la filmoteca a ver una película antigua, ir a un concierto o visitar un jardín botánico, entre otras posibilidades. Después, escribe sobre ello o utiliza algún elemento de lo que has vivido como punto de partida.
Libros sobre la creatividad, la escritura y su poder terapéutico
- Julia Cameron; El derecho y placer de escribir. Ed. Gaia
- Michael Samuels y Mary R. Lane; Creatividad curativa. Ed. Vergara