El impacto de la injusticia en el cerebro
"Hambre de justicia" es una frase más exacta de lo que cabía imaginar. Cuando una persona se siente tratada justamente, se activa la misma zona del cerebro que cuando consume una sabrosa comida, recibe un regalo o admira una cara bonita.
Según los científicos de la Universidad de California-Los Ángeles (Estados Unidos), esto demuestra que la justicia es una necesidad básica para el ser humano.
El experimento fue simple: se reunió a un grupo de participantes y se les informó de que se les iba a distribuir una cantidad de dinero. El "área de la justicia" solo se activó cuando la cantidad recibida era equitativa. En cambio, cuando era injusta se activaba otra zona, la ínsula, vinculada a la regulación de las emociones negativas.
¿Ética del cuidado o instinto de ayudar?
El afán de cuidar tiene una base biológica, es una "virtud natural", y por tanto resulta más fiable que la justicia inspirada en valores ideológicos. Como es sabido, lo que está bien y mal puede diferir entre empresarios o trabajadores, creyentes o ateos, por poner solo algunos ejemplos.
Los cuidados afectuosos que ofrecen los padres a sus hijos, y la comprensión ante sus errores, deberían inspirar las normas sociales y el reparto de responsabilidades. Cuando oímos el llanto de un niño reaccionamos inmediatamente, pero no podemos hacer lo mismo si el bebé llora en otra casa o a miles de kilómetros. Las instituciones se han creado en parte para salvar estas distancias.
Por otra parte, una persona adulta se vale por sí misma en muchos sentidos, pero no es una isla. Las sociedades se organizan para satisfacer necesidades cuyo logro se escapa a los individuos. Si la sociedad falla en este sentido, la persona se siente injustamente tratada y busca culpables.
En esta situación, se puede caer en la tentación de inventar un culpable (interior o exterior) al que castigar. Esto evita abordar problemas complejos cuya solución implicaría seguramente un reparto de responsabilidades.
El victimismo es una estrategia con muchos seguidores. Hay personas que se sienten perjudicadas por sistema. A menudo encuentran culpables directos y en ocasiones la vida entera les parece injusta. Hacerse la víctima puede servir para obtener atenciones mediante el chantaje emocional, pero sobre todo sirve para huir del problema real y de la propia responsabilidad.
El victimismo es frecuente en personas con una autoestima baja que se han sentido poco queridas o abandonadas. El problema es que al ir de víctimas no consiguen establecer relaciones positivas, ni recibir el afecto desinteresado que están buscando y en lugar de cambiar de actitud se refuerzan en su convicción.
Suelen ser además personas a las que les cuesta expresar lo que realmente desean, acaso porque esperan que los demás lo adivinen como una prueba de afecto. Si no ocurre, tienen una excusa para lanzar sus quejas o acusaciones.
La trinchera del victimismo
Otra tendencia victimista es tomar cualquier diferencia de opinión como un ataque personal, lo que permite imponer la propia sin tener que explicarla de modo convincente. Estas personas creen que siempre tienen razón y no suelen analizar a fondo sus creencias.
Describir el victimismo es útil porque puede servir para no caer en su trampa. Una de ellas es escuchar con atención los argumentos de la persona con quien se ha entrado en conflicto para poder detectar el ataque personal o la injusticia, que justifica las iras y quejas propias.
Se trata de una reacción tan frecuente que puede definirse como normal, pero es preferible buscar una salida constructiva. Siempre que sea factible hay que buscar puentes de comunicación y aliados que permitan seguir adelante.
La empatía ayuda a ser más justos. Conviene ponerse en la piel del otro, pensar en cuáles son sus condiciones de vida, personalidad, deseos o limitaciones para comprender su manera de actuar. Lo mismo vale para no ser injusto con los demás. En todo momento conviene anticipar lo que la persona que tenemos delante siente o va a sentir en función de nuestro comportamiento.
También resulta necesaria cierta flexibilidad. Es una buena norma general poner a las personas por delante de las ideas absolutas. La obsesión con principios como la fidelidad, la obediencia u otros muchos ha generado mucho sufrimiento.
La importancia de una mirada ecuánime
Si nos sentimos injustamente tratados, en lugar de enfurecernos o denigrar al otro, busquemos su mirada y expongámonos serenos ante él o ella. La mirada debe penetrar hasta el fondo más íntimo, allí donde todos somos iguales y la conciencia nos dicta lo que es correcto.
El encuentro y el diálogo abierto deberían ser una exigencia en cualquier situación de conflicto. En la cultura anglosajona muchas desavenencias se resuelven en encuentros de mediación, en lugar de en los tribunales.
La potencia de la mirada y la apelación a la conciencia individual como motor de la justicia han sido comprendidas y llevadas a la práctica de manera radical por la Sociedad Religiosa de los Amigos, cuyos miembros son conocidos como cuáqueros. En sus comunidades, cuando alguien comete una injusticia, no es juzgado en función de una ley escrita ni reprimido, sino que los miembros se reúnen para observarlo en silencio. Además, su sentido de la justicia les impide castigar, encarcelar o participar en guerras, sea cual sea su causa.
Esta forma de hacer justicia está en el origen de organizaciones no gubernamentales muy importantes en la actualidad como Greenpeace, defensora de la naturaleza y de la paz, Amnistía Internacional, que denuncia en todo el mundo las violaciones de los derechos humanos y políticos, y Oxfam, que trabaja a favor de la justicia social al lado de los desfavorecidos.
La auténtica justicia poco tiene que ver con castigar a los culpables, por más que la ley del ojo por ojo y diente por diente no pierda popularidad. Es, más bien, el resultado de los esfuerzos de todos por relacionarse de una manera armoniosa, reconociendo los derechos y obligaciones de cada uno. Todos somos al mismo tiempo vulnerables y capaces de ser un poco más justos.
Para profundizar en la justicia
- ¿Qué es la justicia?; Hans Kelsen, Ed. Ariel
- Un futuro justo; Varios autores, Ed. Icaria
- El poder de la empatía; Ciaramicoli y Ketcham, Ed. Vergara
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