Hace 30 años no existían los niños con trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), una enfermedad que empezó a diagnosticarse en la década de 1980 y que en nuestro país afecta actualmente a uno de cada 15 niños y adolescentes en edad escolar. Cada vez hay más familias preocupadas y a menudo los padres tienen dificultades para entender el trastorno y su tratamiento, que en muchos casos incluye la administración de metilfenidato, un tipo de anfetamina que en el mercado negro se vende como droga.

Mientras los expertos discuten si la enfermedad ha existido siempre, es nueva o ha sido inventada por los médicos, los padres pueden hacer mucho para prevenir el diagnóstico y ayudar a sus hijos si ya han sido calificados como hiperactivos.

El TDAH, un trastorno controvertido y de causas desconocidas

Un niño hiperactivo tiene dificultades más o menos grandes para concentrarse en las tareas que le proponen en el colegio, le cuesta estarse quieto, es impulsivo y se emociona con facilidad. Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV): "Los síntomas empeoran habitualmente en las situaciones que exigen una atención o un esfuerzo mental sostenidos o que carecen de atractivo o novedad intrínsecos, por ejemplo, escuchar al maestro en clase, hacer los deberes, escuchar o leer textos largos, o trabajar en tareas monótonas o repetitivas".

La mayoría de médicos piensa que estas dificultades no son las que cabría esperar en el alumnado, sino que se deben a un defecto genético o neurológico, al menos cuando se manifiestan con una intensidad que no resulta controlable.Se señalan numerosos indicios en ese sentido.

Sin embargo, aunque se han realizado cientos de estudios para descubrir alteraciones en la estructura o la química cerebral de estos niños, no se ha podido relacionar ninguna anormalidad con los síntomas, pues también aparecen en personas que no han sido diagnosticadas. Incluso se duda de si son la causa o la consecuencia de la situación que vive el niño.

No se ha podido relacionar ninguna alteración en la estructura o química cerebral con los síntomas por TDAH.

Por otra parte, hay decenas de estudios que descubren distintos factores causales de la hiperactividad. Por ejemplo, la exposición al tabaco y al alcohol durante el embarazo es un factor de riesgo. También las infecciones durante la gestación y la infancia, las complicaciones durante el parto, la exposición a plaguicidas y el consumo de colorantes y de conservantes.

Los niños que han vivido en orfanatos, han sufrido abusos y los adoptados presentan tasas más altas de TDAH.

No se conocen las causas ni existen pruebas objetivas que sirvan para realizar el diagnóstico. Para acabar de hacer más confuso el panorama, tres de cada cuatro niños diagnosticados en Estados Unidos, donde se sigue el protocolo establecido en el DSM-IV, se consideran sanos en Europa, porque aquí se usan los criterios del ICD-10 (Clasificación Internacional Estadística de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud).

También influye que en Estados Unidos se dan 400 dólares de subvención al colegio por cada niño diagnosticado con TDAH, existe más conflictividad en las escuelas y hay más presión por parte de la industria farmacéutica, que suministra los medicamentos.

Un problema familiar y social

Todo ello lleva a algunos expertos a considerar el trastorno como un problema familiar y social. Es más, aseguran que la manera de trabajar en los colegios y el estilo de vida actual favorecen la aparición de los síntomas. Por tanto, el trastorno que manifiesta el niño no surge únicamente de su interior.

Se puede citar una larga lista de psiquiatras, psicólogos, antropólogos y sociólogos para quienes el TDAH es un "constructo social", en palabras de Sami Timimi, psiquiatra infantil y profesor de la Universidad de Lincoln (Reino Unido), donde padres, profesores y médicos se ponen de acuerdo sobre lo que es un comportamiento infantil normal o anormal.

Los niños que no cumplen determinadas expectativas, que no se adaptan bien al funcionamiento del colegio o a las costumbres familiares resultan "problemáticos". Hace unos años se decía que eran traviesos, movidos o que no servían para estudiar. Actualmente reciben una etiqueta médica y son tratados con medicamentos y terapia psicológica.

Para los autores críticos, los niños considerados hiperactivos son una interesante llamada de atención. En primer lugar, ponen a prueba la capacidad de la sociedad para tolerar las diferencias. El reconocido pedagogo Thomas Armstrong recuerda que el TDAH es un curioso problema que aparece en determinadas circunstancias (en clase, haciendo los deberes en casa, cuando el niño está solo) y se esfuma en otras (cuando el niño puede hacer lo que quiere, cuando está jugando, cuando se enfrenta a un reto que le interesa).

Otra peculiaridad del trastorno es que desaparece oficialmente al llegar la edad adulta, aunque ya se está trabajando en el protocolo diagnóstico de la hiperactividad después de la adolescencia. Quizá dentro de unos años también será un problema común entre adultos.

7 claves para ayudar a un niño hiperactivo

En una escuela que implementara métodos adaptados a las características de cada niño no habría hiperactivos problemáticos, puesto que se sacaría a la luz lo mejor de cada alumno. Por tanto, según Armstrong, etiquetar como hiperactivo a un niño y tratarlo con medicamentos no solo le perjudica, sino que impide la mejoría de los sistemas educativos.

Es difícil que los colegios cambien, al menos de un día para otro. Sin embargo, los padres tienen una responsabilidad decisiva.

Estas son algunas de las actitudes, comportamientos y hábitos, incluidas unas pautas dietéticas, que pueden ayudar a un niño con síntomas de hiperactividad y a sus padres.

1. Aceptar y comprender al niño

En la Grecia clásica, Sócrates dijo que la educación consistía en encender la llama, no en llenar el vaso de los conocimientos. Mientras en los colegios persisten en esto último, los padres pueden hacer lo primero. La mejor manera de hacerlo es ponerse de su parte, observando sus procesos de pensamiento para comprenderlo mejor. Esos procesos de pensamiento pueden ser muy diferentes a los de los padres.

Así, ante una idea aparentemente inapropiada del niño, en vez de criticarla, desmontarla y ofrecerle la respuesta adecuada, hay que sugerirle un nuevo reto que le resulte interesante.

Michael Meyerhoff, de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos), pone un ejemplo: una niña de 9 años responde contenta que "el plural de hoja es árbol". La idea de que la respuesta correcta es "hojas" no le convence. Su profesor y su madre se desesperan. En cambio, a su padre le encanta la manera en que funciona el cerebro de su hija y le propone muchos más enigmas para que los resuelva a su original manera.

La preocupación de los padres está justificada por su creencia de que si sus hijos no consiguen buenos resultados en el colegio no tendrán éxito en la vida, algo discutible. Sin duda, lo que sí ayuda al niño es ser motivo de alegría para sus padres desde el momento de su concepción.

Los padres se preocupan porque creen que si sus hijos no obtienen buen resultado en la escuela, fracasarán en la vida, una creencia discutible.

La Clínica Mayo, uno de los centros de salud más avanzados del mundo, aconseja a los padres preocupados por la incidencia de la hiperactividad que cuiden especialmente las buenas prácticas de crianza:

  • Recomienda los padres toquen, acaricien y estén muy cerca del bebé durante sus primeros meses de vida. Además, recuerda que, hasta los 3 años, todo niño tiene la necesidad de estar cerca de su madre o de su padre durante la mayor parte del día y de la noche.
  • También aconseja que no vean la televisión antes de los dos años y que después no pasen ante ella más de una hora al día.

Los niños hiperactivos parecen necesitar un estímulo más intenso que los demás para sentirse motivados. Por eso las anfetaminas funcionan: hace que su entorno habitual les parezca más excitante.

La otra manera de conseguir el mismo resultado es que el entorno les ofrezca más alicientes. Esto exige que el lugar donde viven y las personas que les rodean les permitan desarrollar actividades que les interesen y les absorban.

2. Un entorno estimulante

Los pedagogos aciertan cuando recomiendan los juegos de piezas de construcción, en todas sus variantes, las pinturas y los juguetes no estructurados, que no sirven para jugar de una sola manera. También son aconsejables los juegos de mesa que permiten la interacción entre participantes.

Pero el estímulo más beneficioso procede de los adultos. Unos padres cariñosos que reconocen las cualidades de su hijo y le proponen desafíos ambiciosos o dejan que se aventure en sus propios planes, por descabellados que parezcan, están apoyando su desarrollo y su bienestar.

El niño hiperactivo disfruta especialmente cuando las relaciones están basadas en el respeto y el afecto. En cambio, sufre las imposiciones.

Las relaciones constructivas con adultos favorecen su desarrollo y su autoestima, todo lo contrario que las personas que lo ven como un problema o una fuente de disgustos.

Por otro lado, se trata de niños que suelen ser habladores y disfrutan de las historias. ¿Por qué no leerse divertidos cuentos cortos, contar chistes o jugar despreocupadamente?

3. Ser un buen ejemplo (y no una mala influencia)

La principal herramienta de los padres es su propio ejemplo. Cuando escasean los momentos de plena concentración y relajación en los adultos es más fácil que los hijos desarrollen un trastorno por déficit de atención.

Estos son algunos aspectos que los padres deben cuidar:

  • El uso de Internet delante del niño. Los padres pasan cada vez más horas al día conectados a Internet a través de ordenadores y móviles. Esta conexión permanente les impide concentrarse plenamente en una actividad, incluso durante el tiempo que disponen para estar con sus hijos. Para remediarlo, se puede acotar un tiempo al día para conectarse, por ejemplo, después de desayunar y al final de la jornada laboral. En cuanto al teléfono móvil, se puede dejar activado el buzón de voz y consultarlo dos o tres veces al día, en vez de atender todas las llamadas.
  • Hacer una sola cosa cada vez. Muchas personas alardean de hacer varias cosas a la vez. Otras dicen que no les queda otro remedio. En cualquier caso, el cerebro humano no está preparado para esas exigencias. Cada vez que se salta de un asunto a otro se pierde información y concentración. Hacer una tarea a conciencia y luego otra es el mejor ejemplo que se puede dar a los niños.
  • Ser conscientes de la propia avidez. Se puede criticar la actitud de los niños en clase, pero muchos adultos experimentan un aburrimiento similar en su tiempo libre. Estos padres buscan estímulos a toda costa y se frustran ante la rutina del hogar. Conviene cultivar los propios intereses, disfrutar de la naturaleza y de la compañía de los pequeños.
  • Mantener las preocupaciones a raya. En lugar de dejarse arrastrar por ellas, se pueden escribir listas que incluyan las cuestiones pendientes. Luego se escribe al lado un modo de ponerles remedio, y solo se piensa en ello cuando se esté con la lista en la mano, no en todo momento.
  • Reducir los compromisos. La acumulación de obligaciones produce ansiedad y desagradables síntomas físicos. Se pueden moderar los compromisos o introducir momentos de relajación, que además pueden ser placenteros y compartirse con los hijos: escuchar música, cantar, hacer ejercicios de respiración o yoga...

4. El arte de poner límites de forma positiva

Cuando únicamente hay límites, cuando todas las órdenes son "no", el niño hiperactivo se frustra o se rebela fácilmente. Para que el niño experimente la sensación de libertad, debe disfrutar a menudo de la posibilidad de elegir entre varias opciones. Naturalmente, es más fácil explicar cómo se fijan los límites que ponerlos en práctica.

Todos los padres se equivocan alguna vez, pero se debe tratar de seguir los siguientes pasos:

  1. Explicar claramente la regla que se debe cumplir, pues no se puede esperar que el niño haga lo que no se le ha pedido. No es suficiente con decir: "pórtate bien". Hay que repetir la norma todas las veces que sea necesario y con la mayor serenidad. También hay que explicar la consecuencia lógica de romper el límite y lo que supondrá.
  2. Mantener siempre una completa calma al enunciar la norma o aplicar la consecuencia, y es preciso hacerlo sin negociaciones. De ese modo el niño podrá apreciar que su comportamiento no nos altera ni cambia la situación. El adulto tiene que mostrar una coherencia entre lo que dice y lo que hace. A la vez, el niño no puede sentir que el afecto de sus padres o de los adultos está en juego. Simplemente se trata de las normas y de sus consecuencias.
  3. Conviene fijar normas positivas que sirvan para todos (no solo para los niños) en lugar de órdenes negativas. Por ejemplo: "en la biblioteca hablamos bajito", en vez de: "no grites". No son admisibles los gritos, los enfados exagerados y las faltas al respeto, ni por parte de los padres, ni de los niños o adolescentes. La paciencia, la insistencia y las ideas creativas son más eficaces. Sin respeto y afecto no hay posibilidad de establecer límites que resulten aceptables y no generen una frustración malsana.

5. Autonomía y rutinas para niños con TDAH

Tan importante como los límites es que los niños puedan adquirir responsabilidades. Con cuatro años, por ejemplo, pueden poner y quitar los platos de la mesa y guardar los juguetes. Más adelante pueden ayudar a cocinar, a regar las plantas o limpiar su habitación.

El objeto de adquirir responsabilidades no es hacerse obediente, sino lo contrario: ganar autonomía y por tanto libertad.

La rutina, es decir, hacer cada día las mismas cosas –comer, dormir, jugar, ir al parque– a las mismas horas y según los planes previstos, da seguridad y confianza a los niños, sobre todo a aquellos que corren el riesgo de ser clasificados como hiperactivos. Es una buena idea que el niño posea una agenda y un calendario donde se reflejen las actividades del día y la semana.

Los hábitos marcan el ritmo del día, donde es importante que se alternen las fases de actividad con las de calma. Sin embargo, muchos niños se ven sometidos a ocupaciones incesantes a lo largo del día: se suceden las clases, los deberes en casa, las actividades extraescolares... y las horas delante de la pantalla, donde el cuerpo reposa, pero la mente se acelera todavía más.

Gran cantidad de estudios demuestran la relación entre los comportamientos conflictivos y la exposición a juegos y películas de carácter violento y acelerado. Hasta los niños más inquietos son capaces de relajarse conscientemente, al menos 10 minutos al día. Pueden escuchar música tranquila mientras dibujan. Les encanta dar y recibir masajes a la luz de una vela. Incluso pueden meditar.

El famoso cineasta David Lynch ha financiado una investigación sobre el uso de la meditación con niños que han recibido el diagnóstico TDAH para demostrar su eficacia aumentando la concentración y reduciendo la ansiedad y el comportamiento impulsivo.

6. Ejercicio físico y música

El ejercicio, si es posible en el campo, favorece que los sentidos del niño se saturen con la belleza de la naturaleza, donde no existen las aburridas superficies planas, ni las líneas rectas de las construcciones humanas. Otro tipo de actividad que puede atraerle son las artes marciales, como el aikido, el judo o el kárate, que además de resultar estimulantes potencian la capacidad de concentración, el autocontrol emocional, la autoestima y el respeto a los compañeros.

Otros niños pueden sentirse atraídos por la música, aunque quizá no lo sepan hasta que lo prueben. Aprender a tocar un instrumento, con métodos que no busquen la excelencia sino el disfrute, cultiva la concentración sostenida. La interpretación implica el uso de todo el cuerpo, una manera de aprender que se adapta a las cualidades de los niños y que es mucho más rica que escuchar la lección de un profesor.

7. Pautas dietéticas para el TDAH

Existe relación entre los hábitos alimentarios y los síntomas del TDAH. Aunque cambiar la dieta no es la clave para que el comportamiento del niño varíe sustancialmente, puede ayudar a matizar los síntomas negativos.

  • Menos azúcar. Una dieta con exceso de azúcares de absorción rápida provoca un aumento de la necesidad de moverse. A menudo se dice de los niños con TDAH que tienen "un exceso de energía" o "el motor acelerado", algo factible si se tiende a ingerir azúcar en estado puro. Por ello conviene controlar la ingesta de caramelos, azúcar, alimentos a base de harina blanca, néctares y otras bebidas azucaradas. En contraposición, es recomendable aumentar la presencia de hortalizas, frutas, cereales integrales y legumbres.
  • Aditivos peligrosos. La dieta propuesta por el doctor Benjamin Feingold parece tener buenos resultados en algunos casos. No incluye alimentos que contengan colorantes, aromas ni conservantes. Un estudio publicado en 2007 en la revista The Lancet halló una relación entre la ingesta de ciertos aditivos y la incidencia de hiperactividad. Se trata de los colorantes E110, E104, E122, E129, E102 y E124. También se aconseja evitar el aspartamo, el glutamato monosódico (E621) y los nitritos (E-249, E-250, E-251, E-252).
  • Nutrir el cerebro. Los alimentos que son beneficiosos para el cerebro pueden reducirlos síntomas que tal vez respondan a alguna deficiencia nutritiva. Conviene comer diariamente la cantidad suficiente de alimentos ricos en proteínas como legumbres, frutos secos y semillas. Las neuronas están compuestas en buena parte de ácidos grasos omega-3, como los que se encuentran en las nueces o el aceite de lino.
  • Suplementos. Además de seguir una dieta equilibrada, puede ser recomendable tomar algún complemento de vitaminas, minerales y sustancias procedentes de plantas. Son preferibles los obtenidos de extractos vegetales a los suplementos de síntesis.

Amor y alegría por encima de todo

Además de todas las maneras que tienen los padres para ayudar a su hijo en casa, conviene que cuenten con la ayuda de algún profesional que sepa tratarlo de manera individualizada. Por ejemplo, un terapeuta –psicólogo, homeópata o pediatra naturista– que se interese por las circunstancias vitales del niño en casa y en la escuela, con profundidad y sin temor a entrar en terrenos delicados, como son la educación familiar, las actitudes de los adultos o los métodos de los profesores. Es conveniente que apoye las cualidades positivas y que ofrezca consejos para reconducir las negativas.

Las exigencias laborales, la aceleración de las actividades, las ocupaciones múltiples, el individualismo, el estrés y los convencionalismos que caracterizan el estilo de vida actual no auguran que los diagnósticos de hiperactividad se vayan a reducir. Pero seguramente no será un problema para las familias que sean capaces de crear un entorno adecuado para los niños, donde el amor y la alegría estén por encima de cualquier etiqueta.

Personas con recursos notables

La Fundación CADAH (Cantabria Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad) presenta en su web los casos de numerosos genios de todas las épocas que no se adaptaron al sistema educativo. También ofrece una larguísima lista de características positivas en los niños diagnosticados con TDAH.

Destacan su ambición, su capacidad para hablar en público, para sintetizar, para inventar, para solucionar problemas de manera creativa, para relacionarse o para adaptarse a las novedades. Además tienen una gran memoria visual, interés por distintos temas y una personalidad atrayente. Por tanto, al contrario de lo que se suele pensar, el supuesto trastorno no está relacionado con ningún tipo de deficiencia intelectual ni con la infelicidad.