Animar a los niños a colaborar en las tareas del hogar, de forma suave y adaptándolas a su edad, está muy bien. Sin embargo, forzar a los niños a colaborar en casa de forma excesiva o con demasiada exigencia es contraproducente. Por un lado, no interiorizan los auténticos motivos por los que se deben realizar estas tareas y, por otro, se acostumbran a trabajar bajo vigilancia y a limpiar, simplemente, por miedo a las represalias de no hacerlo. Resulta mucho más sano acompañar y enseñar los motivos auténticos por lo que debe hacerse.

Suele suceder que, cuando esa vigilancia desaparece, el comportamiento también desaparece ya que no hay nadie controlando. Hoy os cuento el caso real de Olga que, tras ser forzada a limpiar en la infancia por una madre obsesionada con la limpieza, desarrolló un bloqueó en la edad adulta que le impedía limpiar su hogar.

En general, realizar una actividad de forma forzada nunca es conveniente porque se aprende a hacerla bajo vigilancia y coacción y, cuando estas desaparecen, no existe una motivación real para volver a ejecutar esta tarea. En el caso de esta semana, veremos un ejemplo muy evidente de esta lucha entre lo que sabemos que no nos hace bien y el patrón negativo automático, imposible de controlar, que nos fuerza a hacer lo contrario. Veremos cómo investigamos los motivos ocultos de ese patrón y cómo lo trabajamos para transformarlo.

“Me resulta imposible limpiar mi casa”: los motivos psicológicos que bloquearon a Olga

Olga acudió a terapia para trabajar la relación tóxica que tenía con su familia. Eran demasiado controladores y apenas le dejaban espacio para tomar sus propias decisiones, a pesar de sus 27 años. En el transcurso de su terapia, Olga fue ganando confianza en sí misma, hasta el punto de decidir independizarse y trasladarse a vivir a 40 kilómetros de su familia. Seguía yendo los fines de semana a su pueblo para visitarles y reunirse con sus hermanos, pero estaba muy contenta con su recién adquirida libertad. Sin embargo, al dar este paso adelante en su proceso, descubrió un patrón oculto del que no había sido consciente hasta que se independizó.

Viviendo sola en un piso pequeño, le habría resultado muy fácil mantener una rutina de limpieza, pero se encontró acumulando platos y vasos sin fregar, amontonando ropa sucia sin lavar o recoger, y dejando envases o cajas de pizza por cualquier sitio. Solo realizaba un enorme esfuerzo y ordenaba su casa cuando sabía que iba a recibir alguna visita.

Olga se sentía frustrada y enfadada consigo misma. Me explicó que, mientras vivía en casa de sus padres, sí que ayudaba y limpiaba, pero en su propia casa le resultaba imposible. Lo paradójico era que, en las reuniones familiares de los fines de semana, ella se quedaba fregando los platos de todos, mientras sus hermanos y hermanas se marchaban al salón y veían una película.

Ante esta contradicción de sí colaborar y limpiar en la casa de sus padres, pero no poder hacerlo en la suya, comenzamos a investigar en su pasado para encontrar el motivo de su bloqueo.

Olga me contó que su madre estaba obsesionada con la limpieza y, desde bien pequeña, la obligaba a colaborar en las tareas de casa. No era una participación suave, adaptada a su edad, sino que la forzaba a limpiar de forma excesiva y, además, la vigilaba y la castigaba severamente cuando cometía algún error.

El aprendizaje de Olga sobre la limpieza fue mediante la amenaza, la coacción y la vigilancia. Nadie le explicaba los motivos o los beneficios de limpiar, todo tenía que hacerlo por obligación y bajo la presión del miedo.

Al ser forzada a colaborar en casa, Olga no interiorizó los auténticos motivos por los que debía realizar estas tareas y se acostumbró a trabajar bajo vigilancia y por miedo a las represalias. Suele suceder que, cuando esa vigilancia desaparece, el comportamiento también desaparece ya que no hay nadie controlando.

En el caso de Olga, cuando se independizó, se liberó de la vigilancia de su madre, por lo tanto, dejó de ocuparse de las tareas de limpieza. Solo se forzaba a hacerlo cuando volvía a sentir la presión externa de recibir alguna visita o cuando volvía a casa de sus padres y sus patrones volvían a activarse.

Cómo Olga logró desbloquear sus patrones

Cuando observamos que un bloqueo surge de un aprendizaje durante la infancia, conviene buscar ayuda terapéutica. La señal inequívoca para buscar terapia se manifiesta cuando, aunque sepamos que no son sanas, repetimos, una y otra vez, actitudes perjudiciales para nosotros. Las personas que se encuentran en esta situación son conscientes de que no proceden de forma adecuada y de que les gustaría cambiar, pero sienten que hay una fuerza superior a ellas que las domina y las obliga a volver a caer en aquello que no desean.

Esta “fuerza superior” está configurada por sus propios patrones tóxicos, aprendidos durante su pasado. Fueron asumidos e interiorizados, tan profundamente que, décadas después, pueden seguir controlando su vida sin que la persona pueda hacer nada por cambiar.

Nuestro trabajo en terapia se centra en comprender estos patrones y desactivarlos para recuperar el control en el presente y poder decidir libremente.

Cuando Olga tomó conciencia de los motivos de su bloqueo, comenzó a cambiar. Tuvo que empezar, casi desde cero, a encontrar su propia motivación para mantener su rutina de limpieza, pero, en su caso, permitiéndose ser flexible y alejándose de la actitud obsesiva de su madre.

Poco a poco, Olga fue encargándose de mantener el orden y la limpieza de su propia casa y comprobó que no le suponía ningún esfuerzo. Además, algo que le resultó sorprendente fue que, cuanto más se encargaba de sí misma y de su casa, menos presión sentía cuando iba a casa de sus padres. Por fin, pudo comenzar a pedir ayuda a los demás para no tener que ocuparse ella de todo.