A menudo, nosotros somos nuestros peores enemigos. Nos exigimos demasiado y nos “maltratamos” haciéndonos creer que no valemos lo suficiente, que no estamos a la altura y que no merecemos ser felices.

 “Nuestros cerebros están programados con un sesgo de negatividad, una programación que hace que los acontecimientos negativos dominen nuestro mundo interior por encima de los positivos”, asegura la psicoterapeuta neoyorkina Katie Krimer. Además, tenemos tendencia hacia el egocentrismo, a considerarnos el centro del universo y a no valorar otras perspectivas. Así, nuestro crítico interno se vuelve incansable: nos habla todo el rato y nos hace dudar de nuestras capacidades. Afortunadamente, podemos acallarlo si aprendemos a reconocer sus prácticas.

Krimer habla de ello en su último libro, 40 técnicas para superar el autosabotaje mental y acallar a tu crítico interior, publicado por la editorial  Sirio. En él identifica aquellas frases que solemos decirnos a nosotros mismos y con las que boicoteamos nuestra felicidad, y explica cómo liberarnos de nuestra propia toxicidad con ejercicios prácticos.

Estas son algunas de las frases que destaca, ¿te las has dicho alguna vez?

1. “La vida es una putada”

Sin duda, la vida puede ser muy complicada y todos vivimos momentos duros. La clave está en aceptar la realidad presente, ya sea una muerte, la pérdida de una amistad, un desengaño amoroso, un fracaso profesional o económico… Aceptar no significa que nos tenga que gustar la situación, sino en reconocer la realidad tal como es (con todo lo desagradable que tiene) y dejar de intentar cambiarla.

Insistir en lo mucho que nos disgusta cómo son las cosas en el momento presente nos mantiene atrapados en el pasado o en una visión alternativa e incontrolable de nuestro presente”, asegura Krimer.

2. “Yo soy así”

Las creencias centrales que tenemos sobre nosotros mismos son, según Krimer, las más difíciles de cambiar, pues están fuertemente arraigadas. Solemos llevar tantos años convencidos de ellas que descartamos todo aquello que las contradiga.

Creencias centrales como “Soy un fracasado”, “soy mala persona”, “soy débil”, “no valgo nada”… solo son ciertas porque hemos elegido creerlas, asegura la psicoterapeuta. Si te atreves a analizar estas creencias y cambiar de perspectiva, verás cómo te han estado limitando.

3. “Lo bueno dura poco”

En lugar de disfrutar de lo bueno, muchas personas tienden al pesimismo, a considerar que inevitablemente llegará una tragedia que empañará la felicidad. “Elegimos el monólogo derrotista, y esto lo que hace es garantizar el sufrimiento en el presente”, señala Krimer.

No querer confiar demasiado en lo bueno y adoptar una postura derrotista solo nos priva de disfrutar el presente y nos convierte en unos aguafiestas. En cambio, podemos relajarnos y disfrutar de las cosas con plenitud mientras duren, porque ya sabemos que nada es eterno.

Eso no quiere decir que no sucedan cosas buenas para celebrar. Se trata de cambiar la actitud para pasar del “nada bueno dura” a “algunas cosas buenas sí duran, y no tengo que vivir temiendo que acaben”, señala la experta.

4. “No quiero sentirme así”

Ya desde la infancia, hay ciertas emociones que se potencian y otras que aprendemos que son “malas” y las empezamos a evitar o tapar. Cuando experimentamos estas emociones “malas”, en lugar de considerarlas algo natural, las vivimos con dolor, como una experiencia negativa.

Krimer sugiere que hay que aprender a ser un observador de las experiencias interiores, sin juzgarlas, sin etiquetarlas como “buenas” o “malas”.

5. “Me lo tomo todo muy a pecho”

Nuestros cerebros están programados para que seamos el centro de nuestro propio universo mental”, explica Krimer. Tendemos a personalizar todo lo que nos ocurre y a darnos por aludidos con demasiada frecuencia, aunque las cosas que sucedan a nuestro alrededor no tengan que ver con nosotros.

En lugar de tomarte a mal las críticas o comentarios de los demás (siempre que se hagan de forma constructiva y con respeto), intenta comprender el porqué y valorar que, en la mayoría de los casos, los otros no quieren herirnos o denigrarnos.

6. “La verdad es que no tengo ningún talento ni ninguna habilidad especial”

Aunque no lleguemos a ser Einstein, todos tenemos talentos y habilidades, aunque a veces nos cueste reconocerlas en nosotros mismos. Además de habilidades más reconocibles como pueden ser pintar, destacar en algún deporte o ser bueno en matemáticas, hay muchísimas otras que pueden ser más difíciles de identificar, como las comunicativas o de resolución de problemas, entre muchas otras.

Para encontrar tus talentos o habilidades, Krimer propone diferentes estrategias, como preguntar a aquellas personas que mejor te conocen, echar la vista atrás a la infancia o rememorar los logros que has conseguido a lo largo de la vida.